Aunque han pasado 500 años desde que Nicolás Copernico lanzara un gancho directo a la mecánica celeste clásica; aunque han pasado un poco más de 150 desde que Darwin nos pusiera en nuestro sitio (evolutivamente hablando) y unos 100 desde que Einstein nos explicara que ni siquiera la materia y el tiempo eran lo que pensábamos que era; aunque hace 90 que Lemaître vislumbrara la idea del ‘Big Bang’ en el fondo de una ecuación astronómica casi nada ha cambiado. Sabemos mucho sobre el universo, sí; pero nos seguimos creyendo el ombligo del universo.
Eso, aunque no lo parezca, tiene implicaciones para la ciencia y la tecnología actuales.
Una suposición equivocada. Por ejemplo, durante décadas hemos pensado que la Tierra era el paradigma de la habitabilidad. Pensábamos que éramos un milagro, que si un solo factor de los miles de millones que sostienen la vida en nuestro planeta cambiara, todo se derrumbaría como un «castillo de naipes». Sin embargo, ahora un grupo de investigadores de la Universidad de California Riverside han descubierto que no es así. Bastaría un «pequeño cambio» para que la habitabilidad de la Tierra fuera mucho mejor.
El «pequeño cambio» en cuestión. Como podéis ver, he usado dos veces las comillas al hablar de ese «pequeño cambio». Ya van tres. Y el motivo es que, si bien a escala cosmológica es una cambio casi intrascendente, estamos hablando de que Júpiter modifique su órbita.
Para entender bien cómo funcionan las interacciones de los planetas en el contexto del sistema solar, Pam Vervoort y su equipo desarrollaron modelos muy minuciosas de nuestro vecindario local para poder modificar pequeños detalles y ver qué pasaba. Y lo que pasaba, en contra de lo que todo el mundo pensaba, es que si el gigante gaseoso modificara un poco su órbita y empujara la nuestra, no empeoraría la habitabilidad de la Tierra: se mejoraría.
Es decir, si la órbita de la Tierra se hiciera un poco más excéntrica por el influjo de Júpiter, muchas partes de la superficie del planeta que ahora están bajo cero se calentarían, aumentarían su temperatura y entraría en el rango habitable. Siberia se convertiría en el nuevo Caribe (o algo en esta línea).
¿Y para qué sirve todo esto? Esa es quizás la pregunta más interesante. Es decir, ¿por qué hay gente que se dedica a ver qué pasaría si la órbita de un planeta enorme cambiara un poquito? ¿Qué hace gente de la Universidad de California buscando formas de volver más cálida la superficie de la Tierra? La respuesta es: «para nada que tenga que ver directamente con la Tierra». Como hemos explicado muchas veces, la forma en la que los científicos entendían la habitabilidad dejaba mucho que desear.
Durante años, lo que los medios llamaban «nueva tierra» no era más que una «ratonera tóxica incompatible con la vida compleja«. Los científicos de Riverside tratan de mejorar la manera en que entendemos esto y, sobre todo, tratan de entender el influjo que el sistema planetario entero provoca en la capacidad de un planeta para sostener biologías interesantes. Es decir, este estudio no nos va a resolver la vida, pero sí que puede ayudarnos a encontrar alguna ahí fuera.