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Hay registradas 30.000 piezas de basura espacial, pero se calcula que existen un millón de objetos peligrosos

Ilustración de cómo se vería la basura espacial alredor de nuestra órbita

 

En la actualidad, desde la Tierra estamos poniendo en órbita más naves espaciales y satélites que nunca. Por ello, la cantidad de desechos en la órbita sigue aumentando, acumulándose y presentándose como un peligro muy importante no solo para las nuevas misiones, sino también para la propia Tierra. Es por ello que desde hace unas décadas, las principales agencias espaciales monitorizan estos pedazos, que van desde varios metros a centímetros. En la actualidad se tienen registrados más de 30.000 objetos, si bien cálculos de la Agencia Espacial Europea (ESA) los elevan hasta el millón de trozos que superan el centímetro de longitud vagando sin control en nuestros alrededores espaciales.

Esta década ha supuesto un antes y un después en la nueva era de los vuelos espaciales.

La tecnología necesaria para las grandes constelaciones de satélites se ha vuelto rápidamente más fiable y compacta. Como resultado, en los últimos dos años se ha visto un enorme aumento en el número de satélites comerciales lanzados al espacio cercano a la Tierra, siendo la gran mayoría satélites más pequeños que pesan entre 100 y 1.000 kilogramos. Muchas de estas constelaciones se lanzan para proporcionar servicios de comunicación en todo el mundo; tienen grandes beneficios, sí, pero también supondrán un desafío para la sostenibilidad en el espacio a medio y largo plazo.

Por ejemplo, el aumento del tráfico de lanzamientos y la naturaleza duradera de los desechos espaciales en la órbita terrestre baja está provocando un número significativo de encuentros cercanos, conocidos como ‘conjunciones’, entre satélites activos y otros objetos en órbitas muy congestionadas. Esto motiva que haya que realizar

maniobras de evasión, sobre todo en altitudes más bajas, donde con más frecuencia se encuentran las constelaciones de satélites. Pero el peligro tampoco disminuye a más altura: los escombros y fragmentos de misiones y cohetes deambulan por nuestra órbita, muchas veces sin control.

Aunque no todas las alertas requieren una acción evasiva, a medida que aumenta el número de peligros, será imposible para los operadores de las naves espaciales responder a todas ellas manualmente. Para dar una respuesta, la ESA está desarrollando sistemas automatizados que utilizan inteligencia artificial y otras tecnologías para ayudar a los operadores a realizar maniobras para evitar colisiones y reducir el número de falsas alarmas.

No todo son malas noticias

Sin embargo, no todo es negativo. La mayoría de los nuevos lanzamientos contemplan los peligros de la basura espacial y ya implantan tecnologías para eliminar residuos de forma efectiva y sostenible. Algunos se queman mediante un reingreso controlado en la atmósfera de la Tierra, mientras que otros se colocan en órbitas que decaen naturalmente en 25 años. Pero existen partes, sobre todo de cohetes, que tienen el peligro de explotar o fragmentarse en trozos más pequeños, aumentando la población de escombros peligrosos.

A pesar de todo, aún queda mucho trabajo por hacer: se requiere una tasa de eliminación exitosa de al menos el 90% para todos los tipos de objetos espaciales para limitar la tasa de crecimiento de los desechos espaciales, antes de que podamos comenzar a limpiarlos. «Si no cambiamos significativamente la forma en que usamos el lanzamiento, el vuelo y la eliminación de objetos espaciales, una extrapolación de nuestro comportamiento actual hacia el futuro muestra cómo podría aumentar la cantidad de colisiones catastróficas en el espacio», alertan desde la ESA.

A largo plazo, esto podría conducir al llamado ‘ Síndrome de Kessler‘, la situación en la que la densidad de objetos en órbita es lo suficientemente alta como para que las colisiones entre objetos y escombros creen un efecto de cascada, cada choque genera escombros que luego aumentan la probabilidad de más colisiones. En este punto, ciertas órbitas terrestres bajas se volverán completamente inhóspitas.

La hora de la acción

La forma más efectiva de evitar esta situación es que más actores espaciales sigan las pautas de mitigación de desechos espaciales del Comité Interinstitucional de Coordinación de Desechos (IADC, por sus siglas en inglés): hacer más para prevenir explosiones en órbita, evitar colisiones y deshacerse de las naves espaciales de manera segura al final de su misión.

Otro paso necesario es comenzar a limpiar activamente el entorno espacial: primero eliminar los objetos de desechos más grandes existentes de las regiones ocupadas antes de que puedan romperse y convertirse en desechos que amenazan a las naves espaciales incluso décadas después. En abril de 2022, el satélite de observación de la Tierra Copernicus Sentinel-1A tuvo que realizar una maniobra evasiva para esquivar un fragmento de un cohete de este tipo lanzado hace 30 años.

ClearSpace-1 será la primera misión en retirar una pieza de basura espacial de la órbita. La nave espacial se reunirá, capturará y derribará de forma segura una pieza de cohete de 112 kilogramos, lanzada en 2013, para un reingreso seguro a la atmósfera. La ESA ha contratado la misión como un servicio del conglomerado de empresas ‘Clearspace SA’ para demostrar las tecnologías necesarias para la eliminación activa de desechos y como primer paso para establecer un sector comercial nuevo y sostenible en el espacio dedicado a eliminar objetos de alto riesgo de nuestras valiosas y limitadas autopistas orbitales.

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