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Escritores occidentales: Alex Darío Rivera

Tegucigalpa,Honduras martes 08 de septiembre 2020

1- ¿Cómo fueron sus inicios en la literatura y que factores definen su trayectoria?
Nací en el seno de una familia pobre, y tal vez por ello, divinamente amorosa. En mi casa, cuando niño, no había libros, excepto la Biblia que en lecturas infantiles leía cuando nos llevaban a la iglesia. Recuerdo que sentí una fuerte conmoción con la palabra durante las vacaciones, al finalizar el período escolar, mi familia nos enviaba, junto a mi hermano David, a la casa del abuelo Rosendo, y en las noches, atraídos por la luz de las lámparas Coleman, en al corredor de su casa, llegaban vecinos y trabajadores a contar lo que les había ocurrido durante el día, y lo hacían con una riqueza oral fabulosa, un sentido del humor y elementos mitológicos y fantasiosos que me fascinaban. La palabra tenía magia, y despertaba en mí, a temprana edad cierta curiosidad por esas diversas formas de lenguaje. En segundo grado, en la Escuela Marcos García de Santa Bárbara, comencé a visitar la biblioteca, misma que estaba a cargo de la profesora Rosa Ana Fernández, quien nos motivaba a leer, y a la vez, nos leía con una capacidad histriónica que nos conmovía, nos llevaba a intuir que detrás de las palabras siempre se escondían misterios que invitan a dilucidarlos. El llamado del libro era tan fuerte, que me llevó a vencer la timidez y proponerle a la maestra el hecho de prestarme libros para llevar a la casa a cambio de ayudarle en el orden y la limpieza de la biblioteca.

2-¿Cuál fue su primera obra, y que circunstancias le motivaron a escribirla?
Mi primer libro publicado fue “Introspecciones Extintas”, es un libro que ahora que lo miro, siento que no tuvo que ser publicado, pero a la vez, fue una experiencia que me ha llevado en esa búsqueda de superar lo anterior que no acabará nunca. Estaba el libro impreso en hojas sueltas en la habitación que hemos destinado en la casa para recibir amigos, y Anna Stieckel, los encontró, me propuso ilustrarlo, y me motivó a publicarlo. Ese libro es un acercamiento a esa cosmovisión prehispánica que algunos de sus rasgos han logrado sobrevivir a pesar de todo el exterminio cultural que hemos históricamente atravesado. Yo acababa de regresar de Panamá, y traía conmigo una profunda visión holística que encontré y sigo encontrando en esas culturas que considero debemos retomar en varios aspectos.

3- ¿Qué le aporta la escritura a su vida familiar y social?
La escritura en mi caso es una vía de escape. Es la posibilidad de sanarme de la colectividad en un plano casi siempre solitario o reducido. Pero no es un afán de evadir la realidad, sino hurgarla, incomodarla, sacarle la lengua, desde la posibilidad que ofrece un poema o un cuento. He considerado que la casa donde habito junto a mi familia, es una pequeña patria-matria, y en ella montamos procesos democráticos, revolucionarios, resistencia social y mecanismos contraculturales, y lo hacemos, porque al salir de ella, nos enteramos que lo que se nos ha dicho que es patria, sigue siendo solo una aspiración de no muchos paisanos. Los libros son una especie de compañía que no es para nada silenciosa, sobre todo en el contexto de estas medidas de confinamiento. La escritura y la realidad nos aportan temas de conversación familiar; y en el ámbito social, casi siempre me desintereso en lo que un libro pueda o no aportar, sobre todo, porque se lee poco, a tal punto que, en todo el departamento de Santa Bárbara, no tenemos ni una librería. Si escribiera pensando en lo que un libro mío va concretamente a aportar a la sociedad, creo que habría perdido el ímpetu de hacerlo.

4- ¿Podría compartir con los lectores quién se envuelve tras el autor de Re-cuentos a media luz?
“Re-cuentos a media luz”, recoge treinta y ocho cuentos, unos largos, la mayoría cortos. Creo que el autor de esas historias sigue siendo ese cipote curioso e inquieto que correteaba por las márgenes de ese riachuelo que atraviesa el viejo poblado de Santa Bárbara (la quebrada Cataquila). Es alguien que de manera cotidiana va a la realidad o la realidad viene a él, y siempre está indagando qué se esconde más allá de las apariencias. ¿Qué ocultan las fachadas sociales, políticas, idiosincráticas, religiosas, artísticas, y en general, humanas? Y desde esa lectura de la realidad, un poco más profunda, abrevo la esperanza para escribir y sobrevivir sin dejarme arrebatar los sueños. Por otra parte, intento evitar convertirme en un personaje, o hacer del Alex cotidiano una especie de ser huraño que se esconde en el otro que asume el oficio de escribir. Me incomodan, aunque por respeto no se los manifieste, los escritores que transpiran literatura las veinticuatro horas del día, y que nunca abandonan su pose de literato. Yo soy el mismo Alex que escribe el Alex que es el mismo amigo, padre, hermano, hijo y vecino que usted puede encontrar en su casa o en una calle cualquiera del pueblo.

5-Ciertos escritores, dicen que esperan la inspiración para escribir, otros trabajan a partir de una idea, ¿Cómo es su proceso creativo?
Cuando uno lee, y poco a poco va asumiendo cierto compromiso con el oficio de escribir, se va desarrollando cierta sensibilidad y técnica (personal). En mi caso, hago apuntes de lo que voy sustrayendo de la realidad objetiva o subjetiva que de alguna manera me plantea una duda, una percepción, una emoción, una razón, una insinuación o una certeza, y de esos modestos hallazgos que en ocasiones recojo a manera de escombros, construyo lo que escribo.

6- Un escritor siente que tiene algo que decir, o porque cree que su voz es necesaria y Alex Darío, ¿por qué escribe?
Yo escribo porque siento que es una necesidad mía, y lo comparto, pensando que lo que escribo puede ser de interés de otro, pero hasta ahí. En mi caso, la realidad a veces me parece tan desconcertante e injusta, que escribir y liberarme a través de ello, a lo mejor sea la forma de intentar contribuir para que esa realidad sea más justa, y de no hacerlo, -paradójicamente- estaría buscando formas más irracionales o violentas de hacerlo. Todos los humanos sentimos la necesidad de ser escuchados (o leídos), es una parte del alimento de la identidad individual, y ahora en un sentido radical, excesivo y frecuentemente grotesco, lo vemos reflejado en las redes sociales. Yo no creo que mi voz sea necesaria para otros (ojalá y lo fuese), creo que es necesaria para mí, y no es un afán ególatra o mezquino sino de conocimiento de las limitaciones socio-culturales, y un poco, la necesidad que siento de sacudirme lo pretencioso que se anida en el escritor si no colocamos polos a tierra. Aunque no podemos obviar que al escribir siempre estamos provocando al otro a pensar o decir algo.

7- ¿Qué aprendizaje le dejó la escritura de los primeros poemas? ¿Hay alguna anécdota alrededor de ellos?
Los primeros intentos de poemas fueron escritos a temprana edad. En un inicio, siendo un adolescente, comencé a leer poesía con métrica y rima, y en esa parte de mi vida, creía que era la forma correcta de llegar a la poesía. No conocía el verso libre, ni la poesía en prosa. Y así surgió eso que era más cercano a misivas amorosas que poemas, pues creía que esa era la función esencial de la poesía. La anécdota que recuerdo, ocurrió como a los trece años, un par de vecinos de mi camada, me buscaban para que les hiciera las cartas que luego ellos transcribían para hacer llegar a sus novias o enamoradas, entonces comencé a comprender que la palabra tenía muchas otras funciones (ríe).

8- ¿Considera propicio el ambiente de una ciudad periférica como Santa Bárbara para llevar a cabo toda una propuesta literaria-cultural?
No elegí nacer en Santa Bárbara, pero decidí quedarme acá. Se me ofrecieron oportunidades de abandonar esta ciudad, pero tengo un fuerte apego familiar y siento que, de alguna manera, el pueblo que habito me habita. Es un pueblo en el que todos -o casi todos- nos conocemos todavía (de cara, decimos). A finales del siglo XIX e inicios del XX, en Santa Bárbara habitaron familias poderosas económicamente y hubo cierto auge cultural, que al emigrar ellas a la costa norte o a Tegucigalpa, decayó y del que nunca nos hemos recuperado del todo. Santa Bárbara es una ciudad que ofrece condiciones propicias para escribir, me refiero al ejercicio como tal, pero casi sin vida cultural y carente de espacios de difusión literaria. Si deseas comprar libros debes viajar a San Pedro Sula, o comprar en línea.

El internet, de alguna manera, ha puesto al alcance los productos culturales que antes solo se podían obtener en Tegucigalpa y San Pedro Sula; aún así, persiste esa visión de ser considerados, en ocasiones de forma peyorativa, escritores periféricos o provincianos. No pocas veces he visto el asombro en uno que otro escritor o artista (capitalino o costeño) que, al visitarme, descubra que en nuestra casa haya libros, al parecer, en pleno siglo XXI, aún sorprende que un santabarbarense pudiera tener acceso a literatura.

9-¿Qué van a encontrar los lectores entre las páginas de sus obras?
Van encontrar una espiada peculiar de ver el mundo. Una propuesta desde perspectivas distintas de fenómenos meramente cotidianos, que nos señalan que no existe una realidad ni una verdad, sino realidades y verdades. Una diversidad de temas que se abrevan de lo cotidiano, pero con una intencionalidad de que sean de alguna manera universales. Pero también, al encontrarse con un poema o cuento, también se encontrará con una forma personal desde la que enfrento mi realidad, y la literatura, y cómo desde esa peculiaridad (es) abordo temas tan humanos como el amor, la desdicha, la melancolía, la sensación que nos hereda la lluvia, la lejana infancia que no deja de irse nunca de nosotros, la soledad, la esperanza, la patria como esa utopía que se nos arrebata a diario, y ya este encuentro, que considero no debe ser tan satisfactorio para el lector, le permitirá de alguna manera conocer esa lupa con la que intento espiar el mundo, el universo, una hormiga, una flor, la literatura o una emoción.

10- ¿Usted viene trabajando micro relatos y poemas, pretende experimentar con otro género?
No, por ahora no quiero experimentar con otro género. Me encanta la poesía y el relato breve, corto. Por otra parte, a la novela, le tengo un enorme temor. Ojalá y en algún momento sienta la necesidad de intentarlo, por ahora, creo que mis desafíos están en la poesía y el cuento.

11- ¿A qué escenarios tiene que enfrentarse un escritor, dada las limitaciones editoriales y a veces hasta la indiferencia de las instituciones educativas en el país?
En Honduras tenés que escribir, financiar la publicación y luego cargar los libros para ir a venderlos, y con suerte, te los pagan. En un país donde no existen políticas públicas para promover la literatura, sino al contrario, se ha prohibido la venta de libros en los centros educativos, creo que de esa parte todo está dicho. Considero que se genera una relación dialéctica entre un pueblo en el que los libros no son una necesidad básica, y un sistema de gobierno que piensa y actúa en consecuencia, o viceversa. En la última década, todos fuimos testigos de las medidas devastadoras en contra del sistema educativo, el -casi- exterminio de las secretarías estatales de Antropología e Historia, y la de Cultura, Artes y Deportes, en un contexto como el instaurado, los escenarios a los que nos enfrentamos los escritores son hostiles y desesperanzadores. Pero florecen iniciativas, por lo que la literatura hondureña, no morirá nunca.

12- ¿Su obra ha sido valorada en el extranjero, puede comentarnos al respecto? ¿Cómo lo valora respecto a su país?
Yo no anhelo ser profeta de ninguna parte. Pero han sido interesante las valoraciones de mi trabajo, al que sigo considerando modesto, en el exterior. En ocasiones, siento que perviven en nosotros herencias coloniales de la autonegación y la mezquindad, aspectos que, al comprenderlos, dejamos de sufrir por ellos. Creo que he sido siempre respetuoso de los otros escritores hondureños, jamás he emitido un juicio a su persona o su obra, no me considero en la facultad de hacerlo. Me encanta la proliferación de escritores jóvenes, el repunte extraordinario de escritoras con propuestas fabulosas, y eso me hace creer en la literatura hondureña, a pesar que a ella (a la literatura nacional) le toca cargar con la pésima imagen económica, política y social del país, y eso ensucia la perspectiva que sobre ella se tenga desde el exterior.

13- ¿Cómo ve el panorama de las letras hondureñas, a pesar de la escasa crítica literaria y que tampoco en el istmo centroamericano tenemos un lugar prominente?
La literatura hondureña actual me ofrece gratos hallazgos de manera frecuente. Creo que este contexto globalizado, nos ha acercado a otras dimensiones literarias hacia el exterior que se mira reflejado en la literatura interior. Las crisis sociales, económicas y políticas han ofrecido al escritor una necesidad de responder a ellas, comprenderlas, denunciarlas, replantearlas, cuestionarlas, no solamente quedándose estancado en lo “negativo” que ellas generan, sino trascendiéndolas, al alimentar aspiraciones que, desde ella, se demandan construir, ofrecer planteamientos de utopías y la búsqueda de concretizar esos sueños. La literatura en Honduras es un acto de fe, y desde esa certeza en “lo que no se ve” se plantean los rumbos ideales de una sociedad más justa, y una verdadera patria a la que se debe separar la aguja de la paja, y lavarle los trechos de cara en los que aún habita la dignidad.

14- ¿Cuáles son esos escritores, que usted le recomendaría leer a los jóvenes?
Creo que el joven debe leer lo que le agrada. Recuerdo, y es algo que olvidé mencionar anteriormente, el acercamiento a la lectura que nosotros tuvimos en los pasquines, las revistas de vaqueros, el almanaque de Bristol o la revista Reader’s Digest, fue extraordinario. Creo que, como toda relación de amor o afectos, la lectura no debe forzarse y me atrevería a decir: ni inducirse. El encuentro con la lectura debe marcarlo la necesidad de cada quién, sus inquietudes, sus aspiraciones, sus temores, toda esa carga cultural que lo determina. Si me tocara indicar algo, recomendaría comenzar por los clásicos, pero eso es casi una petulancia recomendarlo.

15- ¿Qué comentario le merecen las palabras de Borges “En poesía solo se admite la excelencia”?
En el plano personal, en el camino, me ha tocado enterarme de ello, y no ha sido fácil. Por eso me acerco a la poesía cada vez con mayor sigilo y respeto; y en ocasiones, me pregunto si verdaderamente me he acercado a ella.

Alex Darío Rivera, (Santa Bárbara, Honduras, 1976). Poeta y cuentista, desde su ciudad, viene desarrollando novedosas iniciativas en favor de la niñez, fortaleciendo los espacios culturales y sobre todo creando textos importantes para la literatura hondureña, entre los que destacan; Introspecciones extintas, Desde los balcones, De fugas y acechanzas, Mortem, Re-cuentos a media luz. Sus cuentos y poesías ya aparecen en antologías dentro y fuera de nuestro país.

Fuente: La Tribuna

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