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Fotógrafa y poeta, Nicolaza Hernández:

Tegucigalpa,Honduras domingo 29 diciembre 2019

De origen lenca y con una vida ejemplar, la fotógrafa profesional y poeta, Nicolaza Hernández, ha llevado su arte a 20 países, donde ha capturado su belleza, pero también ha mostrado ese trabajo artístico que solo ella sabe plasmar en la fotografía y sus poemas.

Rostros y la belleza de la naturaleza, especialmente la flora, las puestas de sol o los amaneceres en los rincones apartados de Honduras entre las montañas, su arte queda atrapado en la fotografía, que luego ha exhibido en distintas exposiciones, tanto en Honduras, como fuera del país.

La última de los cuatro hermanos, nacida en el hogar que conformaron Antonia Hernández y Eligio Gutiérrez, nació en Yarula, La Paz, un 14 de diciembre de 1967. A corta edad, la vida la privó de muchos e importantes seres amados, pero la compensó con grandes triunfos y fama internacional.

–Nació en Yarula, auténtica lenca, ¿tuvo una infancia feliz?
Nací en ese pequeño, pero encantador pueblo, llamado Yarula. Mi madre Antonia Hernández murió cuando yo tenía un año y 15 días después, murió mi padre.

–¿Quién la crió?
Mi hermana María, quien tenía 10 años de edad, se encargó de cuidar de mí y de mis hermanos Javier y Eligio. Vivíamos en la casa que era de mis padres, era grande y de paja. Estaba rodeada de árboles frutales y de un cristalino manantial.

–Con un año de edad, ni ha de recordar a sus padres…
No, pero María a veces me contaba que cuando mis padres murieron ella había quedado en estado de shock. Preocupada por la drástica situación que estábamos pasando. Yo era muy pequeña y no comprendía nada.

–Su madre era María…
María, con el tiempo se convirtió en nuestra madre y yo comencé a llamarla mamá. Sus esfuerzos por cuidarnos y alimentarnos eran enormes. A veces solamente nos comíamos una tortilla con moras. Otras veces, sencillamente, nos íbamos a la cama con el estómago vacío, que rugía de hambre.

–¿Cómo superaron esa situación tan dramática?
Vicente, nuestro hermano mayor, consiguió trabajo de sacristán en la Iglesia Católica de Marcala, que de Yarula queda muy lejos y en esos tiempos no había ni transporte ni carreteras, le mandaba al mes 10 lempiras a María y ella se proveía de lo que podía comprar, pero como se puede imaginar, 10 lempiras no era suficiente para comprar comida y llenar otras necesidades.

–Y la gente ¿qué les decía?
Cuando la gente miraba a María conmigo en brazos, y a Javier y a Eligio a su lado, murmuraba esa cipota va a dejar morir esa niña. Vivimos así varios años, sin la presencia de un adulto, hasta que Vicente decidió llevamos a vivir con unos amigos de Marcala. Después, pensando que íbamos a estar mejor, Vicente decidió llevarnos con nuestro hermano Juan, quien ya se había casado, a Siguatepeque, donde sufrimos maltratos por parte de nuestra cuñada Clara. Cuando llegó a oídos de Vicente, quien se encontraba trabajando y estudiando para un sacerdote en Tegucigalpa, la situación dio un giro.

–¿Dónde terminaron?
Estrenando un orfanato. Un día Vicente se encontró con una monja en la puerta de una iglesia. Ella le contó que estaban abriendo un orfanato, Eligio y yo fuimos los primeros en llegar al orfanato, desafortunadamente María no fue admitida porque solo aceptaban a niños menores de 15 años. Ahí fue donde descubrí que a quien yo consideraba mi madre, era realmente mi hermana. Lloré y lloré muchísimo cuando me separaron de los brazos de María.

–¿Cuánto tiempo permaneció en el orfanato?
Viví seis largos años, que para mi fueron una eternidad, todos los días lloraba añorando la presencia de María. Cada vez que Vicente nos visitaba le decía que no me gustaba ese lugar. En 1980 Vicente tomó los votos de sacerdote y en 1981 escuchó mis ruegos y decidió sacarme de ahí. Esa fue la última vez que lo vi porque murió el 2 de enero de 1982, en un accidente automovilístico. Mientras que María se las ingenió para poder sobrevivir y crió con el amor de una madre a sus hermanos pequeños.

–¿Qué fue de María?
Encontró trabajo de empleada domestica en Tegucigalpa. La señora que la contrató se llevó una gran sorpresa, cuando vio que la casa estaba bien limpia, la ropa lavada, el desayuno servido. Al fin de mes, María en vez de recibir 20 lempiras, recibió 30, como pago. Tras la muerte de Vicente me vine con María a Tegucigalpa y ella se encargó de mi educación.

–¿Le gustaba la escuela?
No me gustaba el estudio, pero María insistía en que tenía que seguir estudiando. Estudié a fuerza. María me daba dinero para ir a la escuela, pero yo nunca lo gastaba. Un día miré una cámara en una tienda y como tenía el dinero de mis ahorros me la compré. Nunca me imaginé que aquella cámara sencilla y desechable sería una nueva aurora en mi vida.

–¿Qué tomaba?
Comencé tomándole fotos a mis compañeros en el colegio y se las vendía a 50 centavos. De esa manera me generaba ingresos para continuar mis estudios. Mi interés por congelar las maravillas existentes en la naturaleza, a través del lente de la cámara, poco a poco fue creciendo hasta convertirse en mi profesión.

Nicolaza Hernández y María Hernández.

–¿Es autodidacta?
Mi interés por la fotografía nació de un impulso, pero mi arte fotográfico ha tenido un gran éxito hasta hoy, el cual me ha permitido viajar por diferentes lugares de Honduras (tenemos un país bello y yo siempre creo que se lo pierden quienes no lo visitan), y por diferentes partes del mundo.

–¿Cuántos países ha visitado?
Alrededor de 20. He tomado millones de fotografías y tengo numerosas exposiciones en las cuales he participado, plasmando la naturaleza o los rostros de nuestros lencas.

–A parte de la fotografía, ¿cuáles son sus otras pasiones?
La poesía es mi otra pasión. Escribo desde que aprendí a leer y a escribir. En el 2018 publiqué mi libro “Despertares del Alma”, libro de poemas de mi propia inspiración, traducido al inglés e ilustrado con fotografías a color y en blanco y negro, también de mi propia inspiración.

–¿Ha ganado premios?
Tengo premio, tanto en Honduras, como internacionalmente y menciones honoríficas entre otras. Tanto mis poemas, como mis fotografías han sido utilizados para encabeza campañas de protección del medio ambiente. También figuran en portadas de libros, revistas y postales que circulan en el mundo.

–¿Le da su arte para vivir o tiene otros ingresos?
La fotografía me dio mi casa y hoy en día genero dinero vendiendo mis fotos, los libros y las postales e impartiendo talleres de fotografía y poesía a niños, adolescentes y adultos.

–Sigue compartiendo con su familia y sus fans
María murió hace nueve años de cáncer y cada vez la extraño más y más. Murió Vicente también, pero comparto con mi hermano Eligio, que vive en Estados Unidos, y Javier. Mis hermanos han sido mis pilares y los primeros en admirar mi arte.

–¿Qué la inspira cuando entra a esa montañas a capturar las imágenes?
Me inspira un sentimiento muy bonito. La gente tiene miedo de visitar Honduras, pero no deberían de evitar entrar a esta paradisiaca nación que está alfombrada de una exuberante flora y fauna, que hace vibrar nuestras montañas. Sería un pecado dejar de acariciar esos bellos atardeceres que hacen resaltar el panorama hondureño.

–¿Ama la cultura lenca?
No sé si será que yo estoy tan apegada a esta tierra que me vio nacer, pero amo mi cultura y además de amarla, también gozo del privilegio de pertenecer a la cultura lenca. Y quiero decir una y otra vez, que Honduras es el mejor país del mundo, solo basta escuchar la voz de sus montañas, el rumor de sus ríos.

–¿Su nombre es artístico?
No, es mi nombre Nicolaza Hernández. Una vez comenté con mi sobrino porque mi papá se llamaba Aniceto Gutiérrez y mi mamá, Antolina Hernández, pero en aquellos tiempos lo iban a asentar a uno y parte de mis hermanos son, por ejemplo, Eligio es Gutiérrez Hernández, Javier Silvano Gutiérrez Hernández, Vicente Gutiérrez Hernández y los otros somos: Juan de Dios Hernández, María Santos Hernández y yo, Nicolaza Hernández.

–O sea que estaban peleados sus papás cuando asentaron a los últimos…
Yo no lo sé porque nunca nos explicaron, pero uno de mis sobrinos me preguntó un día ¿y vos por qué no llevas mi apellido? Yo no sé mi amor, le digo, no ve que yo soy una artista. Y no ve que se ha enojado. En la partida de nacimiento yo salí Hernández y así me quedé. Nací el 14 de diciembre de 1967.

–¿Cómo ha sobresalido en el mundo artísticos?
Por ser fotógrafa. Pero yo soy de un pueblo lenca, Yarula, La Paz y cuando me pregunta yo no soy como otros que ocultan su origen, diciendo que son de Marcala.

–Pero usted es orgullo de los marcalinos también…
Así, yo agradezco a la gente su bondad y reconocimiento a mi trabajo artístico. Pero yo soy de un rinconcito apartado en la mera montaña y míreme, no puedo ocultar mis rasgos.

–¿Fue buena estudiante?
Era la mejor, pero no me gustaba la escuela. Mi hermana María con una varita me obligó a ir a la escuela, durante todas las mañanas. Estudié en varios lados, en México, el Milla Selva, Instituto Tegucigalpa y Lenguas en la Pedagógica, pero no terminé mi licenciatura porque mi trabajo se fue al estrellato.

–Sus fotos son conocidas en Europa…
Eso fue lo que me impidió continuar los estudios, viajaba mucho a Europa a exponer mi trabajo y los profesores no me aguantaron ese ritmo. Estuve en Francia, España, Bélgica, Noruega, Holanda y conozco más de 20 países y hablo cuatro idiomas: alemán, inglés, italiano y español.

–Así como no se dificulta hablar cuatro idiomas, pudo entrarle a la fotografía
No, fue difícil la fotografía. Qué bonita foto me decía aquí, muy bonita… ajá, pero, nadie me daba oportunidad de exponerlas. Un profesor de la Pedagógica miró mi trabajo y él me ayudó a valorar profesionalmente lo que hice y Regina Aguilar Paz me dio la oportunidad de poner mi primera exposición en 1997.

–¿Hay algún proyecto nuevo?
Yo sigo en mi arte y quiero sacar un libro de poemas que estoy preparando y lo ilustraré con fotografías y así como el primero, “Despertares del Alma” haremos la nueva entrega, cuando ya podamos alcanzar los recursos y sacar nuestro arte.

–¿Hay algo que dejó sin hacer hasta este momento?
En el orfanato me gustaba tomar fotos y con mi hermano éramos los más graciosos en nuestras obras de teatro, pero la moja no me dejaba tomar fotos porque decía que yo tenía que bordar y eso nunca pude; nunca terminé una tira de economía, ni bordé la funda. Lo mío es era escribir, dibujar y tomar fotos o imaginar que era fotógrafa.

–¿Y como dibujante?
Fui buena, todavía dibujo y pinto, pero no tuve la oportunidad porque como era mujer no me dejaban. Ahora yo estoy preparando mi libro y llevo poesía, fábulas y cuentos.

Familia Gutierrez Hernández.

–¿A qué edad se hizo su primera cámara?
A los 15 años con los ahorros. Mi hermana me daba dinero para el colegio y todo lo ahorré hasta que compré mi primera cámara. Soy ahorrativa, si gano cien lempiras, gasto 50 y ahorro el resto.

–¿Cuándo tomo sus fotografías profesionales?
En 1991 hice mis primeras fotografías profesionales. Mi hermano Eligio, que es periodista, me regaló la cámara profesional.

–¿Y en el nuevo libro qué nos ofrece?
Una nueva faceta, fotografías mías, mi inspiración poética y algunos poemas de mis sobrinos, pero ahorita estoy en veremos con el libro porque imprimirlo es muy caro. Hay una traducción al inglés también, que es de mi amiga Gabriela. Mis poemas son un recorrido por mi vida, cosas bonitas y desagradables.

–Cuál ha sido el mejor piropo que le han dicho
En una exposición donde yo participaba en Holanda me dijo un holandés: nosotros somos altos, pero tú eres más. Mi orgullo es haber dado a conocer mi trabajo en las exposiciones en las que he participado.

–¿Y en Honduras viaja?
En Honduras también he viajado dando talleres de fotografía y me ha tocado educar a niños, enseñarles también la poesía. Tengo más de 150 exposiciones a nivel mundial con otros artistas y sola. En Barcelona participé junto a 145 artistas y gané medalla de oro.

–¿Qué otros reconocimientos tiene?
La Hoja de Laurel, medallas de reconocimiento aquí y en otros países por dar a conocer a Honduras como una expresión artística a través de los paisajes y los rostros. En Barcelona me dieron medalla de oro por los rostros que expuse.

–¿Y los bancos y el gobierno no la apoyaría con sus nuevo libro y las fotografías?
No he tocado esas puertas.

–Ojalá se las abran. Vale la pena…

Fuente: La Tribuna

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