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Erandique rinde culto a Lempira y reta al desarrollo

Tegucigalpa, Honduras viernes 19 julio 2019

El otrora pueblo donde los españoles acamparon para sitiar a Lempira en 1537 es ahora una comunidad de emprendedores pobladores, donde casi todos son familia, se conocen por su apodo y se va la luz de a cada rato.

Es un pueblo de contrastes, donde a veces hace un tremendo calor y la temperatura desciende a 12 grados por las noches y a la vez todo mundo anda celular pero si no toman el bus de la mañana nadie puede salir del pueblo porque es el único transporte público.

El día que llegamos a la casa de “Chico Pancho”, como le dicen sus amigos, no había luz. Su nombre es Francisco Martínez, una especie de historiador infieri de todo lo que huele al cacique. Tiene una venta de pizza llamada “Frandelli”, pero es mil usos, y por decisión del pueblo es el encargado de cuidar la estatua del héroe que se levanta en el parque central.

Martínez nos lleva a una de las tres iglesias y se sienta en el muro, dándole la espalda, para contarnos la historia y las bondades del pueblo, rico en pequeños valles fértiles para la agricultura y ganadería y famoso por el ópalo, la piedra preciosa codiciada en el Siglo XVII. Tiene enfrente uno de las tres ceibas que fueron plantados hace más de cien años en cada una de las iglesias.

Don Francisco Martínez de espaldas a una de las tres iglesias coloniales de Erandique.

LA CUNA DE LEMPIRA

“Esta es la verdadera cuna de Lempira y no Gracias, debería ser un verdadero corredor turístico pero los gobiernos nunca se interesaron por desarrollar la zona”, explica.

Una hora después, volvemos a su casa porque se viene un fuerte aguacero. “La luz se va de a cada rato y a veces vuelve hasta el otro día”, advierte. Esa noche, regresó a las 12.

Cinco siglos después parecen haber pasado fugazmente en este pueblo. O se detuvieron. Casas antiquísimas de estilo colonial con tres iglesias, construidas en los años de 1,700 cada una con una ceiba centenaria.

A la más antigua de la iglesia le cortaron el frondoso árbol porque el alcalde, Adán Iglesias, construyó el parque central para rendirle culto al heroico cacique con una estatua broncínea con la leyenda en su base principal: “El Señor de la Sierra” en 1940.

Los sábados y domingos, la plaza central se llena de vendedores y compradores de todo el municipio.

Al lado del pedestal de casi tres metros, varios jóvenes mandan ráfagas de mensajes por whatsapp en constraste con Lempira, que se muestra invencible, soberbio y grandioso, como lo describe el poeta Luis Andrés Zúniga en su himno. El modelo fue un indígena llamado Félix López de 1.68 metros de estatura con su arco y flecha, acechando al enemigo.

Los sábados y domingos, la plaza se convierte en un mercado ambulante con vendedores de todo el municipio que llegan con verduras, carnes, artesanía, ropa y calzado, entre otros productos. Casi todas las calles son de tierra y a simple vista la impresión es de un pueblo muerto.

No se miran turistas a pesar de la cercanía con las míticas montañas de Piedra Parada, El Congolón, descritos en los reportajes anteriores, que junto con Coyocutena y Cerquín, muy cerca del pueblo, fueron el teatro de las batallas de indómito cacique.

Lleno de historia y potencial turístico, Erandique reta al desarrollo.

DESARROLLO

La carretera principal de tierra y en mal estado, desde San Juan, Intibucá, al lado de la pavimentada a Gracias, desalienta el turismo a lo largo de un corredor que llega hasta Candelaria y Piraera, pasando por Gualcinse.

Ciertamente, toda la región en sí, es una de las más vulnerables y desconocidas de la frontera sur del país pero rica en historia, no siempre para su bien. Aquí fue donde el presidente José María Medina depuso su presidencia en favor de Marco Aurelio Soto en 1776 y donde llegó también un falso cura de apellido Donaire, que estuvo involucrado en el derrocamiento contra Dionisio de Herrera, el primer presidente de Honduras en 1824.

El sacerdote impostor, había llegado ahí por el boon del ópalo, la piedra preciosa que se extrae de las montañas cercanas, aún explotadas por algunos artesanos locales. El falso cura les robó los títulos a los indígenas y después las vendió a familias de linaje español que también llegaron atraídos por el precioso metal. Hoy, Erandique reta el desarrollo pero todos los proyectos se van para Gracias.

Fuente: La Tribuna

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