Resulta curioso pensar en lo rápido que se ha desarrollado la astronomía en los últimos años, principalmente cuando de explorar lo que hay más allá del sistema solar se trata. Hasta 1995 no se había descubierto ningún exoplaneta orbitando una estrella como nuestro Sol. Los años han pasado y el estudio de los planetas extrasolares se ha convertido en un área científica tremendamente prolífica.
Este escenario se traduce en que, muy a menudo, los investigadores se encuentran con escenarios que, teniendo en cuenta las teorías planetarias tradicionales, no deberían existir. Ya lo hemos visto con 8 Ursae Minoris b, y ahora es el turno de TOI-1853 b, un exoplaneta cuyas características dejan una multitud de preguntas por responder. Veamos más acerca de este intrigante cuerpo celeste.
Desde su órbita hasta su masa, todo deja preguntas
De los 5.500 exoplanetas registrados hasta la fecha, TOI-1853 b es una verdadera excepción. Según un grupo de investigadores liderado por el astrofísico italiano Luca Naponiello, el planeta orbita una enana naranja de aproximadamente el 80% de la masa y el diámetro del Sol. Lo curioso es que lo hace 50 veces más cerca de lo que la Tierra orbita a su estrella, lo que lo convierte en un lugar abrasador.
Pero las sorpresas no acaban ahí. La masa de TOI-1853b es casi el doble de la de cualquier otro planeta de similares características, lo que plantea interrogantes sobre su composición. Por lo general, los exoplanetas masivos que orbitan tan cerca de sus estrellas son planetas gaseosos y rocosos cuyo diámetro puede llegar a ser 10 veces mayor que el de la Tierra. El problema es que TOI-1853b no es un planeta gaseoso.
El ejemplo más claro de un planeta gaseoso, que se cree que tiene un núcleo rocoso, es Júpiter, pero TOI-1853b, a diferencia de este, es probable que ni siquiera tenga atmósfera. La complejidad de este cuerpo celeste ha llevado a los científicos a formular nuevas teorías sobre sus orígenes. Una de las propuestas habla de su nacimiento en medio de una colisión catastrófica que acabó por arrancarle su atmósfera.
Ahora bien, los científicos creen que este impacto masivo podría haber sido provocado por otro planeta, es decir, un choque de planetas. El punto débil de esta hipótesis es que TOI-1853 b debería tener un hermano cerca, pero todavía no se ha descubierto. Otra hipótesis habla sobre un origen muy diferente al que vemos ahora: habría sido un planeta gigante en una órbita altamente ovalada.
La erosión de convivir tan cerca de su estrella le había despojado no solo de su atmósfera, sino también de parte de su núcleo denso. Con el paso del tiempo, la órbita del exoplaneta habría cambiado hasta convertirse en la observada en la actualidad. En cualquiera de las dos hipótesis todavía existe la posibilidad de que tenga un atmósfera remanente “muy delgada”, aunque insignificante.
Si bien todavía no está claro su origen, se cree que TOI-1853b tiene una densidad de 9,7 gramos por centímetro cúbico. A modo de comparación, Neptuno tiene una densidad aproximada de 1,64 gramos por centímetro cúbico y la Tierra de 5,15 gramos por centímetro cúbico. Con estos datos, los científicos se animan a estimar que el exoplaneta podría estar compuesto por 50% de roca y 50% de agua.
Los investigadores señalan que para averiguar realmente su composición deberían analizar su atmósfera (si es que tiene), pero ni siquiera el Telescopio Espacial James Webb podría obtener los datos suficientes. Todavía necesitamos sistemas de exploración más avanzados para estudiar detenidamente los exoplanetas. La buena noticia es que hay un mundo de misterios por resolver.