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Lepaterique: una apuesta cultural desde el mes de las flores

Tegucigalpa, Honduras lunes 27 mayo 2019

Este encantador pueblo se extiende sobre una breve planicie rodeada de extensos bosques de pinos, sobre la sierra que también da el nombre al municipio. Desde la sierra de Lepaterique se desprenden numerosos raudales en varias direcciones, entre ellos destaca el río Choluteca, que nace justo en la montaña de Yerba Buena, su vigorosa cuenca resulta fundamental para la ciudad de Tegucigalpa y alrededores.

No sabemos con exactitud lo que significa el término Lepaterique, sin embargo en palabras del investigador Membreño podría tratarse de un aztequismo. Recordemos que en otras regiones de la geografía hondureña, un tanto distantes al municipio en mención, existen nombres con idéntica terminación, así tenemos; Aguanqueterique, Nahuaterique, Celeterique, Ajuterique, Lauterique, Erandique, Locoterique y Cocoterique, entre otros.

El casco urbano del municipio de Lepaterique supera en altitud a Tegucigalpa, más el hecho de estar rodeado de frondosos bosques de coníferas, y abundantes fuentes de aguas, le permiten un clima agradable tanto que con frecuencia en sus alrededores se pueden disfrutar amaneceres repletos de neblina gran parte del año.

Desde mediados del siglo XVI Lepaterique o Lepateriqi, se menciona entre los pueblos de indios encomendados bajo la tutela de Antonio Enríquez. Años más apareció vinculado a la entonces a la Villa de Comayagua como “pueblo de indios” con 60 tributarios. Otra referencia importante es la del Comendador Jerónimo Sánchez de Carranza, gobernador de la Provincia de Honduras para 1592, donde se estima que Lepaterique tiene 45 indios.

En su largo proceso de consolidación como municipio, perteneció al Curato de Ojojona, al Distrito de Sabanagrande e incluso formó parte de Tegucigalpa cuando esta última aún tenía la categoría de Alcaldía Mayor en tiempos coloniales. Durante el largo proceso colonial siempre hubo denuncias sobre la existencia de minas en Lepaterique, sin embargo estas no lograron la incidencia de otros centros como Cedros o Yuscarán.

El padre Antonio Ramón Vallejo a finales del siglo XIX hace una descripción bastante interesante sobre Lepaterique, “Poblado situado en una extensa y fértil sabana rodeado de encumbradas y frescas montañas. Su clima es delicioso. Posee una hermosa iglesia, que los indios conservan siempre muy aseada y decente. Su principal patrimonio es la ganadería y la agricultura. Sus tierras ejidales, que tienen gran extensión, están casi siempre acotadas en circunferencia. En este trabajo han empleado altas sumas de dinero, no se conoce época de fundación, ni se sabe que haya estado situado en otra parte”.

UN CASCO URBANO DESIGUAL

Lepaterique es diferente a otros pueblos de indios de origen colonial, aquí la iglesia se sitúa retirada del centro, donde se albergan un remozado palacio municipal, próximo al parque Central. Tiene una amplia calle real que es donde se genera gran parte del comercio sabatino y actividades principales. Quedan a ambos lados de la calle real, una serie de edificaciones elaboradas de adobes, bahareque, entejadas a dos aguas y de amplios corredores. Es necesario señalar que la infraestructura habitacional ha cambiado notablemente y otros materiales como zinc, asbesto y concreto aparecen en el escenario, esto es más evidente con los ciclos migratorios, de los últimos treinta años.

SU IGLESIA EN HONOR AL PATRÓN SANTIAGO APÓSTOL

Quizás del antiguo edificio solo nos queda el lugar donde en fechas posteriores se construyó la actual iglesia, que es de planta rectangular con una fachada neoclásica sin mayores pretensiones y con dos torres laterales que superan el cuerpo principal y que la siguiente descripción para 1865 nos refuerza “su hermosa iglesia de adobe y madera pulida con sus salidas torres de calicanto y sus adornos”. Para 1909 se realizó otra reconstrucción y esa fecha aún se puede leer en la entrada del templo. En la torre campanario lateral derecha se encuentran dos campanas, la más grande fundida para 1870 con fondos de los vecinos y el apoyo a título personal del alcalde Olayo Cortés. La campana de menor tamaño, es más sonora, con la figura de una cruz en relieve y la inscripción completa de LDVEGA-1639, lo más seguro es que esta fue fundida en Comayagua, y mucho se parece a algunas de la catedral de la ciudad en mención.

La iglesia es amplía y conserva una serie de retablos decorados en “laminilla de oro” también conocido como “pan de oro” en su interior, que por cierto resultan ser más antiguos que la misma edificación. El altar principal está dedicado a Santiago Apóstol, y de hecho en varios documentos el nombre del pueblo aparece como Santiago de Lepaterique.

No queda duda que por tratarse de un pueblo de “indios tributarios”, con numerosas menciones a lo largo del periodo colonial, tiene un arraigo religioso-cultural revelador. Aún persisten entre sus pobladores, una serie de festividades que convierten a Lepaterique en un pueblo ejemplar, donde las expresiones culturales cotidianas son acervo de nuestra identidad.

Como en la mayoría de pueblos indígenas de tradición lenca del centro y sur occidente de Honduras, la festividad del guancasco recobra mucha participación y algarabía.

Cada 25 de julio Lepaterique, festeja al patrón Santiago Apóstol y reciben a los peregrinos del vecino municipio de Ojojona, que se hacen acompañar con la imagen del martirizado San Sebastián. El encuentro tiene lugar en el sitio conocido como El Aguacatal, es allí donde año tras año, los pueblos de Ojojona y Lepaterique se abrazan al ritmo de música, cánticos religiosos, comparten comidas, intercambian imágenes y por dicha nunca olvidan los “cohetes de vara”. Posteriormente las celebraciones continúan en el centro de cada pueblo de acuerdo a las fechas de celebración correspondientes.

No debemos olvidar que en los guancascos o paisanazgo, las visitas de peregrinos son de carácter recíproco, por lo que Lepaterique, ya el 20 de enero visitará a Ojojona con patrón incluido. Seguimos considerando que esta expresión de armonía y hermandad, liderada por “mayordomos” de ambos pueblos, es urgente seguirla estudiando y fomentando. Aplaudimos los importantes trabajos de investigación del colega Mario Ardón Mejía, quizás los estudios más completos a la fecha, para entender esos vínculos entre dos pueblos hermanos Ojojona y Lepaterique.

Desde inicio de la década de los años 80, Mario Ardón sostiene (…) Podemos comenzar manifestando que el paisanazgo, está, muy relacionado con lo que en otras regiones de Honduras sería un guancasco, o sea encuentros recíprocos realizados entre dos pueblos con la participación de sus habitantes, y líderes naturales, religiosos y políticos de ambas jurisdicciones municipales, con el propósito de reafirmar los lazos de amistad o de reconciliar divergencias. En torno a esta manifestación, surge una diversidad de actividades inscritas en el desenvolvimiento dinámico dentro de un contexto ambiental, social y económico, que tiene lugar dentro de las jurisdicciones de los pueblos. Ardón señala que “el paisanazgo se da inscrito como forma de expresión dentro de los acontecimientos que regulan las relaciones permanentes entre ambos pueblos, cuyas actividades culminantes, que abren y cierran los ciclos vitales, son las festividades en honor de cada uno de los santos patronos de los respectivos pueblos.

El mártir San Sebastián es el patrono de Ojojona, cuyo día principal se celebra el 20 de enero y Santiago Apóstol de Lepaterique, con celebración el 25 de julio de cada año.

La institución cultural del paisanazgo entre otros pueblos, se ha venido desenvolviendo en forma dinámica desde tiempos antiguos y, aunque ha tenido interrupciones con algún decaimiento de la tradición (debido a serios problemas relacionados con la disputa de jurisdicción de territorios ejidales, sobre los que ambos municipios alegan autoridad y que los llevó a conflictos que han costado vidas humanas), la tradición se ha sostenido. Coincido plenamente con el investigador Ardón cuando ve él paisanazgo, “como instrumento de cohesión y confraternización popular, presenta un papel integrador en varios aspectos de la vida cotidiana, así como la relaciones recíprocas entre los habitantes de dos comunidades. De mucho valor antropológico resultan los comentarios vertidos por don Rafael Silva, originario de Ojojona al mismo investigador Ardón y por su importancia los incluyó, “para mí, es algo típico, hecho en la forma costumbrista indígena, influido por los españoles a través de los santos patronos de pueblos; esto se llama en el lenguaje costumbrista, guancasco, nosotros le llamamos paisanazgo (porque) los anteriores, los viejos se decían paisanos uno con otro: paisano de Lepaterique, paisano de Ojojona”.

Fuente:La Tribuna

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