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La supernova que viene

14.02.2020

Nos planteábamos la semana pasada la posibilidad de que hubiera planetas enanos más pequeños que Higía, que, como vimos, tiene unos 400 km de diámetro. Recordemos que la condición que ha de cumplir un planeta enano -además de describir una órbita alrededor del Sol y no ser un satélite- es que su propia gravedad le haga adoptar una forma aproximadamente esférica. Dicho de forma más técnica, esto significa alcanzar el “equilibrio hidrostático”, que es el que se produce en un fluido en el que la presión y la gravedad se contrarrestan mutuamente. En la atmósfera terrestre, por ejemplo, la gravedad atrae el aire hacia la superficie, y eso hace aumentar la presión atmosférica a medida que nos acercamos al nivel del mar, y esa presión impide que las capas superiores de la atmósfera sigan comprimiéndose.

En el caso de un planeta en formación, ese equilibrio de fuerzas, por su homogeneidad, hace que adopte una forma esférica; pero, para ello, el planeta ha de ser lo suficientemente masivo como para que su propia fuerza gravitatoria lo obligue a adoptar esa forma de máxima concentración de la materia. Aunque más que de masa hay que hablar de densidad, pues la gravedad también depende del radio. Y también hay que tener en cuenta la viscosidad: cuanto mayor sea, más le cuesta a la gravedad “moldear” el objeto astronómico y darle forma esférica.

Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, es poco viable un planeta enano con una densidad inferior a 3 g/cm3 y un diámetro de menos de 200 km. Pero, en teoría, un esferoide más denso podría ser más pequeño. Por ejemplo, se cree que Vesta tiene un núcleo de hierro y níquel similar al de la Tierra; si el asteroide perdiera su envoltura rocosa y ese núcleo, con una densidad de aproximadamente 8 g/cm3, quedara desnudo, seguiría siendo esférico. ¿Cuál tendría que ser su diámetro, como mínimo, para que así fuera?
Betelgeuse

En el caso de las estrellas, al equilibrio hidrostático se añade otro factor, que es determinante: la enorme energía generada por las reacciones de fusión en su interior, por lo que la gravedad -y por ende la masa- necesaria para mantener unida una estrella es muchísimo mayor. El diámetro del Sol es cien veces mayor que el de la Tierra (109, para ser exacto), y es un enano comparado con otras estrellas de nuestra galaxia. Como Betelgeuse, la gigante roja de la constelación de Orión, con un diámetro de unos mil millones de kilómetros, que últimamente ha sido objeto de algunos titulares sensacionalistas. Y a su vez, Betelgeuse es pequeña comparada con algunas estrellas supergigantes (¿hay un límite para el tamaño de una estrella?).

El brillo de Betelgeuse ha disminuido notablemente en los últimos meses, y eso podría indicar que está a punto de convertirse en una supernova (“a punto” en términos astronómicos, se entiende, o sea, en los próximos milenios); pero su menor luminosidad también podría deberse a una fluctuación periódica, algo que probablemente se aclarará en las próximas semanas.

Fuente: elpais.com

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