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Dulce nombre de Culmí celebra este 2 de enero el día de Dulce nombre de Jesús con su feria patronal

 

Dulce Nombre de Culmí celebra su feria patronal. Las autoridades municipales de Dulce Nombre de Culmí, Olancho, la iglesia Católica y la población de este municipio celebran su feria patronal en honor al santo patrón Dulce Nombre de Jesús.

En tiempos remotos, la festividad en honor al santo Dulce Nombre de Jesús era de las más populares en el departamento de Olancho, ya que el histórico municipio era visitado por pobladores de diferentes sectores.

Los días 30 y 31 de diciembre, y los primeros días de enero son las fechas más concurridas, y entre sus actividades destacan las religiosas, culturales y educativas.

Su territorio está ubicado al Este del municipio de Catacamas, en el valle de Olancho, al noroeste del río Wampú y al sur de la montaña de Malacate.

Fue fundado el 25 de enero de 1856, por el presbítero Manuel de Jesús Subirana, quien trasladó el pueblo al lugar llamado en esa época Pueblo Viejo, a unos cuatro kilómetros de distancia hacia el Este.

La categoría de municipio le fue otorgada el 30 de junio de 1898. Unos frailes que viajaban de tránsito de Guatemala hacia la costa norte de Honduras le obsequiaron a los pobladores el santo de Dulce Nombre de Jesús.

Cabe destacar que en el municipio existe una masiva presencia de la tribu Pech, quienes además del castellano, hablan su lengua indígena. Son grandes devotos del santo patrón.

Geográficamente, Culmí es uno de los tres municipios más grandes del departamento de Olancho, y tiene como actividad principal de producción la ganadería y el café.

Tiene una extensión territorial de 2, 925.03 kilómetros cuadrados, una población aproximada de 35 mil habitantes, quienes viven en la zona urbana y en la rural, conformada por 27 aldeas y 104 caseríos.

Colinda al Norte con el municipio de Iriona, Colón; al Sur con Catacamas, al Este con Brus Laguna y Puerto Lempira, Gracias a Dios; y al Oeste con San Esteban y Catacamas.

 

DULCE NOMBRE DE JESÚS 

El nombre de Jesús –dice Baur– es un nombre inventado en el Cielo y traído de allí por el Ángel Gabriel, para comunicárselo a la Virgen en el instante de la Anunciación: Darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús. Ahora bien, los nombres impuestos por el Cielo siempre significan un don gratuito otorgado por Dios. Siendo en Cristo este don de la gracia. La salvación de los hombres, con toda propiedad se le impuso el nombre de Jesús, que quiere decir Salvador.» (Santo Tomás de Aquino).

Y, ciertamente, «ningún otro nombre nos ha sido dado bajo el cielo por el cual podamos salvarnos» (Epist.). La devoción al nombre de Jesús es una preciosa herencia que recibimos de Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán. El Beato Jordán de Sajonia, el Beato Enrique Susón, Santa Catalina de Siena y el Beato Juan de Vicenza, fueron apasionados devotos de este Santo Nombre.

La Iglesia, pero especialmente algunos de los primeros Padres que crearon su doctrina, insistió en la veneración al «dulcísimo» o «sacrosanto» nombre de Jesús. De hecho, aunque el día 1 de enero se celebraba ya esa fiesta, La Iglesia ha dispuesto se celebre esta fiesta al día siguiente de la octava de la Epifanía, a fin de honrar por modo especial el nombre de Jesús, que es:

Nombre verdaderamente divino, que sólo Dios pudo imponer al Salvador del mundo. Nombre venerable, que hace doblar la rodilla a todas las grandezas de la tierra. Nombre sacrosanto, que pone en fuga a los espíritus diabólicos. Nombre omnipotente, en cuya virtud se han obrado los mayores milagros. Nombre salutífero, de quien reciben en cierto modo toda su eficacia los Sacramentos de la Nueva Ley. Nombre propicio, pues todo lo puede con Dios, y por respeto al nombre Jesús oye benigno nuestras oraciones. Nombre glorioso, extendido por el celo de los apóstoles a todos los gentiles y a todos !os reyes de la tierra. Nombre augusto, por cuya confesión los santos mártires se gloriaron en sufrir cruelísimos tormentos. Nombre, en fin, incomparable, pues no hay otro debajo, del Cielo en cuya virtud podamos ser salvos. Alabémosle, pues, y bendigámosle en todo tiempo.

San Bernardo, San Juan Crisóstomo, San Gregorio Niceno, Orígenes o San Agustín son algunos de los escritores sagrados que insisten en la importancia del nombre: «Quid est Jesus, nisi Salvator?», dice San Agustín, y San Bernardo lo llama «óleo saludable» que sana cuando la devoción lo aplica, denominándolo también alimento, fuente, medicina y luz, según recuerda Santiago de Vorágine en su Leyenda Dorada.

Gregorio X, en 1274, confió a la Orden de Predicadores, en la persona del Maestro General, Beato Juan de Vercelli, «la predicación de la devoción que derrama dulzura sobre los corazones.» Se erigieron Cofradías en las iglesias de la Orden, y tan florecientes, que alguna de las actuales, como en los EE. UU. pasa de tres millones y medio el numero de hombres asociados. El fin de la Cofradía es propagar la devoción y culto del Nombre de Jesús contra la blasfemia y profanación de los días festivos. (Tomado del Misal de la Orden de Predicadores, editado en Valencia en 1958.)

BREVE CRONOLOGÍA DE LA HISTORIA DE LA DEVOCIÓN AL DULCE NOMBRE DE JESÚS

Durante el Concilio de Lyon, año 1274, el Papa Gregorio X dictó una Bula encaminada a desagraviar los insultos que se manifestaban contra el Nombre de Jesús. Las órdenes de los Dominicos y los Franciscanos fueron las encargadas de custodiar y extender dicha devoción por toda Europa. Así, Gregorio X escribió una carta a Juan de Vercelli, el entonces Superior General de los Dominicos, donde declaraba, «Nos, hemos prescrito a los fieles… reverenciar de una manera particular ese Nombre que está por encima de todos los nombres…».

Este acto resultó en la fundación de la Sociedad del Santo Nombre. Se decía que el Nombre de Jesús estaba en la boca de San Francisco «como la miel en el panal» y San Francisco mismo escribió, «ningún hombre es digno de decir Tu Nombre». Luego, San Bernardo escribió sermones enteros sobre el Nombre de Jesús y dijo: «Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, un canto de delicia en el corazón». San Buenaventura exclama, «Oh, alma, si escribes, lees, enseñas, o haces cualquier otra cosa, que nada tenga sabor alguno para ti, que nada te agrade excepto el Nombre de Jesús».

Con el nombre “Sociedad del Santo Nombre de Dios” es fundada en 1430, por Fray Diego de Vitoria en el Convento de San Pablo de la ciudad de Burgos la primera Cofradía del Dulce Nombre de Jesús de España mediante la Bula «Salvatoris et Nómini Nostri Iesu Christi».

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