Tegucigalpa,Honduras sábado 12 se septiembre 2020
Allá lejos de la ciudad capital, en las zonas más postergadas del vasto departamento de Olancho, tres docentes hacen honor a su profesión quienes, sin importar los riesgos, cruzan ríos y caminan por largas horas con el fin de llevar el pan del saber a sus alumnos.
Y es que los centros educativos donde imparten el pan del saber se encuentran en comunidades lejanas, pero no es impedimento para que cumplan con su trabajo aún en tiempos de pandemia.
Las historias de estos tres profesionales de la enseñanza fueron compartidas a través de las redes sociales de la Secretaría de Educación recibiendo mensajes positivos de parte de la población hondureña.
NO IMPORTA EL RIESGO
Dos veces por semana Ana Lourdes Lobo Acosta, abandona la comodidad de su hogar para encaminarse hacia la aldea El Naranjal, donde ejerce la labor de maestra unidocente.
Son 16 alumnos, de primero a sexto grado, los que fueron matriculados este año en la Escuela Rural José Cecilio Del Valle, de la lejana comunidad, y que están a cargo de Lobo Acosta.
En su travesía rumbo a la escuela, la maestra debe cruzar una quebrada, exponiéndose a ser arrastrada por la fuerza de las corrientes, ya que cruza las aguas apoyada nada más en sus piernas y las oraciones que eleva antes de salir de casa.
RECOMPENSA
Su jornada inicia a las 8:00 de la mañana, y concluye a las 2:00 de la tarde, que es cuando regresa a su vivienda para reencontrarse con su familia.
“Mi satisfacción al correr riesgos y exponerme es el compromiso que tengo como docente siendo el canal funcional del proceso educativo, llegando a mis alumnos, visitándoles casa a casa”, afirmó.
La educadora mencionó con satisfacción que su principal recompensa es ver la alegría con la que sus alumnos le reciben y el progreso que alcanzan en el proceso enseñanza aprendizaje.
CON HIJO EN BRAZOS
Otra de las historias ejemplares, es la de María Bu Hernández, docente originaria de Santa María del Carbón quien labora en el Centro Educativo Rubén Darío, ubicado en la aldea La Bolsa de Río Abajo, en San Esteban, Olancho.
La maestra, decidida a cumplir con su labor, luego de recibir los cuadernos de trabajo que elaboró la Secretaría de Educación para los alumnos que no tienen acceso a tecnología, sin dudar cargó en brazos a su hijo, de año y medio, y emprendió camino hacia su centro de enseñanza.
Para lograr su cometido Hernández viajó en motocicleta durante una hora, sosteniendo a su pequeño en el pecho, para luego subirse a una canoa por espacio de 10 minutos tiempo que le toma cruzar un caudaloso río.
De esta manera, la abnegada docente, logró llegar casa por casa, siguiendo el protocolo de bioseguridad, con la finalidad de entregar el material educativo a sus 47 estudiantes que conforman la matrícula de primero a sexto grado.
La historia de retos y sacrificio de estos héroes de la educación también la escribe el docente Waly Oriel Alvarado Meza quien, a bordo de su motocicleta, recorre una hora con 30 minutos hasta llegar al caserío El Chile, en el municipio de Esquipulas del Norte, Olancho.
Los alumnos de la Escuela Gylian Guifarro de Gómez, 15 en total, son los educandos por los que en los últimos cinco años se ha sacrificado Alvarado Meza.
Relató que cuando no cuenta con la motocicleta son de cinco a seis horas las que camina, para llegar al lugar, donde le toca cruzar también un río y de esa manera atender a sus estudiantes.
Para estos aguerridos y entregados maestros nuestro reconocimiento, pues hacen de su profesión una noble y valiosa labor.
Fuente: El Pais