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Vacuna contra el coronavirus: los descomunales desafíos para lograr desarrollar (y distribuir) una en solo 12 meses

Frascos de vacunas.

Las vacunas no salvan vidas por sí solas sino que más bien lo hace el proceso de inmunización. Esto muestra el enorme desafío que el mundo enfrenta ahora mismo. El método de desarrollo que se utiliza para crear una vacuna en el laboratorio es distinto del que usa la industria farmacéutica para lograr dotar de inmunidad a la población.

Ya producimos miles de millones de dosis de vacunas cada año, desde la gripe, hasta la vacunación conjunta contra el sarampión, las paperas y la rubéola. La pandemia de gripe porcina de 2009, en la que cientos de miles de personas murieron, llevó a que se produjeran y entregaran unos 3.000 millones de dosis en solo seis meses.

Desarrollar una vacuna nueva es un proceso largo. El brote de ébola en África occidental entre 2014 y 2016 causó la muerte de más de 11.000 personas.

Científicos de la Agencia de Salud Pública de Canadá llevan trabajando en la vacuna rVSV-ZEBOV desde 2003 y no fue hasta el brote de ébola que se completaron los ensayos clínicos. Su desarrollo concluyó en noviembre de 2016 y fue aprobada definitivamente tres años más tarde, solo después de la realización de un estudio adicional con 15.000 personas.

Crear y producir una vacuna completamente nueva a escala global o nacional mientras se mantiene la producción del resto de vacunas es un esfuerzo hercúleo, según dicen los expertos.

«Estamos haciendo una vacuna para un virus para el que nunca la hicimos antes, que no ha sido aprobada y empleando plataformas que no se han usado de manera extensa en la clínica con los pacientes», explica Angela Rasmussen, viróloga del Centro de Infecciones e Inmunidad de la Universidad de Columbia, Estados Unidos.

Normalmente pueden pasar 10 años desde el desarrollo inicial de una vacuna hasta su distribución masiva. Pero para la covid-19 hay un esfuerzo global para reducir ese periodo a solo 18 meses sin reducir los estándares de seguridad.

En ese esfuerzo resulta clave el proceso de desarrollo paralelo que en esta crisis está utilizando la industria farmacéutica

Distintas fases

Habitualmente, la investigación de una vacuna se lleva a cabo en una secuencia.

Debe haber una fase de desarrollo en el laboratorio, seguida de la de ensayos con animales y luego varias fases de ensayos clínicos. Una vez que todas estas etapas han sido completadas con éxito, se solicita la aprobación para la vacuna y finalmente se inicia la producción.

En la vacuna de la covid-19, se están realizando en paralelo varias fases.

La urgente necesidad de la vacuna obliga a ello, pero tiene el efecto colateral de que al completarse una de las fases no se transmite la información de la manera habitual.

Por ejemplo, los resultados de las pruebas con animales suelen servir de orientación sobre la dosis aproximada con la que deberían iniciarse las pruebas en humanos. En el contexto actual, los datos que se obtienen en las diferentes fases han de ser analizados simultáneamente.

«En realidad estamos viendo datos preclínicos obtenidos de primates no humanos para vacunas que ya se encuentran en la fase 3 de los ensayos clínicos», explica Margaret Liu, presidenta del consejo de la Sociedad Internacional para las Vacunas.

Incluso campañas de inmunización masiva como la que se lleva a cabo contra la polio en todo el mundo supondría un reto minúsculo en comparación con el que se necesita contra la covid-19.

Necesidad de infraestructura

Como parte del proceso de desarrollo paralelo, se están construyendo potenciales fábricas en varios lugares del mundo, antes incluso de que se aprobara ninguna vacuna. Esto implica un riesgo importante, ya que puede que algunas de las vacunas ahora en desarrollo no sean finalmente aprobadas.

Este tipo de centros de producción solo son posibles con enormes inversiones, como los US$10.000 millones que ha se han destinado a la llamada Operación Velocidad Endiablada, una iniciativa del gobierno de Estados Unidos.

Aumentar la producción de una vacuna no es un simple caso de ampliar el proceso que se utiliza en el laboratorio. Puede compararse con hornear un bizcocho: una receta puede servir para cocinar uno pequeño, pero si se triplican los ingredientes, puede resultar que nuestro bizcocho se queme por los bordes y quede pastoso en el centro. Aumentar la producción de vacunas puede llevar a problemas similares.

«Procesos que funcionan bien a pequeña escala, no tienen siempre los resultados previstos en cantidades mayores«, afirma Bryan Deane, director de Nuevas Medicinas y Política de Datos de la Asociación Británica de Industria Farmacéutica.

Por ello, se necesita un aumento gradual del proceso de producción, en el que la vacuna se produzca en lotes cada vez mayores, examinando cada lote para asegurarse de que su eficacia se mantiene.

Escasez de envases

Generalmente, las vacunas se distribuyen en pequeños envases de vidrio. Aunque resulte sorprendente que el cristal pueda ser un bien escaso, las vacunas suelen envasarse en uno de un tipo especial llamado vidrio borosilicatado. Es altamente resistente a los cambios de temperatura y tiene una baja reactividad química para evitar que se contamine lo que contiene.

Dada la descomunal demanda de estos envases que está generando la covid-19, esto también podría limitar la cantidad de vacunas disponibles inicialmente.

Frascos de vidrio.
Las vacunas se suelen conservar un vidrio especial.

Los frascos multidosis podrían mitigar este problema, pero también podrían hacer que se malgastaran dosis de la vacuna si al final no se consume todo el fármaco que contienen. Cuando la demanda es tan alta, esto debería evitarse.

La mayoría de vacunas deben conservarse refrigeradas, pero algunas de las desarrolladas para la covid-19 deben almacenarse a temperaturas tan bajas como -70 °C. Hay refrigeradores capaces de alcanzarlas en muchos laboratorios, pero no son tan habituales en los centros médicos.

Para sortear el problema del almacenamiento en frío, compañías de transporte como UPS y DHL están construyendo en todo el mundo enormes centros de refrigeración con capacidad para almacenar vacunas hasta a -80 °C.

«Se han desarrollado monitores para asegurarse que se registra la temperatura», indica Liu. «No se quiere algo que se descongela y luego se vuelve a enfríar. Se tiene que saber qué sucede a cada segundo durante el transporte».

También está lo que se conoce como el Problema del Último Kilómetro. La distribución a las ciudades más grandes es bastante fácil, ya que tienen centros de transporte, pero llegar a las localidades más pequeñas y a los pueblos alejados será mucho más difícil, sobre todo en los países en desarrollo.

Bien podría ser que viéramos una distribución gradual de una vacuna contra la covid-19 para la primavera boreal de 2021, llegándose a una distribución masiva meses después. Antes de eso, ya se están tomando medidas para que la capacidad de producción y distribución pueda cubrir la demanda global.

Quizá sea un desafío colosal, pero lo que ya se ha logrado, gracias a la colaboración y a un trabajo colectivo sin precedentes, muestra que no es insuperable.

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