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COVID-19 en China: Pekín actúa contra sus propios ciudadanos

Tegucigalpa,Honduras jueves 05 enero 2023

a cúpula de la República Popular China sigue fiel a sí misma. Lamentablemente, debe decirse. La dictadura de Pekín no cumple con uno de los pedidos de la Organización Mundial de la Salud: la OMS quiere datos precisos en tiempo real sobre la ola de coronavirus que recorre el país. Ya poco después del estallido de la pandemia, a fines de 2019 en la ciudad de Wuhan, quedó claro que el Partido Comunista (PC) no tiene ningún interés en proteger a su propia población, ni tampoco a la población mundial. En ese momento Pekín presionó a la OMS para que esta no calificara de pandemia a la nueva enfermedad, que arrasaba el país, y para que aislara del resto del mundo al vecino democrático Taiwán, que documentaba de manera ejemplar el brote de COVID-19.

Poco más tarde, Australia -que había pedido información a Pekín sobre la causa del virus- fue sancionada económicamente por el PC. El gobierno chino también rechazó la solicitud de una comisión internacional de expertos para visitar China con el objetivo de prevenir futuros brotes.

El comportamiento sospechoso de Pekín alimentó en todo el mundo la sospecha de que el virus sí había surgido de un laboratorio de experimentación en Wuhan, no lejos del mercado en el cual se contagiaron las primeras personas. Pero los servicios secretos como la CIA parten, sin embargo, de que se podría haber tratado de un accidente, y no de un ataque intencionado del PC contra la humanidad. Si se probara que eso es cierto, Pekín recibiría demandas exigiendo reparación de todas partes del mundo.

Los chinos castigan al gobierno por su propaganda

Compartir datos con la OMS ayudaría, sobre todo, a los ciudadanos en China. Pekín no tiene interés en eso ahora, al igual que entonces. El doctor Li Wenliang, que fue el primero en ver que se acercaba la pandemia y quería compartir sus hallazgos con otros médicos de la ciudad, fue acosado y amordazado por la Policía estatal. Él mismo murió de COVID-19 mientras cumplía con sus deberes médicos, y desde entonces es venerado como un santo en China.

Alexander Görlach, columnista de DW.

En noviembre de 2022 hubo protestas en todo el país, desatadas por un incendio en una vivienda que se saldó con, al menos, 10 muertos, presuntamente debido a que los vehículos de rescate no lograron llegar al lugar a causa de las estrictas medidas contra el coronavirus. Algunos manifestantes pidieron luego que el Partido Comunista y su líder, Xi Jinping, fueran expulsados del gobierno. Xi es responsable de la ola de muertes que azota al país, porque, tras el fin de las medidas de vigilancia que había decretado y que se aplicaban bajo el nombre de «Cero covid”, el PC lanzó la consigna de que, a partir de ahora, cada uno es responsable de su propia salud. Es inevitable que haya más protestas, porque la gente ya no confía en el Partido Comunista.

Los ciudadanos comparten en internet la historia de su contagio, suben videos de hospitales saturados, de innumerables bolsas con cadáveres y crematorios abarrotados, datos que desmienten la narrativa oficial del PC. Cuando aproximadamente 2.700 personas murieron en un día solo en Pekín, el gobierno afirmó rotundamente que solo dos personas habían muerto de COVID-19. Luego de que el gobierno se diera cuenta de que la gente ya no le creía, dejó de informar por completo acerca de la cantidad de infecciones, a fines de diciembre. Después de eso, la OMS hizo un llamado a trabajar mejor con la comunidad internacional.

Pekín, un peligro para la salud mundial

El hecho de que varios países -desde Estados Unidos, pasando por Italia e India, y hasta Corea del Sur-exijan ahora test negativos de coronavirus a toda persona que llegue de China es una decisión absolutamente correcta. Al mismo tiempo, esa norma es una carta favorable para Xi, que vende eso a nivel nacional como una actitud malvada del resto del mundo hacia los chinos. Desde el brote en Wuhan hasta esta ola reciente, la pandemia le habrá costado la vida a, como mínimo, un millón de personas en China, según estimaciones de la Universidad de Hong Kong. El manejo de Pekín de este nuevo brote demuestra que no se puede confiar en el Partido Comunista, ni siquiera cuando se trata de la vida de la población de su propio país, y de la protección de todas las personas en el mundo.

Al líder Xi Jinping le gusta presentarse como un gobernante responsable, que quiere que China ocupe un lugar central en la política internacional. Pero, por el contrario, la verdad es que Xi se junta solo con otros dictadores, incluidos los de Moscú, Pyongyang y Teherán. Bajo el liderazgo de Xi Jinping, la República Popular China se ha convertido en la amenaza número uno para la paz y la salud mundiales. Esperemos que la OMS lamente ahora que hace solo unos años se dejó dominar por Xi cuando dudó en clasificar al COVID-19 de pandemia, en la primavera de 2020. Y en las plazas del mundo libre deberían erigirse monumentos en honor al Dr. Li Wenliang.

Alexander Görlach es miembro sénior del Consejo Carnegie de Ética en Asuntos Internacionales e investigador asociado del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford. Después de sus estancias en Taiwán y Hong Kong, esta región del mundo, especialmente el surgimiento de China y lo que significa para el mundo libre, se convirtió en su tema central. Ha ocupado diversos cargos en la Universidad de Harvard y la Universidad de Cambridge.

Fuente: made for minds

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