Tegucigalpa, Honduras domingo 16 febrero 2020
Madre de dos niños, uno de cinco y el otro de 10 años, se levanta desde tempranas horas para prepararse junto a ellos y llevarlos a la escuela para luego dirigirse a su trabajo desde la aldea el Carmen hasta el centro de salud Miguel Paz Barahona, en donde presta su servicio y se desarrolla como cualquier otra persona que en el lugar labora.
Se lee como una rutina cualquiera, sin embargo, es el diario vivir de Olga Marina Guzmán, una valiente mujer que desde los 12 años comenzó a padecer la enfermedad de glaucoma pero que fue hasta los 18 años que le arrebató la vista totalmente, lo que significó, según sus palabras, “que el mundo se le viniera abajo”.
“Fue para unas vacaciones antes de entrar a la escuela cuando comencé a padecer de problemas en mi vista; recuerdo que al comenzar las clases no veía las líneas del cuaderno y fue cuando mis padres me llevaron al médico para saber que ocurría y es ahí en donde me detectan el glaucoma”, dijo Guzmán sin dejar de armar las gasas que utiliza el personal médico y de enfermería para atender a los pacientes que a diario llegan al lugar en donde trabaja.
Guzmán explicó, que el glaucoma que padece no tienen cura y que de repente, si hubiese sido descubierto de manera temprana, tal vez este no hubiera sido tan invasivo y podría haberse controlado o hacer más lento su desarrollo.
“Realmente mi enfermedad fue rápida, ya cuando tenía 18 años no veía, pero aun así logré graduarme de Administración de Empresas. Fue algo difícil y puedo decir que es como nacer de nuevo ya que se debe aprender nuevas cosas, aprender a vivir con esto”, relató.
Hoy en día tiene un año y dos meses de trabajar en este centro asistencial y es preparando las gasas y sellando recetas lo que normalmente se encuentra haciendo, sin embargo, también presta cuidado a más de algún paciente que llegan en busca atención, “si de mí corresponde ayudar a las personas, yo con mucho gusto lo hago” enfatizó.
VENCIENDO MIEDOS
Actualmente, preside la Unión Nacional de Ciegos de Honduras (Uncih), una organización que solo en esta ciudad presta servicios a más de 175 personas no videntes y en donde les ayudan a reinsertarse a la sociedad, pero además de luchar por los derechos, hacerlos prevalecer y sobre todo, a vencer los miedos.
“Cuando llegué a la Uncih, me ayudaron en capacitaciones para saber cómo hacer las tareas diarias como el área organizativa, el área personal, pero sobre todo a conocer y defender nuestros derechos y saber que hay más personas con nuestras mismas limitaciones ya que en un comienzo uno siente como que si fuera el único, pero ya estando ahí te das cuenta de que hay muchos más que están pasando por la misma situación de uno”, contó.
En ese mismo sentido, explicó que ahora ella trabaja ayudando a personas que están pasando por lo mismo que ella un día pasó.
“Nosotros luchamos por el respeto de los derechos de las personas no videntes. La sociedad cree que nuestros derechos son diferentes a los de ellos, pero en realidad son los mismos de cualquier hondureño, sin embargo son violentados en la mayoría”, lamentó.
Guzmán confesó que en un principio es difícil y que tuvo muchos miedos, pero luego decidió reponerse y seguir adelante “eso horrible, es como que el mundo le caiga encima pero cuando uno aprende a sobrellevar la situación uno aprende a ver lo divertido que es y que es parte de la vida”, finalizó.
“Solo pedimos que no nos miren diferente, que nos traten igual y que no le teman a acercarse a una persona ciega porque no tenemos nada diferente, sencillamente pedimos y exigimos los derechos comunes de cualquier persona”. Olga María Guzmán.
“A pesar de que no puede ver, puedo decir de que tiene una gran capacidad y tenacidad ya que si lo puede hacer lo hace y para ella no hay nada imposible”. Sulma Ponce.
Fuente: El Pais