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Carlos Humberto Santos: un joven literato hondureño que triunfa en el mundo

Tegucigalpa,Honduras lunes 17 agosto 2020

De hablar pausado y suave, Carlos Humberto Santos, nos habla con entusiasmo de su nueva propuesta literaria, de sus proyectos y de su trayectoria en el extranjero, pero más que todo de su sueño de ver una Honduras donde la educación y salud lleguen a todos los hogares, sin importar su condición económica.

“La educación y la salud son importantes en el avance y desarrollo de un país. Si hay desarrollo humano hay forzosamente desarrollo nacional. Pero no hay que ser un genio para saberlo”, comenta Carlos Humberto, con una sonrisa irónica. “Si en Honduras no lo están haciendo es porque no les conviene tener a la gente despierta y sana”.

Quien así se expresa es este joven de apenas 23 años, licenciado en Letras Modernas y licenciado en LLCER Español (Camille Guérin y Universidad de Poitiers, Francia) cursa su último año de maestría en Literatura General y Comparada en La Sorbona, París, Francia. Actualmente es director de “Amapolas de tinta”, sección hispánica de la revista artística Le Coquelicot y miembro del equipo de Poésie en liberté.

Le cabe el orgullo de la publicación en 2018 de su poemario, Bocetos de un cuerpo sin forma, en la editorial Librería Paradiso, la casa de Anarella Vélez, que ha acogido a tantos de nuestros grandes poetas, ya sean clásicos o futuros clásicos.

Al consultarle sobre sus nuevos proyectos, dice: “siempre paso leyendo y escribiendo, así que los proyectos nuevos abundan. Pero si hablamos de algo programado, ya terminado y listo para mostrarse a los lectores, sería la publicación de un libro de relatos cortos”

“Además, estoy intentando aprender el italiano, la lengua de Dante. Yo creo que cuando uno es amante de las lenguas nunca es suficiente, sobre todo cuando ese amor viene acompañado de un vicio tan indomable como la pasión literaria”.

Y cuando le hicimos la pregunta obligada sobre el sentimiento de vivir lejos de Honduras, respondió: “Roberto Bolaño dijo dos cosas contradictorias y al mismo tiempo de una extraña complementariedad. Lo primero es algo así como que no existe el exilio en literatura. Y lo otro que dijo es que toda literatura lleva en sí el exilio, sin importar que uno se vaya o no de su casa. Y yo creo que es cierto. Todos los que vivimos la literatura dejamos de pertenecer a un lugar en específico porque mientras haya una biblioteca y la posibilidad de escribir, nos sentiremos siempre en casa.”

Asimismo, dijo: “estamos enraizados en la literatura. Digámoslo así: es imposible perdernos porque de alguna forma siempre estamos perdidos en los libros y en esa lucha constante con el lenguaje. ¡Por supuesto, esto no quiere decir que yo sea un apátrida o un despatriado! Yo amo a Honduras y me siento orgulloso de ser hondureño.”

Un poco de su trayectoria

“Desde que llegué a Francia en 2015 se han abierto para mí un sinfín de oportunidades que he intentado aprovechar al máximo. Y no lo digo sólo por los estudios que tengo la dicha de hacer, que son ya de por sí de una gran riqueza, sino por las experiencias, los encuentros y los intercambios.

Fui cronista para dos programas de Pulsar, una radio asociativa de Poitiers. En un programa cultural hacía crónicas literarias y en el matutino hacía crónicas sobre la realidad latinoamericana.

Como lector, he intentado no perderme nunca las presentaciones de libros de autores que me interesan. No hay nada como conocer a los autores que uno sigue. Es un verdadero privilegio

Y como joven escritor, el hecho de haber ganado uno de los premios de Poésie en liberté, haber sido miembro del jurado calificador el año siguiente y luego haber llegado a las semifinales del “34e Prix du Jeune Écrivain de Langue Française» me permitió conocer a muchos escritores consagrados y a otros jóvenes escritores de un talento inmenso. Así fue como me terminé uniendo al equipo de Poésie en liberté y al equipo de la revista artística trilingüe, Le Coquelicot, del cual tengo el honor de ser director de “Amapolas de tinta”, la sección hispánica. Dicho sea de paso, Le Coquelicot es un verdadero milagro, un sueño hecho realidad. Comenzó como un proyectito de jóvenes artistas (escritores, dibujantes, fotógrafos, diseñadores gráficos), que fue creciendo considerablemente, consiguió subvenciones del ministerio de educación y cultura Francés, así como el apoyo de tres universidades de Lyon y de varias asociaciones, al punto de ser hoy, apenas con un piloto que llamamos número 0, el número 1 y muy pronto, en septiembre, el número 2, una de las diez mejores revistas artísticas de Francia. Pero esto último no lo digo yo, lo dicen los archivistas de la Poéthèque que se encargan de hacer este tipo de selección.

Durante todo este tiempo ha participado también en varios recitales poéticos. Lo que para un poeta es siempre la mejor experiencia: decir, cantar, gritar, interpretar sus textos significa siempre hacer saltar las palabras de tinta, agitar las páginas y volver la poesía carne y hueso, comenta.

“El último, el más reciente en el que tuve el honor de participar, fue durante la semana artística Nuit d’Aube, invitado por Le Cénacle des Treize, una asociación de poetas haitianos que se está abriendo paso en el escenario francés”, concluye.

Fuente: La Tribuna

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