Tegucigalpa,Honduras lunes 30 noviembre 2020
Un grupo de científicos españoles coordinado por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ha hallado por primera vez la presencia de microplásticos en el agua dulce de un área protegida de la Antártida.
Los resultados, publicados en la revista ‘Marine Pollution Bulletin’, confirman la presencia de fragmentos contaminantes de poliéster, acrílico y teflón, con tamaños menores a cinco milímetros (de entre 0,4 y 3,5 milímetros) y distintas formas y colores.
Hasta ahora se sabía que los microplásticos (fragmentos de plástico menores a cinco milímetros) habían llegado al mar, a los ríos y a los suelos “de gran parte del planeta”, pero ahora los investigadores los han encontrado también en un espacio protegido de la Antártida, “posiblemente uno de los lugares más vírgenes del planeta», desataca la Universidad Autónoma en una nota de prensa.
Un estudio reciente, realizado por investigadores de esta universidad, el Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Universidad de Alcalá de Henares, ha identificado mediante una técnica llamada ‘micro-Ftir’, la presencia de microplásticos de poliéster, acrílico y teflón en la Península de Byers (en la isla Livingston, en la Antártida).
Los autores del trabajo recalcan que se trata de una zona de la Antártida que ha estado bajo distintas figuras de protección ambiental desde 1966 y cuyo acceso está “muy restringido”, hasta el punto de que solo se puede acceder al área por motivos científicos, con un permiso de la autoridad antártica pertinente y en grupos pequeños.
De hecho, en las últimas décadas, solo han accedido a esta región “un número muy limitado de científicos y por causas muy justificadas”, destacan los investigadores en el comunicado.
La investigación se realizó en uno de los arroyos de agua dulce que circulan en esta región en los meses de verano, donde los científicos se aseguraron de que nadie pasaba por las proximidades del arroyo en todo su recorrido durante la duración del experimento, y utilizaron redes para filtrar el agua del arroyo.
Los resultados hacen plantear a los investigadores la pregunta de “si queda algún rincón del planeta donde los microplásticos todavía no hayan llegado”, y advierten de que es necesario averiguar “cómo son transportados hasta allí”.
Lo importante, matizan, es que “sí se sabe de dónde vienen: de las actividades que todos realizamos”, porque los microplásticos se forman a partir de la degradación de los plásticos de mayor tamaño que desechamos de forma incorrecta.
Entre otros factores, llaman a reducir “en la medida de lo posible” el consumo de plásticos de un solo uso, especialmente aquellos empleados en embalajes.
Fuente: La Tribuna