
2/12/2025
En lo profundo de la selva de la Mosquitia, en Honduras, se encuentra un lugar que parece detenido en el tiempo: la Ciudad Blanca, también conocida como la Ciudad Perdida del Dios Mono. Este misterioso enclave combina historia antigua y riqueza natural, ofreciendo un destino único para quienes buscan aventura y descubrimiento.

Descubierta oficialmente en 2015 por arqueólogos británicos, la ciudad conserva esculturas, herramientas y vestigios de una civilización olvidada. Entre sus tesoros destacan figuras de hombres jaguar y obras que han permanecido ocultas por más de mil años, revelando secretos de un pueblo que coexistió con la naturaleza de manera sorprendentemente armoniosa.
Pero la Ciudad Blanca no es solo un sitio arqueológico. La ausencia prolongada de actividad humana convirtió a la zona en un santuario para especies únicas. Investigaciones del Programa de Evaluación Rápida (RAP) documentaron cientos de mariposas, polillas, murciélagos, reptiles y anfibios, incluyendo varias especies desconocidas para la ciencia y otras que se creían extintas, como el murciélago de cara pálida o la serpiente coral de árbol falso.

Sin embargo, este paraíso está en peligro. La deforestación causada por la agricultura ilegal amenaza con borrar este tesoro del mapa. A pesar de haber sido declarada área protegida en 2015, su aislamiento y difícil acceso no han sido suficientes para garantizar su conservación.
Proteger la Ciudad Perdida del Dios Mono significa más que salvaguardar ruinas o especies: es conservar un laboratorio natural que aún guarda secretos vitales para la ciencia y la historia. Visitarla, conocerla y apoyar su preservación es ser parte de un esfuerzo global para mantener intacta una de las joyas más extraordinarias de Centroamérica.

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