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Mario Handal Handal, vendedor ambulante y artista: “Hay gente que lo quiere todo en la boca”.

Tegucigalpa, Honduras domingo 18 octubre 2020

A las 3:00 de la mañana, mientras los capitalinos duermen profundamente, Mario Handal Handal prepara sus famosas hamburguesas. Tres horas más tarde, está en su punto de venta de siempre, la esquina de la iglesia La Guadalupe del bulevar Morazán. Al principio, el cura párroco lo corría, pero con el tiempo ha dejado de molestarlo. Para llegar ahí, Mario usa su bicicleta que le termina de machacar una rótula desviada y dos hernias de columna. “Bueno, espero que me compren porque es perro pedalear de gusto”, dice. Al rato, los clientes (peatones, motociclistas, taxistas y conductores en lujosas camionetas) comienzan a llegar. En sus ratos libres, se dedica a las artes plásticas, tomar café con sus amigos y recordar en su infancia, cuando lo tuvo todo, como hijo de uno de los comerciantes árabes más prósperos de la ciudad. “La vida da vueltas, los apellidos engañan”, asiente convertido ahora en un vendedor ambulante, como miles que se ganan la vida por las calles capitalinas, en medio de la pandemia del coronavirus.

–¿Desde cuándo vende aquí?
Desde hace dos años, a partir de las 6:00 de la mañana hasta agotar existencia, casi siempre entre 11 y 12.

–¿Siempre ha vendido hamburguesas?
Antes vendía carros, pero cuando vinieron mis hijos de México, dejé de vender carros y me puse a vender comida para atenderlos mejor.

–¿Por qué en bicicleta?
La pura necesidad. Yo tenía mi camioneta Kia Sportage, pero la choqué. Es usada, no pude reparar el carro y las motos están muy caras

(Un cliente lo interrumpe, Mario lo atiende con amabilidad. Tiene las hamburguesas en una bolsa plástica, dobles y sencillas, pesan como una libra cada una. Usa pantalón kaki, camisa cuadriculada, mascarillas, lentes y un cuaderno para llevar la contabilidad. Despide al cliente y regresa a la entrevista).

–¿Desde dónde viene en bicicleta?
Vengo desde la colonia La Campaña. Me cuesta mucho, ya no tengo 20 años, tengo 53, dos hernias de columna y la rótula lateralizada.

–¿Cómo han respondido los clientes en esta pandemia?
Muy bien, tengo una clientela encantadora.

–¿Qué valen?
La sencilla 65 lempiras, la hawaina 85, que ya se me acabó, la monster, 90 y la hawain- monster, 110 lempiras por pedido.

–¿Qué apunta en ese cuaderno?
Es un cuaderno de contabilidad muy rústico. Es que tengo sangre árabe, mis papás eran los dueños del bazar Mónica, del Parque Central y ahí aprendí un poco de contabilidad.

–¿Cómo se llaman sus padres?
Ernesto Handal Hasbun y Vilma María Handal Handal.

–¿Siguen operando la tienda?
No. La cerraron y ahora alquilan el local. Fue algo muy triste.

–¿Quebró?
No. Una vez, mi papá me llevó a otra tienda, que no voy a dar su nombre, y me enseñó que la misma cajita de crayolas que él vendía a cuatro lempiras y que la importaba a dos lempiras, ahí costaba 1.50. ¿Cómo se le llama a eso?

–Contrabando
Exacto, contrabando o lavado de dinero y mi papá me dijo: “no puedo competir así”, se enfermó, le dio cáncer, murió; mi mamá continuó con el negocio un tiempo, empezaron los problemas de las maras y salió más barato cerrar y alquilar los locales.

–Un “turco” vendiendo hamburguesas… ¿difícil creerlo?
Es lo que le digo a la gente, que no se equivoquen con los apellidos…

(Un segundo cliente llega y le compra dos dobles. No paran de pasar carros, peatones, entre ellos, vendedores de parabrisas, frutas y vagos. Cuando regresa agrega):

“Es una pregunta muy interesante porque es bien raro que un árabe venda hamburguesa en la calle, pero la vida da vueltas”.

Fuente: La Tribuna

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