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El espacio de luz que Honduras necesita

Tegucigalpa, Honduras domingo 07 julio 2019

Pese a los presagios de los agoreros y las veladas amenazas de una “necesaria” intervención civil o militar, aduciendo que sus miembros son incapaces por sí solos de “poner orden”, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras ha dado a la sociedad -como debe ser- una muestra de civismo y sobre todo de capacidad de llegar a acuerdos transparentes y efectivos mediante el diálogo y el consenso.

Lejos de arredrarse por la crisis, el rector Herrera Alvarado mostró serenidad en todo momento, pero también firmeza a la hora de oponerse a las ráfagas de críticas y balas de aquellos que ante los problemas, solo ven en la violencia la vía expedita para la solución de las diferencias, que son normales y también necesarias para el desarrollo.

El rector y su equipo dedicaron largas horas, no a conspirar, sino a conversar abiertamente con cada grupo, a escuchar los planteamientos de estudiantes, profesores, investigadores y aun a organizaciones y entes externos, pero con objetivos afines a la Universidad. Todo fue transmitido por el canal y los medios institucionales, como debe ser. Con ello, la academia envió al país una señal clara sobre cómo deben solventarse las diferencias sociales.

Y es que la ciencia debe ser siempre el espacio de discusión entre la emoción y la razón. El problema es que las emociones toman siempre la ventaja en las decisiones humanas. Prueba de ello es el populismo, el odio descalificador y la desconfianza que llenan el ámbito de lo público en nuestro país. Se apela a lo visceral como forma de movilización social y herramienta de activismo.

¿Qué pueden hacer la ciencia, la ilustración y la cultura para enfrentar la avalancha de emocionalidad irracional de nuestro tiempo? Tenemos un problema: la ciencia tiende a ser la postura moderada y razonable, que exige crítica y oposición, por lo que es muy difícil contraponerse a aquellas actitudes que ven lo político de forma certera y dogmática. Ningún avance social o tecnológico sirve para mejorar condiciones de vida, si no lleva implícita la confrontación, el debate y la depuración de todas las posibilidades de solución.

Pero, además, la ciencia debe comprender al ser humano en toda su complejidad emocional. Debe entender que no solo somos raciocinio, sino también sentimientos. De lo contrario, puede verse incapaz de entender correctamente lo humano. Con la promesa de progreso, libertad y autonomía, la ciencia debe enfocarse en emociones como la confianza y la esperanza, pero sobre todo en la autoestima de la gente.

Los académicos debemos proveer el conjunto de ideas que conecte con los afectos y al mismo tiempo, ser el mecanismo de control de la pasión desenfrenada promovida por quienes ven en la irracionalidad y la fuerza bruta, el cumplimiento de sus abyectos intereses.

Por esta vez y a diferencia de antaño, las discrepancias en la máxima casa de estudios se zanjaron en el escenario del debate, de la confrontación de ideas. El cambio es esperanzador, resalta la importancia de considerar a toda la comunidad universitaria como parte integral e importante en la consecución de objetivos. No hacerlo de esta manera, es condenar, no solo a la institución, también a Honduras a perecer en el cieno de la brutalidad y la sinrazón.

Los estudiantes deben ser quienes alcen en sus manos la antorcha que ilumine el camino al desarrollo. ¿Quién dice que no deben ser políticos? ¿Por qué deberían concentrarse únicamente en sus libros y olvidar la realidad que los rodea? Obligarlos a ese ensimismamiento podría ser la tapa que entierre nuestras esperanzas por un país mejor. Ellos son quienes dan vida a la patria, como exhortara Morazán en su postrer llamado a la construcción del bienestar. ¡Terrible error sería impedirlo!

Creo que estas chicas y chicos nos han enseñado con su ejemplo de rebeldía y la suma de sus inquietudes, que la única paz posible es la que anda por los caminos de la justicia. ¡Vamos! Volvamos a las aulas con el libro o la probeta en una mano y con la antorcha vigilante en la otra. ¡Así, y no de otra forma se construye patria!

Fuente: La Tribuna

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