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Un «abrazo espacial»: así será la primera misión que intentará acabar con la basura en la órbita terrestre

Ilustración de cómo ClearSpace-1 retirará los restos del cohete Vega, lanzado en 2013

Al comienzo de la era espacial, las agencias no se preocupaban mucho por la basura que generaban: normalmente las partes inservibles después de su uso, como cohetes o viejos satélites, se quedaban flotando a la deriva en la órbita terrestre. Pero después de 60 años de actividad, más de 5.550 lanzamientos y 42.000 objetos en órbita -de los que más de la mitad siguen allá arriba-, los desechos espaciales, que suman alrededor de 7.000 toneladas, se han convertido en un grave problema. Y el ritmo de misiones no hace sino aumentar, al igual que la amenaza de desintegraciones, choques e incluso explosiones. ¿Qué se puede hacer para acabar o, al menos, mitigar el impacto de la basura espacial?

La Agencia Espacial Europea (ESA) ya tiene un plan. Acaba de firmar un contrato por 86 millones de euros con un consorcio industrial privado para establecer un «servicio de limpieza» en la órbita baja de la Tierra. Y el primer paso se dará en 2025, cuando se pruebe que es técnicamente posible enviando la primera misión de eliminación de desechos espaciales del mundo. El método: mandar una sonda que «abrazará» la basura espacial y la guiará hacia la atmósfera terrestre, donde ambos objetos se desintegrarán a temperaturas superiores a los 1.000 grados centígrados.

«A velocidades orbitales, hasta un tornillo puede golpear con una fuerza explosiva que ni siquiera los diseñadores pueden considerar para proteger sus misiones; en su lugar, es necesario responder a esta amenaza mediante la retirada activa de los desechos espaciales», ha explicado en rueda de prensa online Luc Piguet, fundador y CEO de ClearSpace. «Nuestro diseño de ‘remolque’ podrá limpiar de basura órbitas clave que, de otro modo, quedarían inutilizables para futuras misiones, eliminando así riesgos crecientes y problemas para sus propietarios, y beneficiando al conjunto de la industria espacial. Nuestro objetivo es proporcionar servicios en órbita asequibles y sostenibles».

Misión: atrapar los restos del cohete Vega

La misión, llamada ClearSpace-1 en honor a la empresa que la ejecutará -bajo supervisión de la ESA-, tendrá como objetivo retirar de la órbita a un adaptador de carga útil secundaria de Vega, un componente de un cohete destinado a lanzar pequeños satélites en misiones científicas y de observación de la Tierra en órbitas bajas y polares desde finales de los noventa. Este objeto concreto, con una masa de 112 kilosy de dos metros de largo, se quedó varado en 2013 a una altitud de entre 660 y 800 kilómetros, en la conocida como «órbita cementerio», tras el segundo vuelo del lanzador europeo Vega.

En un primero momento, ClearSpace-1 se pondrá en órbita a una altura inferior de 500 kilómetros para su puesta en servicio y los ensayos críticos, antes de ascender a la órbita final y emprender la tarea de encontrarse con la pieza de basura espacial. En ese momento la capturará gracias a sus cuatro brazos robóticos, que rodearán al adaptador Vega para, después, «desorbitarlo», perdiendo altura y ardiendo finalmente en el roce con la atmósfera.

Una vez probada la tecnología, la idea es explotar comercialmente este sistema y, paulatinamente, retirar los desechos en la órbita terrestre de forma controlada. «El plan es que esta captura pionera se convierta en un referente comercial básico y recurrente, no solo para la eliminación de residuos por parte de actores espaciales responsables de todo el mundo, sino también para los servicios en órbita: estas mismas tecnologías permitirán el repostaje y mantenimiento en órbita de satélites, prolongando así su vida útil. Con el tiempo, queremos que esta tendencia se extienda hasta el ensamblaje, la fabricación y el reciclaje en órbita», ha afirmado Luisa Innocenti, responsable de la Oficina de Espacio Limpio de la ESA.

ClearSpace es una empresa fundada por un equipo de investigadores especializados en desechos espaciales de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), que lidera un equipo industrial que incluye compañías de distintos países europeos, con contribuciones de Suiza, República Checa, Alemania, Suecia, Polonia, Reino Unido, Portugal y Rumanía.

¿Qué se ha hecho hasta ahora con la basura espacial?

Sobre nuestras cabezas existen desde fragmentos de pintura de naves a satélites completos en desuso, pasando por piezas de todos los tamaños y carcasas de cohetes que van a la deriva en la órbita terrestre. Dado que su velocidad ronda los 56.000 kilómetros por hora, son auténticos proyectiles capaces de destruir cualquier cosa que se interponga en su camino. Solo durante el último año, dos grandes objetos (el telescopio espacial IRAS, lanzado en 1983, y la carga científica de un viejo satélite militar de 1967) estuvieron a punto de chocar con la Estación Espacial Internacional, que ha tenido que realizar tres maniobras de emergencia para evitar la colisión contra fragmentos espaciales. O, sin ir más lejos, el pasado mes de octubre, un antiguo cohete chino a la deriva y un satélite militar ruso sin control pasaron a unos cercanísimos 12 metros el uno del otro, casi a punto de convertirse en tragedia.

Pero, al contrario de lo que pueda parecer, la cuestión más grave no son los choques, sino las detonaciones que se puedan derivar. «El mayor contribuyente al problema actual de los desechos espaciales son las explosiones en órbita, causadas por la energía sobrante -combustible y baterías- a bordo de naves espaciales y cohetes», explica en un comunicado Holger Krag, Jefe del Programa de Seguridad Espacial. «La tendencia hacia eliminar todas las misiones y no crear basura espacial está mejorando, pero a un ritmo lento», afirma.

Hasta ahora, las grandes agencias espaciales no tenían ningún plan concreto: se habían limitado a intentar conducir los satélites hasta «órbitas cementerio» -lugares en los que, a priori, no corren riesgo de colisión o daño hacia otros aparatos operativos-, o hacia la atmósfera terrestre, para que se desintegrasen con el roce; también se han llevado a cabo pruebas para vaciar los remanentes de combustible y baterías para que las naves fuera de uso no exploten, o construirlas con materiales que no se descompongan. Pero todo esto no ha evitado que cada año, en las últimas dos décadas, se hayan producido de media 12 eventos de fragmentación, ampliando aún más el peligro.

La NASA tiene una comisión que lleva años alertando sobre el problema, y la tendencia es crear naves y cohetes reutilizables que al menos mitiguen la cantidad de basura que enviaremos al espacio en los próximos años. Sin embargo, la misión de la ESA será la primera en crear un programa real para acabar con el problema.

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