
17.12.2025
El cerebro humano representa apenas el 2 % del peso corporal, pero consume alrededor del 20 % de la energía total del organismo. Esta alta demanda energética ha llevado durante años a la creencia de que el esfuerzo mental intenso puede traducirse en una quema significativa de calorías. Sin embargo, la evidencia científica indica que, aunque pensar más sí incrementa el gasto energético, el efecto es limitado y muy inferior al del ejercicio físico.
Diversos estudios han demostrado que el cerebro utiliza principalmente glucosa para funcionar y que su consumo energético se mantiene relativamente estable incluso en estado de reposo. Cuando una persona realiza tareas cognitivas complejas o prolongadas —como resolver problemas, concentrarse intensamente o memorizar información— el gasto energético aumenta, pero solo de forma marginal.
Un experimento citado por la BBC reveló que estudiantes sometidos a tareas intelectuales intensas frente a computadoras y aquellos que permanecieron en reposo gastaron casi la misma cantidad de energía durante la prueba. La diferencia se observó después: quienes realizaron el esfuerzo mental tendieron a consumir alrededor de 200 calorías adicionales, impulsados por una mayor sensación de hambre.
Los especialistas explican que este efecto se debe a que la concentración prolongada reduce levemente los niveles de glucosa en sangre, lo que provoca fatiga y estimula el apetito. Sin embargo, esto no significa que el pensamiento en sí queme grandes cantidades de calorías.
El gasto energético del cerebro en cifras
La neurocientífica Sharna Jamadar, de la Universidad de Monash en Australia, analizó junto a su equipo estudios internacionales y datos de laboratorio para estimar el gasto metabólico del cerebro durante la actividad cognitiva. El análisis, publicado en 2025 por Quanta Magazine, concluye que el cerebro en reposo quema entre 250 y 350 kilocalorías al día, cifra que representa cerca del 20 % del consumo energético diario de una persona promedio.
Incluso en escenarios de pensamiento intenso, el aumento del gasto calórico equivale a menos de una caloría adicional por minuto. La mayor parte de la energía cerebral se destina a funciones basales esenciales, como el control de la respiración, el ritmo cardíaco, la regulación corporal y el procesamiento sensorial.
Pensar no sustituye al ejercicio
Los expertos coinciden en que, para quemar una cantidad relevante de calorías, el cuerpo necesita actividad física. Caminar a paso moderado durante una hora, por ejemplo, puede gastar unas 200 kilocalorías, una cifra muy superior a la que se obtiene tras una jornada completa de esfuerzo mental.
Aunque el cerebro se mantiene activo día y noche —incluso durante el sueño— y su funcionamiento es extraordinariamente complejo, la variación energética asociada al pensamiento sigue siendo modesta. Por ello, los especialistas recomiendan no sobrestimar el impacto del esfuerzo intelectual en la pérdida de peso o en el metabolismo.
En conclusión, pensar más sí consume algo más de energía, pero el efecto es mínimo en términos calóricos. El ejercicio físico continúa siendo la forma más efectiva de aumentar el gasto energético diario, mientras que la sensación de hambre tras largas jornadas de concentración responde más a cambios en la glucosa que a una quema significativa de calorías.
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