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De psicóloga a chef para mantener a su familia; en la pandemia encontró una oportunidad

Tegucigalpa,Honduras viernes 21 agosto 2020

Ya sea una deliciosa mariscada, una lasaña o una hamburguesa, la psicóloga Dinia Hernández en su papel de chef pone su toque personal.

En octubre de 2019 la psicó­loga Dinia Raquel Hernández y tres colegas cumplieron sus sueños y fundaron un consulto­rio para atención a pacientes, sin anticipar que pocos meses des­pués tendrían que cerrar, agobia­dos por una cuarentena que los dejó endeudados, pero no derro­tados.

Todavía en febrero de 2020 se sentían optimistas y creían que la pandemia era un asunto de otros países. Siguieron invir­tiendo en su proyecto y funda­ron un centro de cuidado de ni­ños como parte del consultorio.

“Dábamos asistencia en el área educativa, hacíamos en­trevistas, evaluaciones psicoló­gicas y diagnósticos. También dábamos tratamiento terapéu­tico, desde niños hasta tercera edad, tratábamos problemas de aprendizaje, de depresión, ansie­dad, de pareja y un sinfín de ac­ciones que surgen bajo el núcleo familiar”, explicó Dinia.

Al llegar el “fatídico 15 de marzo” cuando se detectaron los primeros casos de COVID-19 en Honduras y se decretó la cuaren­tena, debieron cerrar el consul­torio y empezaron a brindar asis­tencia por Zoom, “pero ya nada fue igual”, indicó.

Al paso de las semanas te­nían la expectativa de regresar a la “normalidad”. Sin embargo, a principios de abril, su esposo, que tenía apenas dos meses de laborar en una procesadora de arroz, fue despedido; mientras que su hija mayor y su esposo fueron suspendidos de sus tra­bajos.

Además, una hermana se re­tiró de su cargo como contado­ra de una empresa porque en ese momento existía mucho temor al contagio y ella debía velar por la salud de sus hijas y su madre, una señora de la tercera edad.

“Al llegar a fin de mes las cuentas se acumularon: el pago de casa, de agua, de luz, alimen­tación, con dos hijos de 17 y 18 años bajo cuidado aún. Así que dije ‘esto va para largo, tenemos que buscar qué hacer’ y me de­cidí a vender comida”, explicó la profesional de la psicología, ori­ginaria de Río Lindo, Cortés.

Pensó en vender hambur­guesas, al recordar que cuando se graduó del colegio, ella y sus compañeras tuvieron una mi­croempresa de ese producto y sabía era rentable. Sin embargo, los pocos recursos que le que­daban no le permitieron imple­mentar la idea, así que comenzó vendiendo baleadas desde su ca­sa en la colonia Montefresco de San Pedro Sula.

“Con eso me capitalicé y el tercer fin de semana de la pan­demia comencé a vender ham­burguesas. En ese momento los restaurantes estaban cerrados, así que después ampliamos la venta a deditos y alitas. Cuan­do la gente vio que lo anunciá­bamos en redes sociales empe­zaron a pedirnos a domicilio”, re­cuerda Dinia.

Fuente: El Pais

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