Tegucigalpa, Honduras lunes 13 abril 2020
Todo lo pasado ha sido lo mejor para los amantes de un ayer de tranquilidad y bonanza, como evocan nostálgicas estampas de la capital hondureña con sus paseos, calles y escenas costumbristas de la vida cotidiana.
Las fotos de sitios emblemáticos, avenidas, celebraciones e incipientes asomos de modernidad nos retrotraen a un pasado de alegrías y glorias por vivir en una ciudad cuyos pocos habitantes se abrían paso de forma noble y generosa al paso inexorable del tiempo.
Detenidas en el tiempo se atesoran bellas y sobrecogedoras gráficas que nos muestran la belleza, singularidad y religación de los capitalinos en celebraciones de la Semana Santa, desde la Iglesia El Calvario, así como las románticas calles y callejas hacia Buenos Aires, La Hoya y el legendario cuartel San Francisco.
No menos extasiantes resultan las fotos de los años 50, 60 ó 70 que nos recrean la evolución de una ciudad y su gente de trabajo, como en sus cines, la Cuesta Lempira, la famosa construcción de escuadra «El Barco», en la frontera entre los barrios Morazán y La Guadalupe, donde pernoctó José José o «El Príncipe de la Canción», en alguna noche de bohemia que sirvió de cantina.
Ese ayer de sueños y avatares por un futuro mejor se evoca también en los aviones de la otrora aerolínea hondureña Tan-Sahsa que tantas horas de vuelos cumplió como un salto a los avances tecnológicos de un pueblo honesto y trabajador desde una ciudad pintoresca.
Grabadas en los corazones yacen estas y otras vivencias capitalinas de un dulce e inolvidable pasado pletórico de ilusiones y anécdotas, sobre todo en los tiempos contemporáneos cuando el país enfrenta lo duro e incierto de una pandemia que seguramente habrá de tocarnos las fibras más profundas del amor por la ciudad y la vida. (Luis A. Gradiz M.)
Fuente: La Tribuna