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Viajera lenca se pasea a jalón por Honduras

Tegucigalpa, Honduras lunes 29 julio 2019

Con tan solo 21 años, ya conoce 16 de los 18 departamentos del país. Nada mal para una joven universitaria que se transporta a “jalón”, ya sea con amigos o viajeros del camino.

Le falta Yoro, en el centro del país, y accesible por todos lados; y La Mosquitia, en Gracias a Dios, quizá el reto mayor por tratarse de la zona casi inexpugnable del país, adonde solo se llega por aire y agua. “Necesito ahorrar, siempre paso inventando qué vender para generar dinero, sé que iré posiblemente pronto, no tengo prisa”, dice.

Su nombre es Ana Cecilia Sandoval Menjívar, originaria de Candelaria, Lempira, hija de don Héctor Sandoval y doña Rosa Aída Menjívar, quienes al principio, por supuesto, no le aprobaban sus viajes, pero a quienes ahora no les queda de otra que darle un “cuidáte y encomendate a Dios”.

Con la misma resignación aceptaron el mapa de Honduras que se tatuó en su antebrazo izquierdo, a tono, dice, con su pasión y el amor a su país.

La joven Ana Cecilia Sandoval Menjívar conoce 16 de los 18 departamentos del país, pues le apasiona viajar.

LIBRE Y FELIZ

Estimulada por los comentarios positivos de sus familiares y amigos, Ana Cecilia, pasante de biología de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y graduada en la Escuela Nacional de Música con especialidad en flauta traversa, un poco de guitarra y canto, no para de viajar porque es una parte fundamental en su vida.

“Desde que yo tengo memoria, me apasiona viajar y conocer nuevos lugares, siempre he sentido un llamado por la naturaleza que me impulsa a salir y capturar imágenes que expresen mis momentos de libertad, es mi manera de ser feliz”, dice.

“Me motiva poder compartir mis aventuras y mostrar a las personas, para que se inspiren a conocer nuestro país muy rico en belleza natural, además luchar contra los prejuicios que se tienen en cuanto a que viajar en Honduras es “muy peligroso””, agrega.

Ana Cecilia promueve las bellezas naturales y culturales de Honduras, en su cuenta de Instagram Hn_lenca.

LIVIANA Y JALÓN

En sus viajes trata de ir lo más liviana posible, llevar lo más necesario, como un par de prendas cómodas, repelente, un minibotiquín, pasta dental, desodorante; cuando es necesario, tienda de acampar, mucha agua y comida fácil de preparar cómo sandwich, frutas y galletas. Por cualquier urgencia, un poco de dinero.

Dependiendo la distancia del lugar, algunos viajes suelen durar uno o dos días, otros, tres y hasta siete. “Viajo de diferentes maneras, pero una de mis favoritas es ir a jalón con personas solidarias y muchos viajeros que también me inspiran a seguir la ruta”.

De este modo, ha viajado a cascadas, pueblos, montañas, ríos, playas, cuevas y nacimientos hídricos. Al mismo tiempo camina, acampa, nada, contempla atardeceres, hermosas auroras y aprecia el arte en todas sus expresiones. “Creo que un viajero tiene que estar dispuesto a adaptarse a lo que venga, ya que uno se encuentra de todo en el camino, uno aprende a afrontar cualquier circunstancia”, comenta.

A la universitaria le encanta viajar a lugares poco conocidos; como La Chorrera, en Amarateca.

AVENTURA EXTREMA

Pero la naturaleza no siempre es como dicen los libros o la televisión. En Guatincara, Erandique, Lempira, se llevó el susto de su vida junto a unos amigos de su pueblo, al subir a la cascada conocida como “El Barro”. Tras una extensa caminata, llegaron a la caída de la cascada. “Nunca había visto una cascada tan alta”, recuerda. Al regreso, una tormenta eléctrica azotó la montaña y las motocicletas se atascaron por el barro. Batallaron horas hasta que cayó la noche, pero fue imposible salir. Sin electricidad ni señal para avisar a sus familiares, parecía que se venía lo peor hasta que unos aldeanos llegaron al rescate sin quedarles más remedio que pasar la noche con ellos. Al siguiente día, desayunaron con café, “tamalitos” de frijoles (pisques) y tortillas con cuajada y así se despidieron de ese grandioso lugar.

“Es ahí cuando te das cuenta que en cada rincón al que vayás se encuentran ángeles para ayudarnos. Me han preguntado si regresaría a este lugar, yo volvería una y otra vez”, relata.

Sin lujos, pero con el deseo de disfrutar de la vida, la chica recorre municipios turísticos como Valle de Ángeles.

ISLA DEL TIGRE

No menos extremo fue el viaje a la Isla del Tigre, Amapala, en el Golfo de Fonseca. Los nueve amigos se dividieron en grupos de tres para pedir jalón. Dada la fluidez del tráfico al sur del país, su grupo fue el primero en llegar al puerto en carros, rastras, bus y al final la Fuerza Naval para cruzar el mar.

Una vez reunidos, los amigos comenzaron el ascenso del volcán inactivo, llegando a la cima en pleno atardecer, después de cinco horas de camino y con una temperatura que rozaba los 38 grados.

“Llegamos exactamente a las 5:00 de la tarde, nos relajamos un poco, alistamos las tiendas y luego fuimos a disfrutar del atardecer, ¡una maravilla!”, recuerda.

Cayó la noche con un clima agradable y un cielo estrellado. A la par de la fogata, los amigos platicaron y comieron hasta quedar dormidos.

El frío de la mañana los levantó temprano y desde las alturas del cono paradisíaco pudieron contemplar el resto del archipiélago y tomar fotos fantásticas para el recuerdo. El descenso tardó dos horas y una vez en Coyolito lograron un jalón, viajando todos juntos a Tegucigalpa. “Creo que ha sido de los mejores viajes y siempre recordamos a esa persona, ya que fue súper amable con todos”, agrega.

Fuente: La Tribuna

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