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24.03.2018
Las actividades religiosas de la Iglesia Católica inician con la bendición de los ramos, mañana, luego de la procesión que saldrá de la iglesia El Calvario, en el Barrio Abajo, hasta el atrio de la Catedral Metropolitana de Tegucigalpa.
Para hacer posible esta actividad religiosa, familias completas se trasladan días antes, desde varias comunidades aledañas, y otras desde la zona sur de país, para vender estos ramos en el centro de la capital, a donde llegan los feligreses para comprarlos.
La venta de palmas de coyol es una tradición de generaciones para muchas familias que ya tienen muchos años de vender el producto en la capital.
En los alrededores de la catedral hay personas de todas las edades ofreciendo a los transeúntes un “ramito” y “crucitas”, con precios que van desde los 5 lempiras y que suben dependiendo del tamaño que tenga el ramo.
María Rubio.
VIAJÓ DESDE NACAOME
María Rubio viaja todos los años desde Nacaome, Valle, junto a su hijo, para vender los ramos. Ellos y otros vendedores llegaron desde ayer, por la tarde y durmieron en petates extendidos en las aceras de la catedral, para vender desde temprano.
Rubio explicó que, “todos los años venimos desde Nacaome a vender, porque estamos pobres y llegamos aquí para buscarle a la vida, para poder conseguir unos centavitos”.
Estos ramos son elaborados por estos campesinos que con mucha paciencia y esmero los van formando, pero también hacen cruces de este mismo material recién cortado, que ellos lo siembran o lo van a cortar a las montañas cercanas.
Rubio agregó que, “hay veces que nos sale poquito de lo que traemos para vender, pero los católicos siempre nos compran y están llegando; confiamos en la bondad de la gente que sí nos van a comprar”.
Todas estas personas llegan a la capital para agenciarse unos cuantos lempiras, ya que todos son campesinos que luchan día a día para llevar los alimentos a sus hogares, y aunque aquí no hacen mayor ganancia, esta es una tradición.
Omar Ávila.
TRADICIÓN FAMILIAR
Los padres traen a sus hijos de todas las edades para que aprendan del negocio y de la costumbre que todos los años los hace viajar hasta la capital.
Unos venden sus ramos, pero otros aprovechan para traer mangos y los coyoles de las plantas de las que hacen los ramos, ya que todo se aprovecha.
Otros llegan desde Sabanagrande, como Omar Ávila, que desde hace ocho años viene con sus ramos. “Estamos desde el viernes y nos vamos el domingo, estos los hacemos de coyol y la cuidamos para que esté lista para este tiempo”, indicó Ávila.
Los comerciantes cada año trabajan en la venta del producto “religioso”.
Por tradición, los niños acompañan a sus padres en estas ventas que normalmente se hacen por tres días.
Fuente: latribuna.hn
