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Noé Fermán, el pintor que pasó del lienzo a la piel

Tegucigalpa, Honduras lunes 02 marzo 2020

Desde pequeño sabía que iba a plasmar su talento a través del arte de pintar, lo que no sabía era que con los años pasaría del lienzo a la piel. Se trata de Noé David Fermán Alvarenga, un joven talentoso de 28 años, retratista, tatuador, futbolista frustrado y pasante de la carrera de Arquitectura.

– Todo lo relacionado al arte es parte de mi vida. Mi sueño es ser arquitecto, incluso lo pensé antes de ser artista, externó.

– El artista que se queja por falta de apoyo es porque es un haragán. En el arte se busca la forma de sobresalir cuando se quiere, apuntó Noé.

– Aspira a tener una galería de arte y estudio de tatuajes en el mismo lugar, dijo.

Desde muy pequeño delineó con pincel en lo que convertiría su vida. Con acrílico pintaba los colores de lo que serían sus aspiraciones sobre el óleo que segmentaba cada uno de los pensamientos, todo sostenido en el caballete de las ideas que nunca dejaron de fluir, incluso en los momentos difíciles.

Fermán contó sus aspiraciones.Así se fueron creando las ilusiones de Noe Fermán, quien alardea a su padre, Jorge Franklin Fermán, un reconocido pintor primitivista y paisajista; sus dos hermanos: Jorge Fermán, influyente periodista deportivo, y Alba Marina Fermán, de profesión odontóloga, ambos con maestrías.

“Mis dos hermanos tienen maestrías, pero no soy menos feliz que ellos, porque disfruto lo que hago, que es lo que me apasiona”, remarcó.

“Crecí viendo pintar a mi padre y recuerdo varias exposiciones de sus pinturas, por eso cuando me preguntan desde qué edad pinto, les contesto que desde los 5 años, pero a medida pasaban los años me metía más de lleno en el dibujo”, describió.

Pese a la influencia de su padre, refirió: “Acepto que lo que él hace a mí no me gusta, lo siento aburrido, cuando miro sus obras son espectaculares, pero saber cómo se fabrican es lo que siento aburrido”.

Recordó que cuando estaba en la escuela y le pedían álbumes de recortes, lo que hacía era dibujarlos, especialmente en septiembre cuando tocaba hacer de los próceres de independencia. “Me compraban las vistas y los dibujaba. Puedo decir que desde ese momento era una señal que sería mi camino por esto del arte”, adicionó.

Luego se matriculó y egresó de la Escuela Nacional de Bellas Artes, en Comayagüela, y desde ese momento comenzó su idilio con el pincel y los colores. También es pasante de la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), sueño que espera culminar en un par de años, en vista que solo 22 clases lo separan del título.

Su abuela, su madre y un autoretrato de él.Noé Fermán no participa en exposiciones de arte, una decisión que tomó “porque el ambiente en ese mundo no me gusta, el ambiente entre artistas es muy pesado por el ego de muchos de ellos, sin embargo me llevó muy bien con mis amigos que han ganado premios, lo que no paso es el ego de gente que se las cree de grande”.

Se calificó como un retratista, ya sea en papel, madera, cartón, paredes y ahora en la piel, lo que decidió porque muchos artistas del país no hacen obras de arte, es decir con técnica y desarrollo previo, la mayoría lo hacen para sobrevivir y “al final terminan haciendo cualquier cosa. Los pintores debemos tratar de comunicar algo en nuestras obras y no solo hacerlo para vender”.

Dedica entre 8 y 12 horas diarias al arte, que es lo que lo apasiona y lo que sostiene sus sueños. Si se trata de hacer pinturas prefiere trabajar por la noche, pero si es para hacer tatuajes mejor lo hace por la mañana.

Aunque aceptó tiene en el olvido el óleo y el acrílico, si le solicitan trabajos en esos materiales con gusto los elabora. También ha producido muchos murales en escuelas, restaurantes y otras edificaciones. “Lo que me gusta en sí es el arte”, se jactó.

El joven entrevistado expresó que el artista que se queja por falta de apoyo es porque es un haragán. “En el arte se busca la forma de sobresalir cuando se quiere”, dijo.

Etapa de tatuador

Desde hace tres años decidió dedicarse al arte en la piel. “Estando en la Universidad me decían que era bueno dibujando, que como tatuador tenía futuro y sin buscarlo me metí a este rollo”.

Al principio tuvo sus dudas porque pintar sobre la piel de las personas no es lo mismo que hacerlo en un papel o lienzo, donde fácilmente se pueden corregir los errores.

Lamentó la poca relación que tiene con su padre, a quien admira y respeta. “Mi padre sabe que soy tatuador porque le han contado, la comunicación con él desde hace varios años es muy pobre. Las pocas veces que me lo he encontrado últimamente no hemos tenido la oportunidad de hablar”, amplió.

En tanto, agradece a su madre por los esfuerzos que hizo para sacarlo adelante en la vida.

“El apoyo de ella ha sido incondicional, le hice el comentario que existía la posibilidad que aprendiera a tatuar, pero para ello necesitaba comprar mis materiales, fue así que me los regaló y ahora estoy en esto”, comentó.

Aspira a tener un estudio profesional de tatuajes.Contrario a lo que expresan muchos artistas del medio, Noé Fermán pronunció: “Vivo del arte porque en estos momentos es lo que estoy haciendo… si dos días estoy haciendo un retrato, tres días estoy tatuando, entonces tengo que decir que vivo de lo que hago desde hace cuatro años que me he enfocado”.

Contó sentir “un gusto especial” por tatuar su arte en el cuerpo de las personas. “Comencé como un juego, pero he llegado a recibir muchas felicitaciones por lo que hago”.

Reveló que el precio de los tatuajes varía de acuerdo al artista y le ha tocado hacer dibujos que bien le demoran 10 minutos, hasta otros que llegan a 7 horas.

Consultado si duele hacerse un tatuaje, respondió: “Sí, duelen, pero es una sensación placentera, aunque depende del umbral de dolor de cada quien… también puedo decir que son adictivos y que no representan un peligro para la salud”.

Su área de “quirófano” con miraba al exterior.Por ahora no ha tenido problemas con sus clientes y los únicos reclamos quizás son porque de entrada las personas no supieron elegir los diseños.

Las mujeres son las que más suelen tatuarse y también son las que más lo toleran. Noé tiene varios códigos, entre los que mencionó: no hacer tatuajes en la cara, los pies, manos, codos, rodillas, entre otros.

En Honduras -refirió- poco a poco se rompe el tabú de tatuarse. Antes estaban más ligados a las personas integrantes de maras o pandillas, igualmente había mucho temor por perder un trabajo.

Puntualizó que su meta es consolidarse como artista del tatuaje, “que mis obras de arte se vean reflejadas en la piel de las personas que gusten de mi trabajo”.

Fútbol, parte de su vida

Algunos retratos hechos por Noé.Tal como ocurre con muchos hondureños, nuestro entrevistado se declaró un futbolista frustrado, aunque lo practicó profesionalmente en las divisiones inferiores de Olimpia y Motagua, tuvo en determinado momento que elegir entre el deporte o el arte.

“El fútbol es parte de mi vida. Junto a la pintura, creo que se van a penales en mi vida”, verificó.

Narró que muy joven abandonó la práctica profesional del fútbol, una decisión bastante difícil, pero no equivocada. “Me retiro del fútbol en mi último año en Bellas Artes, jugada a la par de jugadores como Alex López y otros cracks en las Fuerzas Básicas de Olimpia, pero tenía que sacar un taller de tres meses y cuando le pido permiso a mi entrenador (Víctor Lozano Calero) para practicar solo dos días a la semana, prácticamente me dijo que no jugara más y me despachó con estas palabras: ‘Vos solo te jodés’”.

Iba a la escuela de Bellas Artes de 7:00 de la mañana a 3:00 de la tarde y su madre le llevaba sus implementos deportivos, los que le entregaba para que fuera a entrenar todas las tardes con el Olimpia.

“Yo llegaba al campo de entrenamiento después de la escuela y mi mamá llegaba de la casa con mis cosas deportivas. Ella se llevaba mis lienzos y herramientas, y en cambio me dejaba los tacos y el uniforme, pero al final eso no valió porque la actitud de mi entrenador me desilusionó y tuve que abandonar los entrenos”, describió.

Luego, consiguió hacer prueba con el equipo de segunda división de Motagua, que en ese momento era entrenado por Reynaldo Clavasquín.

Su hermano -Jorge Fermán- fue el responsable de conseguirle la oportunidad de probarse en el equipo motagüense. “No me quedé, me pusieron una excusa falsa que me causó risa, el técnico me dijo que tenía muchos jugadores… recuerdo que estaba Henry Figueroa, Alí Arriola, Omar Elvir, entre otros. Llamé a mi hermano y le dije hasta aquí, no más”, rememoró.

Por ahora, frecuentemente se reúne con amigos para pegarle a un balón. Detrás de “la redondita” transcurren los sueños de Noé, pero que no se detiene como la esférica desde el momento que comienza a rodar.

Tampoco se queja por sus ingresos comparados con los de un futbolista profesional. “Lo que puede ganar un futbolista, yo lo puedo hacer en el arte igual. El que gana dinero en el fútbol lo hace haciendo lo que le gusta, pero en el arte sucede lo mismo, yo siento que no trabajo, sino que hago lo que me hace feliz”.

Continuó que “la misma satisfacción que yo puedo sentir al terminar una obra y ver la reacción de satisfacción de la persona que me lo pidió, igual lo puede sentir un futbolista que anota el gol ganador en el minuto 90”.

La plática distendida con Noé llegó a su final. Varias pinturas, retratos, dibujos y otras obras de arte yacen como mudos testigos en ese su recinto que también le sirve como estudio para tatuar a las personas.

Sus dedos inquietos aguardan por un cliente que está a punto de llegar, mientras su imaginación teje sueños que sin duda se cumplirán con el paso del tiempo.

Fuente: Proceso Digital

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