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El Congolón guarda celosamente la gesta heróica de Lempira

Tegucigalpa, Honduras jueves 18 julio 2019

Después del peñón Piedra Parada, la “tumba” de Lempira, sigue El Congolón, donde una vieja leyenda Gualcinse, asegura que los españoles se llevaron la cabeza, pero el cuerpo fue enterrado aquí.

Mito o realidad, la imponente montaña de 500 años, sobrevive envuelta en la leyenda y como fiel centinela saluda al transeúnte en el camino de Erandique a Candelaria y Gualcinse, los tres municipios que se disputan su riqueza histórica.

Desde Piedra Parada, el trayecto puede ser de media hora en un carro doble tracción por una carretera serpenteada de tierra en regular estado, llena de vegetación y con profundos abismos a los lados.

La carretera pasa a un lado de El Congolón, cuya cresta supera los dos mil metros sobre el nivel del mar y desde donde se puede divisar, en días de cielos despejados, El Salvador y el Golfo de Fonseca.

Esta vez estaba sumamente nublado para echar un vistazo al mar y al país vecino pero lo suficiente claro para divisar la montaña desde una cancha de fútbol en el vecindario cercano.

A simple vista, es una montaña normal, nada para impresionar al transeúnte pero rica en historia, pues se trata del escenario que guarda celosamente los secretos de las batallas de Lempira contra los españoles en defensa de la soberanía nacional en 1537.

Las dos casas cercanas están cerradas y un muchacho en bicicleta pasa velozmente. Una señora con su hija pide permiso al cruzarse frente a la cámara pero lleva demasiada prisa para detenerse a platicar.

Dándole gusto a la imaginación, se puede recrear las batallas del “Señor de la Sierra” por los peñones y laderas donde ahora florecen robustos maizales, huertos de hortalizas y café, uno de los mejores de Honduras con fama internacional.

En estas planicies y montañas, dice la historia, Lempira estableció su campamento para luchar contra los españoles.

MONUMENTO NACIONAL

En los tiempos de Lempira, El Congolón era parte de la provincia de Cerquín, entre los ríos, Mocal y Jupual. Los pobladores de antaño, cuando no existía la carretera, subían poco a poco por los caminos de herradura, de peñón en peñón, hasta llegar hasta la punta casi cónica de 2,065 metros.

El vigoroso macizo, que forma parte de la cordillera madre de Celaque, (casi tres mil metros sobre el nivel del mar) se puede ver mejor desde Valladolid y La Virtud, los otros municipios más al sur de Lempira.

En 1941 se construyó un monumento en honor a Lempira en la cima de El Congolón pero ahora lo que existe es una antena de una telefónica privada, que ha inundado el sector con ventas de recargas pero con mala señal. Ni en El Congolón ni en Piedra Parada y sus alrededores entra una llamada de celulares.

En 2010, el Congreso Nacional declaró El Congolón monumento nacional en recuerdo a la gesta heroica de Lempira en defensa del territorio nacional, según investigaciones del historiador hondureño Mario Felipe Martínez Castillo en el Archivo General de Indias de España.

Martínez Castillo fue también el que corroboró la versión del relator Rodrigo Ruiz, bajo los servicios del capitán Francisco de Montejo, plasmado en el documento “Probanza de méritos”, escrito en México en 1558, que él le dio muerte al cacique en una lucha cuerpo a cuerpo y después le cortó la cabeza.

LA LEYENDA

En una tradición que se conserva en Gualcinse, en cuya jurisdicción queda la montaña, se afirma que después que mataron al cacique, los españoles le cortaron la cabeza y se la llevaron como trofeo para disuadir al resto de las comarcas rebeldes. El resto del cuerpo fue recogido por los indios y lo llevaron a la cumbre de El Congolón y allí lo sepultaron.

Este bus se quedó varado en su ascenso a El Congolón, algo muy normal en este tipo de transporte de la cordillera.

La tradición fue recogida por monseñor Federico Lunardi, nuncio apostólico del Vaticano en Honduras entre 1939 y 1942 y autor del libro “Lempira, el héroe de la epopeya en Honduras”, publicado en 1943. Lunardi recogió la versión de boca del secretario general del pueblo, Pablo Rodríguez, quien, a su vez, escuchó el relato de su padre, Francisco Rodríguez Castillo.

Antes y ahora, El Congolón ha inspirado todo tipo de leyendas, ensayos, libros y poesías. Desde radios, rutas de transportes, restaurantes y pulperías, exaltan su nombre. Luis Andrés Zúniga no pudo describirlo mejor en el Himno a Lempira: “Gran caudillo de huestes bravías/Nuestros valles y agrestes montañas/Contemplaron sus rudas hazañas/Por ser libre por siempre luchó”, escribió del héroe. “Y sin lucha valiente y sin gloria/Al caudillo por fin derribaron/Más los andes nevosos temblaron/Al caer en el gran Congolón”, agregó sobre el mítico cerro.

A falta de un atractivo turístico que retenga al viajero, la visita en la cima de El Congolón es de paso. A partir de allí, la carretera comienza un descenso, siempre serpenteado, con paisajes que parecen cuadros de óleo, rumbo a Candelaria, el próximo destino, y más abajo, Piraera, de donde, dicen, salió la chispa de la revolución indígena.

Fuente: La Tribuna

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