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Basura espacial, un problema para la Estación Espacial Internacional

Basura espacial golpea Canadarm2

Se estima que más de 130 millones de desechos superiores a un milímetro orbitan la Tierra.

Más de 23.000 objetos del tamaño de una pelota de béisbol o más grandes se rastrean las 24 horas del día, los 7 días de la semana para detectar posibles colisiones con satélites y la Estación Espacial Internacional  (EEI), según señala la Agencia Espacial Canadiense, una de las cinco entidades que participan en este proyecto de cooperación multinacional.

Este monitoreo constante le permite a la EEI ajustar su posición para evitar colisiones, como lo hizo en septiembre de 2020, para evitar los escombros de un viejo cohete japonés. Pero objetos diminutos, que van desde rocas o partículas de polvo hasta manchas de pintura de los satélites, son demasiado pequeños para ser monitoreados y pueden golpear eventualmente la infraestructura de la estación, como ocurrió el mes pasado.

En una inspección de rutina realizada el 12 de mayo se detectó en el brazo robótico Canadarm2 una marca notable dejada por el golpe de una pieza de basura espacial. Un evento denominado como un “golpe de suerte” por la Agencia Espacial Canadiense, quienes informaron que, pese al visible agujero de cinco milímetros de diámetro que dejó el impacto, no se vio comprometido el funcionamiento del brazo.

El evento volvió a llamar la atención sobre la creciente problemática de la basura espacial. Chatarra que orbita de forma descontrolada y que puede ir desde partes de viejos cohetes hasta herramientas perdidas por astronautas. Se estima que son más de 130 millones de objetos de un tamaño superior a un milímetro los que circulan, de acuerdo con la Agencia Espacial Europea.

Una cifra creciente que aumenta también las posibilidades de que ocurran daños como el del Canadarm2, encargado de ayudar en tareas de mantenimiento y de atrapar las naves que visitan la EEI, o eventos que puedan poner en peligro la seguridad de la tripulación, como el evento del año pasado.

Un problema no solo para EEI

Situaciones que ejemplifican esta problemática hay muchas. En 2019 el satélite de observación de vientos en la atmósfera Aeolus Earth de la Agencia Espacial Europea (ESA) tuvo que esquivar la trayectoria de un satélite perteneciente a la constelación Starlink, de SpaceX, mismo año en el que la ONU alertó a través de su Oficina para el Espacio Exterior (Unoosa) sobre la amenaza de la basura espacial sobre las comunicaciones por el riesgo de colisión que se presenta para los satélites que prestan este tipo de servicios.

Por eso adelantar proyectos para ocuparse de este tipo de desechos ha empezado a cobrar un carácter urgente. Desde la ESA, por ejemplo, los científicos e ingenieros trabajan para poner en marcha en 2023 la misión e-Deorbit, un satélite que saldrá de la tierra con la misión de seguir el rastro de uno mucho más grande que inactivo da vueltas alrededor de la Tierra, atraparlo y hacer que se precipite para que sea desintegrado al ingresar a la atmósfera.

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