En el espacio, un error de un milisegundo puede convertir en fracaso una misión que ha costado cientos de millones de euros, y años de trabajo.
Una de las maravillas del Universo es su precisión. La perfecta sincronía y constancia de las órbitas de los cuerpos celestes, y la velocidad a la que viajan por el espacio.
Gracias a los movimientos tan precisos (y predecibles) de los cuerpos celestes podemos saber la fecha exacta en la que aparecerá un cometa, o cuándo se producirá un eclipse de sol, por ejemplo. Y también, cómo viajar a la Luna o Marte, describiendo órbitas y trayectorias muy precisas.
En el espacio, en donde casi todos los cuerpos celestiales se mueven a docenas de miles de kilómetros por segundo, un error de un milisegundo supone desviarse 300 Kilómetros de la trayectoria. Esto puede hacer que una nave se vea afectada por la gravedad de un planeta o una luna, y perderla para siempre.