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Valle: Valorando sus potencialidades

Tegucigalpa, Honduras lunes 06 mayo 2019

En la nomenclatura política-administrativa del territorio hondureño, solo en dos ocasiones se utilizó el apellido de un prócer para designar a un departamento. A Valle, se le otorgó tal categoría para el año de 1893.

Décadas después, al cumplirse el primer centenario de la muerte del paladín centroamericano Francisco Morazán en 1942, se tomó su nombre para denominar al antiguo departamento de Tegucigalpa, como Francisco Morazán.

Con los nombres de los municipios, al menos los apellidos de nuestros próceres se han utilizado un poco más. Así tenemos los municipios de Cabañas en Copán y en La Paz, y uno nombrado Morazán en el departamento de Yoro. Cuando se creó el municipio de Patuca en Olancho, las autoridades estatales, bautizaron esa cabecera, como Froylán Turcios, sin embargo desde la visión popular la idea no cuajó, a la fecha se le reconoce únicamente como Nueva Palestina.

Al departamento de Valle de manera efímera, se le denominó durante el siglo XIX como “La Victoria”, en parte para conmemorar una batalla emblemática en las cercanías de Nacaome, en la que participó el general José Trinidad Cabañas. La intención de colocarle nombres o apellidos de nuestros próceres o de personajes distinguidos a nuestros términos geográficos, afianzan el sentido de identidad y pertenencia. En el caso de la República de El Salvador, también se honró la figura de Morazán y Cabañas, designando a dos departamentos con sus respectivos apellidos.

Los municipios que conforman a Valle son; Amapala, Goascorán, San Lorenzo, Caridad, Aramecina, Alianza, Nacaome, Langue, San Francisco de Coray, la mayoría de ellos ocupan las tierras bajas de la llanura del Pacífico, aunque en el paisaje del departamento se observan algunos cerros de elevaciones considerables, tanto que por sus características algunos expertos los definen como conos volcánicos extintos. Las “aguas termales” igual son frecuentes, en algunos sitios cercanos a Nacaome, ya se son alternativa turística. Los principales ríos que drenan esté departamento, son el Nacaome, Guacirope, Goascorán, este último es línea divisoria con El Salvador. Estos ríos son de curso corto y al atravesar cavidades milenarias, les permite arrastrar nutrientes de origen mineral, de ahí que aunque la deforestación de la región sur sea excesiva y que incluso no tenga comparación con el resto del país, los cultivos de caña de azúcar, mangos, ciruelas, melón, sandía, marañón e incluso la elaboración de lácteos, alcanzan calidad y sabores especiales sin comparación en el territorio nacional.

A varios municipios de Valle le corresponden parte del archipiélago del Golfo de Fonseca, formado por las islas; Zacate Grande, Exposición, Comandante, El Pacar, Chocolate, Garrobo (San Carlos), Garrobito (Garrobito), Guegüense, Pájaros, Vaca, Conejo, Violín, Inglesera, Sirena, Almejas y la Isla del Tigre que es la de mayor extensión en el Pacífico hondureño.

Algunas de islas en mención están habitadas, otras únicamente son breves porciones de tierra, donde anidan aves o sirven de estancias temporales para pescadores. Singular interés tiene la isla Conejo, motivo de controversia innecesaria con El Salvador, pues ya en el juicio de la Haya se estableció que dicha isla corresponde a Honduras. Es cierto que el proceso de demarcación fronteriza ha sido lento e incluso que se ha actuado con irresponsabilidad, pero, esa isla Conejo, es nuestra.

Amapala “niña arenosa…”

Esta población se localiza al pie del emblemático cerro El Tigre, considerado por algunos expertos como uno de los conos volcánicos de mayor belleza escénica en el área centroamericana. El término Amapala según el connotado investigador don Alberto Membreño, significa “cerca de los amates”, dicha explicación tiene mayor sustento, por la abundancia de estos árboles, característicos en dicha región.

Aunque las primeras referencias sobre el Golfo de Fonseca, las realizó Andrés Niño, a inicios de la segunda década del siglo XVI y quien utilizó el apellido del obispo español Juan de Fonseca, para designar dicho lugar, Amapala como centro poblacional, logró su incidencia varios siglos después.

Atractiva la descripción del viajero norteamericano Williams Wells a mediados del año de 1857 “ Amapala se ubica a 35 millas del estero real y a ocho del punto más cercano de la tierra firme. Se halla en una entrada al lado norte de la isla.” (…) Estando ya próxima la marea alta, el bongó echó anclas; a horcajadas sobre las espaldas de dos hombres que vinieron para ayudarnos bajar a tierra, siendo calurosamente saludados en buen inglés por varios caballeros, entre quienes habían, italianos, franceses, alemanes y norteamericanos, todos empleados en la isla, algunos como tenderos otros como dependientes de la casa Dárdano y Müller, y los norteamericanos, dueños de un aserradero en la parte oriental de la ciudad”, describió Wells.

Otros informes describen que desde Amapala, y desde otros puntos de la región sur de Honduras, salieron numerosos barcos cargados con maderas preciosas, la mayoría de ellos rumbo hacia Estados Unidos, significa que el nivel deforestación empezó temprano, por ello las consecuencias ecológicas ahora son evidentes.

De manera transitoria funcionó el Puerto del Tigre y fue un lugar atractivo para comerciantes, especialmente alemanes, que se convirtieron en el grupo de extranjeros, con mayor incidencia, especialmente en la región sur. Controlaron el comercio marítimo, el curtido de pieles, fábrica de jabón y toda actividad que genera ganancias.

Los mejores años que experimento Amapala a nivel económico e incluso en la construcción de algunos edificios, sin duda fueron las últimas tres décadas del siglo XIX, tanto que fue en ese puerto, donde los idealistas seguidores de la Reforma Liberal, inauguraron su ya conocido programa. Para ello la patria agradecida, le dedicó a Marco Aurelio Soto, el billete de dos lempiras, y que en el adverso figura la isla de Ampala.

En las primeras décadas del siglo XX, los comerciantes extranjeros impulsaron varias industrias en Amapala, hasta que estalló el conflicto de la segunda guerra mundial. Don Tiburcio Carías Andino, el dictador de ese momento, en solidaridad expresa con los Estados Unidos, se le ocurrió declararle la guerra a Alemania. No tenemos relatos ni documentación de cuántas tropas o acorazados zarparon de Honduras, al viejo continente. Los bienes de los florecientes comerciantes alemanes, fueron confiscados por decreto, más de algún historiador sustenta, que esos bienes, pronto fueron repartidos entre incondicionales del aludido dictador. Después del abandono forzado de los alemanes, Amapala declinó en sus fuentes de trabajo, y al parecer esa agonía aún no termina, complicando aún más su situación cuando por otro decreto, se le quitó la categoría de ciudad puerto, en tiempos de Melgar Castro, sin duda para la incipiente ciudad eso fue como darle “el tiro de gracia”.

Mientras en otras naciones hacer un puente para unir una isla con tierra firme se convierte en proyecto de país, en Honduras las cosas son distintas. En el gobierno de Simón Azcona, llegaron a colocar la “primera piedra del puente”, y no regresaron a colocar la última… El proyecto que pudo haber insertado a Amapala, con todas sus potencialidades no se construyó, tampoco dieron explicaciones de los fondos que ya estaban asignados. Amapala, sigue siendo ese centro histórico pretencioso y exquisito, que no se repite en Honduras, y que a muchos especialistas podría interesar. Sus monumentos, edificaciones, calles, plazas y sobre todo los escenarios geográficos, son de encanto. Su belleza escénica, no la hemos aprovechado.

En las últimas décadas se percibe una apuesta turística importante, ahora tiene más hoteles, restaurantes, plazas iluminadas y es de valorar las resientes inversiones con fondos públicos. Amapala y sus alrededores tienen condicionantes naturales, para insertarse de nuevo a la economía de la región, aparte de ser un lugar estratégico para tres países.

Fuente: La Tribuna

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