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Parque-jardín La Concordia ¡Sale del ‘estado de coma’!

04.09.2017

El nombre de La Concordia fue sugerido por el poeta y escritor Carlos Izaguirre, quien en un artículo publicado en el periódico La Época, al referirse a la obra en marcha, indicó que en el ambiente de paz que se vivía, al no existir las guerras fratricidas,
el pueblo hondureño disfrutaba de armonía y concordia nacional, por lo que el nuevo jardín debería llamarse Concordia Nacional.

La idea sugerida por el poeta Izaguirre fue tomada en cuenta por don J. Tomás Quiñónez Aceituno, que había sido nombrado presidente del Concejo del Distrito Central, gobierno local que se encargaba de la construcción, mantenimiento y mejoras de las plazas de la ciudad capital, simplificando el nombre de parque La Concordia.

Los trabajos para hacer realidad el jardín maya se levantaron para simbolizar la grandeza de la raza que nos legó sangre en el mestizaje con los españoles que nos conquistaron y colonizaron. Los monumentos que se esculpieron en la piedra de las canteras tegucigalpenses reflejaban la majestuosidad de la desaparecida civilización, plasmado en el arte de Augusto Morales y Sánchez quien enseñó a los hondureños que comenzaron a trabajar con él, a romper con el cincel la dura superficie pétrea para
labrar los rasgos que dibujaban las figuras de los mayas y moldear a escala los viejos templos de nuestros antecesores.

La faena encomendada tenía que fundamentarse en conocimientos de las Ruinas de Copán, no solo para copiar el legado, sino para saber lo que representaban, misión que se encargó al arqueólogo don Luis J. Joest, experto que tuvo a su cargo la supervisión de la obra.

En este trabajo, que se extendió por espacio de cuatro años, se destacaron como integrantes del equipo laborante del arquitecto Morales y Sánchez, los señores Cécil Underwood, tallista; los escultores Rodolfo Rodríguez, Carlos Beker, Guillermo Alvarado y Valentín Araujo; los maestros albañiles Manuel Coello, Adolfo Barahona, Salomón Lanza, Salvador Navarro, Salvador Bustillo
y Pedro Medrano, mencionados hoy como homenaje a lo que dejaron a las actuales generaciones.

Pero no solo la piedra esculpida conformaría la belleza del jardín, se necesitaba el adorno natural de las plantas y flores en las glorietas, los senderos, los bordes de los estanques y el engramado, esa labor decorativa fue realizada por los jardineros Carlos Humberto San Martín, José López y Juan Coello, cuenta la historia…

Y, ¡PUM!, EL MITCH LO ARRASA…

Desde esa fecha, hasta que el huracán Mitch lo atacó sin misericordia, en 1998, La Concordia fue uno de los lugares más visitados, constituyéndose en el gran atractivo de la capital hondureña. La pirámide de Los Kukulcanes, templo de los últimos dioses, fue levantada en el lugar donde estuvo en el parque Bográn, el antiguo quiosco en la entrada principal.

En la glorieta central se colocó la réplica de la estela “C” de Copán, quizá el monumento consentido de Morales y Sánchez, porque sus manos lo moldearon con el mayor de los esmeros. Al pie de la estela, una enorme tortuga simbolizaba la piedra de los sacrificios, bordeando en círculo el lugar con figuras copiadas de uno de los templos de Copán.

Los estanques donde abundaban tortugas, patos, alcaravanes, un albo marabú y otras aves acuáticas, constituían otros atractivos que se acentuaban con la emoción de cruzar el puente de los ensueños, desde donde se divisaba el nadar de las tortugas, peces de colores y hasta pequeños lagartos.

No había detalle que se escapara al arte maya, como la base de los faroles o los recipientes para la basura, todos tallados en piedra con motivos mayas.

La Concordia fue blanco de la brutal embestida del loco río que se embraveció en aquel octubre del ’98, cuando el huracán Mitch descargó toda su furia sobre la capital. La fuerza destructora de la naturaleza dañó la magistral obra y entre el lodo,
troncos de árboles arrastrados por las aguas del río, piedras, basura y otros elementos, quedó casi sepultado el bello e histórico jardín de los capitalinos y los turistas.

Alégrense, la Alcaldía Municipal del Distrito Central, que dirige el alcalde conocido como ‘Papi a la Orden’ (Nasry Asfura) ordenó remodelar el emblemático parque; contrató al tallador y escultor hondureño, Timoteo Betancourt, como responsable
de restaurar las dañadas obras y falta poco para que todas ‘revivan’, luego haber entrado en ‘estado de coma’ desde el año 1998.
Pero no todo será alegría, la Alcaldía no contempla, según los vecinos de la zona, tener los estanques para tortugas, patos, gansos, evitando con ello el gasto de agua, ¡increíble!

También participa en este importante remozamiento, la firma de ingeniería Urbe, encargada de reparar el área del parque, exceptuando las réplicas.

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