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¡Santa Bárbara bendita…!

Tegucigalpa, Honduras 04 febrero 2019

A los jóvenes normalistas del 86

 

Hace algunas décadas atrás, en la primera semana de mayo, las lluvias torrenciales y el retumbo de los truenos en Santa Bárbara eran infaltables. Ante la amenaza de esas lluvias con centellas incluidas, mi madre Nena, siempre corría a tapar los espejos y a guardar los cuchillos. Los truenos eran fuertes, tanto que algunas veces buscábamos refugiarnos debajo de la mesa del comedor. Mamá siempre decía “Santa Bárbara bendita…”. Con el tiempo pude entender que la virgen de Santa Bárbara desde la tradición católica es la protectora de los marineros, los artilleros, la que protege a los campesinos de las lluvias con centellas. Su conmovedor martirio generó adhesión en países de varios continentes, razón por la cual muchas ciudades en otras latitudes ostentan el nombre de Santa Bárbara.

Al conversar con investigadores locales de la ciudad de Santa Bárbara, casi siempre sostienen, que los orígenes de dicha población, se remontan a tiempos coloniales e incluso apuntan con certeza que la población indígena que dio lugar a la ciudad, se localizó en las riberas cercanas al río Ulúa, a la altura del privilegiado vallecito denominado Tencoa. Numerosos restos arqueológicos se han encontrado en dicho lugar, pero hacen falta estudios que nos permitan determinar si en efecto, ahí se originó. No debemos desestimar el hecho que a través de los tiempos varios pueblos sobre las riberas de caudalosos ríos perecieron. Igual se debe considerar que algunas enfermedades contagiosas como el cólera morbus, diezmaron poblaciones enteras aún en nuestro siglo XIX.

La actual Santa Bárbara en palabras del extinto historiador, Alejandro Salomón Sagastume, logró consolidarse a finales del siglo XVIII. Ese largo trajín del siglo XIX, fue significativo, ya que la incipiente villa logró consolidarse. Durante la primera división territorial que se llevó a cabo para 1825, en el gobierno de Dionisio de Herrera, ya Santa Bárbara figura como departamento. Vale aclarar que su extensión territorial era mucho mayor, ya que abarcaba entre otros territorios lo que ahora comprende casi todo el departamento de Cortés.

Mucha notoriedad alcanzó el departamento de Santa Bárbara, por sus abundantes recursos naturales, dos extensos ríos como el Chamelecón y el Ulúa, a la postre determinantes para la economía nacional, como argumenta el geógrafo triniteco Carlos Héctor Sabillón.

La riqueza del subsuelo se manifestó desde temprano con la mina de Mala Nova, de la cual el ilustre Jesús Aguilar Paz, recogió una de las tantas leyendas y que aún persisten. A lo largo del siglo XIX, se recuerdan las minas de Camalote, Montecristo, Mineral de Santa Cruz, los placeres de Tarros y Quebrada de Oro. Se tienen varios registros de minas abandonadas no necesariamente de oro y plata, en Petoa, Macuelizo, Colinas e incluso en los linderos de El Níspero y Santa Rita, entre otras.

El sitio de mayor trascendencia y explotado desde 1948 a la fecha, se localiza en El Mochito, en el ahora municipio de Las Vegas. Es oportuno mencionar, que el referido casco urbano ha alcanzado niveles importantes en su devenir. Por esa población fluctuante típico de los pueblos mineros, dicho municipio tuvo acceso a condiciones de desarrollo, distintas al resto de los 27 que conforman el departamento. El intercambio comercial de las Vegas es constante con San Pedro Sula, por lo que se percibe un ambiente educativo y cultural distinto al resto de pueblos pateplumas. Sin embargo estamos lejos de que las minas de El Mochito, representen para el departamento de Santa Bárbara una alternativa de desarrollo sostenible, a la fecha no sabemos o no nos lo quieren contar, cuántos minerales se extraen de las minas de El Mochito. También ha faltado voluntad de los distintos gobiernos, para tener un control responsable de nuestros recursos. Hace algunos años leíamos informes sobre los desechos tóxicos que llegaban a nuestro Lago de Yojoa.

La ciudad de Santa Bárbara en palabras del maestro Noé Pineda Portillo, oriundo de San Francisco de Ojuera, se extiende sobre un relieve irregular, en las proximidades de una serie de promontorios de la extensa Sierra de Santa Bárbara, convertida hace algunos años en Parque Nacional, y superada en elevación únicamente por algunos picos del Parque Nacional Celaque.

También es cierto que escasos citadinos, hemos tenido la oportunidad de visitar dicho parque, aunque ahí se encuentran importantes especies de flora y fauna aún sin clasificar. Especies en peligro de extinción como el danto o tapir, aves como el quetzal y los colibríes son abundantes. Las partes bajas de esas empinadas montañas, están cubiertas por extensos sembradíos de café.

La ciudad con plano irregular, de calles angostas e inclinadas ha experimentado ciertos cambios en su infraestructura, pero aún pueden restaurarse y conservarse calles emblemáticas y edificios históricos; como el Corredor de Las Carrascos, la Administración de Rentas, la casa de la familia Leiva, el quiosco del Parque Central, el puente de zinc, el antiguo presidio, el puente Carías, la casa donde funcionó la Corte de Justicia, la casa de la Familia Rivera en las cercanías del Mercado Central, la casa de la familia Enamorado, el estrecho puente viejo, largo y sin pasamanos, en las cercanías del hospital. Más allá del casco urbano, como custodiando la ciudad se tiene la Casa Bográn, antigua edificación perteneciente a una influyente familia a finales del siglo XIX. Sobre la Casa Bográn abundan los relatos fantasmagóricos, las que no abundan son las iniciativas de parte de la sociedad civil santabarbarense, para hacer de ese lugar un sitio de aprendizaje e incluso parte de una ruta turística.

Penosamente, la falta de orientación por parte de las autoridades pertinentes, la ciudad ha transformado espacios de enorme valor histórico en estacionamientos. Santa Bárbara, por su trascendencia merece definirle y conservarle incluso cuadras enteras de sus edificaciones, aplaudimos la noble labor que con estos fines se han iniciado, y qué bien, que ahora la Casa de la Cultura realiza una serie de actividades, que de alguna forma genera convivencia.

Pueblos marimberos

Es importante recordar que la tradición marimbera en Santa Bárbara ha sido permanente. La cabecera departamental y los diferentes municipios tienen su propia marimba e incluso en algunas alcaldías se han organizado orquestas completas, sin faltar instituciones privadas que patrocinan dichas actividades. En Santa Bárbara a la fecha nunca se ha prescindido del uso de las mismas, para amenizar las ferias patronales, bien para dar inicio a ellas o para cerrar las mismas con las populares fiestas del recuerdo. Una de las marimbas de mayor incidencia es la América India, construida por Rosendo Edmundo Barrios, en Guatemala y traída por la familia de Guayo Galeano en 1938 al ahora municipio de La Lima, Cortés. El año de 1945 llegó a la ciudad de Santa Bárbara para quedarse, actualmente es propiedad de la familia de Yomita Enamorado.

De los músicos que se recuerdan por su talento destacan; José Luis Ladino, Santiago Bados, Antonio Troches, Fabio Corea, José Manacir Rodríguez, Cecilio Bados, Carlos Rigoberto Mejía, Emilio Garay, Miguel Enamorado y Martín Mejía. Muchos músicos de la ciudad de Santa Bárbara han formado parte de orquestas reconocidas a nivel nacional, como: La Marimba Usula de la ciudad de San Pedro Sula. Siempre ha habido en Santa Bárbara magníficos esfuerzos por fomentar la cultura en todas sus dimensiones.

Aportes de intelectuales santabarbarenses

Las festividades de antaño al son de músicos marimberos constituyen gratos recuerdos. Grupos de teatro impulsados por el destacado académico y gestor cultural Candelario Reyes, alcanzaron notoriedad incluso fuera de nuestras fronteras. Los grupos musicales como Los Faraones o Los Pateplumas, marcaron pautas y llenaron de orgullo a la ciudad. Coincido plenamente con mi colega Mario R. Argueta cuando apuntaba “Compatriotas oriundos de este departamento noroccidental se han preocupado por dejar constancia escrita de su pasado. (…), Santa Bárbara, a lo largo del tiempo, ha sobresalido por su recurso humano, talentoso y creativo en los campos de la ciencia (Jesús Aguilar Paz), la política (Luis Bográn, Miguel Paz Barahona, Juan Pablo Wainwright, Miguel Andonie Fernández, Donaldo Reyes Avelar, la literatura (Josefa Carrasco, Teresa Morejón de Bográn, Rafael Paz Paredes, Miguel R. Ortega, Rafael Leiva Vivas, Juan Ramón Saravia, Rigoberto Paredes), la medicina (Salvador Paredes, Teodosio Mejía), la educación (Perfecto H. Bobadilla, Raúl Zaldívar Rápalo, Edmunda Pascua Perdomo, Rafael Bardales Bueso, Carlos Héctor Sabillón, Rubén Darío Paz) el periodismo Celso Reyes, Guillermo Castellanos Enamorado, Ramón Nuila Coto, el arte (Benigno Gómez), el teatro (José María Tobías Rosa, Saúl Toro, Juan Ramón Gradelmy), la caricatura, Sergio Chiuz, Ángel Darío Banegas entre otros”. 1
La lista continúa

Podemos ampliar el listado de investigadores, poetas, creadores, forjadores de identidad que a lo largo del tiempo han venido realizando papeles que merecen nuestros reconocimientos. Entre otros destacan, Nelson Mejía y su equipo ha puesto en alto el nombre de Honduras mostrando los juegos tradicionales, tanto que ahora a San Marcos, Santa Bárbara, se le conoce por decreto legislativo como la “Capital de los Juegos Tradicionales de Honduras”. Salvador Madrid, nacido en Naranjito, Santa Bárbara, poeta, desde su alta capacidad de gestión ha logrado aglutinar a destacados intelectuales de diferentes países, en un evento trascendente “Poesía en los Confines”. Sus iniciativas por crear bibliotecas públicas y animar la lectura constante, les han convertido en punto de referencia.

Adalid Martínez, oriundo de Atima, pero radicado en Quimistán, ha contribuido al conocimiento sobre la etnia Chortí, con una serie de publicaciones convertidas algunas en libros.

Germán Fidel Bu, más vinculado con Pinalejo (aldea de Quimistán) que con su lagar de nacimiento, ha realizado valiosos ensayos desde los criterios sociológicos.

Giovanni Rodríguez, de San Luis, Santa Bárbara, ha obtenido premios importantes, en un género como la novela, que en Honduras ha sido trabajado esporádicamente. “Los días y los muertos”, ya ocupa un lugar prominente en la literatura hondureña.

Ada Luz Pineda. De Las Vegas, Santa Bárbara, docente universitaria y publicó Honduras mujer y poesía. Antología de poesía escrita por mujeres 1865-1998, importante y obligada referencia bibliográfica.

Jorge Martínez Mejía. Nació en Las Vegas, Santa Bárbara, es docente y gestor cultural. Escribió Papiros y más tarde público “El mundo es un puñado de polvo”, edición de características audaces y que de alguna forma generó importantes comentarios, en un país donde la crítica litería aún sigue en periodo infantil.

Alex Darío Rivera. Poeta, radicado en la ciudad donde nació, viene desarrollando una actividad de mucho compromiso con el quehacer educativo, pero más con esa idea del rescate y difusión de los valores culturales de manera constante. Sus obras ya aparecen en importantes antologías.
Jorge Sagastume. Docente, su vida ha trascendido como consultor en materia de derechos humanos y temas vinculante a la protección de los migrantes, actividades que le han permito radicarse en varios países. Recientemente público el libro de poesía “Bitácora de un escritor amateur”.
Raúl Alvarado. Inquieto investigador local, oriundo de la ciudad de Gracias, Lempira, pero hizo su vida profesional en la extinta Escuela Normal Santa Bárbara. Recopilador de bailes y danzas folclóricas. Publicó un importante texto denominado “Perspectiva histórica del Partido de Tencoa y el surgimiento de la ciudad de Santa Bárbara”. Al listado se suman otros intelectuales como José Yovany Gómez Mejía, Hernán Mejía, Jorge Enoc Flores, Marlon Rodríguez, Marco Antonio Tinoco, Renán Rápalo y José Hernán Montufar, entre otros.

Con todo y que la ciudad ha avanzado, aún se siguen observando escenas bastante rurales, y prácticas cotidianas que le enriquecen, como la hospitalidad o el habitual apodo, tan frecuente que trasciende generaciones y pareciera que las características de cada familia calzan con un apodo de ejemplar imaginación. Es fácil dice mi amigo Marcos Ricardo Castro, identificar en Santa Bárbara, a distinguidas familias por su apodo; Troches “Colochones”, Baide “Chulos”, Fernández “Zorros”, Jerezano “Ayoteros”, Romeros “Pavos”, Jiménez “Cuyos”, Merinos “Guitarrones”, etc. Es curioso el hecho de que aunque algunas familias tengan el mismo apellido, se toma como base el apodo del abuelo, así tenemos Pineda “Cebollas” (en el centro) y Pineda “Jutes”, (próximos al hospital). Rodríguez “Bombas” (Barrio Arriba) y Rodríguez Paz “Chapetas”. El antiguo barrio Llano de El Conejo, donde vivió el insigne locutor Cándido Rodríguez, conocido como (canducho), es normal que a sus descendientes les nombre cariñosamente “Canduchos”. Los mismos santabarbarenses al referirse a los vecinos del extraviado barrio Galeras, les denominan “millonarios”, sencillamente porque estos se dedican a vender tejas y ladrillos de barro y cada operación la hacen “por miles”, de ahí su apodo, y a los aldeanos de Gualjoco, cariñosamente se les denomina “pajizos”.

Lo difícil en nuestra añorada y calurosa ciudad, es escuchar que a las personas les llamen por su nombre oficial. Con el tiempo incluso, algunos apodos hasta han evolucionado, otros se han perdido en los tiempos. Ojalá la Casa de la Cultura o los docentes organizados, pronto inicien un proyecto de recuperación de la tradición oral, en Santa Bárbara.

Por distintas razones muchos adultos mayores a la fecha, recuerdan que a lo largo de los años ochenta funcionaban en la ciudad de Santa Bárbara, atractivos y “lujosos” restaurantes como; El Bracero (de Juan Cardona), El Palmeras Club, (de Hernán Montufar), El Majestic, (de José Marcol), El Maxin (Serbio Castellón), entre otros. También alcanzó notoriedad el amplio Salón “Rivera Tropical”, por ahí desfilaron importantes orquestas, como La Gran Banda, Los Silver Star, Los Gatos Bravos, más los conjuntos musicales de la ciudad “Los Pateplumas”.

Funcionó por muchos años el Cine Galaxia, a la par de donde ahora sigue funcionando la histórica Radio “La Voz del Junco”. El cine presentaba casi siempre películas que ya no eran novedosas, pero eran nuestra única opción. Tenía dos amplias localidades, palco y luneta, el ingreso costaba, L2.00 en palco y L1.50 en luneta. Aún en el cine había que portarse bien, de lo contrario don Miguelito Hasbum (por cierto un hombre alto y fornido), iluminaba desde un extremo con un foco de mano a los que hacían escándalos, si se trataba de reincidencias, el mismo Miguelito, se encargaba de “sacar de la mano al mal portado”, recuerdo las veces que mi querido amigo Óscar Danilo Romero era sacado del cine…

Actualmente en las cercanías de la ciudad se han instalado numerosos balnearios, en parte para aprovechar entre otros las aguas cristalinas del río Cececapa, limpio, vigoroso y transparente antes de que cruce la ciudad, demás está recordarle a mis paisanos, que al río Cececapa le han dado la espalda… Vergüenza para todos, que a escasos kilómetros antes de llegar a la ciudad por la carretera que de Pito Solo conduce a Santa Bárbara, un enorme basurero, casi siempre repleto de zopilotes y con olores pestilentes, sirve de portal como “dando la bienvenida a la ciudad”. Ahí es donde nos preguntamos, dónde están las autoridades locales o las otras que responden por el medio ambiente, no podemos ser indiferentes ante semejantes imágenes.

Santa Bárbara es una buena plaza comercial sin que haya franquicias internacionales, significa que el apego a la comida tradicional también constituye un legado gastronómico, que poco se ha estudiado pero debe fortalecerse. La actividad cafetalera por su cantidad y calidad le ha dado mucho renombre a la ciudad y sus alrededores, tanto que se llevan a cabo eventos que ya trascienden en la región centroamericana. Quizás ha faltado diversificar el rubro cafetalero para enfrentar las caídas frecuentes de los mercados internacionales.

Las fábricas en la ciudad han sido esporádicas, destacándose la familia Chávez, que por muchos años confeccionaron sombreros de junco y se distribuían más allá de Santa Bárbara. Otras familias han elaborado aguardientes, entre los que destacan nombres como; “Junquito”, “Patepluma”, “Sombrerito” y “Chorrito”, este último apreciado por los bebedores de oficio.

La ciudad actual urge de expertos para conservar el patrimonio arquitectónico, pues aún quedan edificios importantes, que a la postre podrían convertirse en atractivos bienes culturales y con ello generar el entusiasmo de las próximas generaciones.

 

Quizás cuando la sociedad civil se entusiasme, el rol de las universidades sea más visible o que entusiastas alcaldes se empoderen de los proyectos culturales y se logre tener un mayor conocimiento de las potencialidades que tienen los 28 municipios. Debemos comprometernos en conocer nuestros pintorescos cascos urbanos, como: Trinidad, Chinda, Colinas, San Luis, Atima, Arada, San Vicente, San Nicolás, Ilama, Gualala, Ceguaca, Zacapa. Sembradíos de café en municipios aún con bosques primarios como Concepción del Norte, Concepción del Sur, San Francisco de Ojuera, Santa Rita y El Níspero. Amplios parajes verdes y productivos en numerosos pueblos que se extienden sobre el fértil valle de Quimistán y que por algunas razones sus vínculos comerciales son con San Pedro Sula. Es sustancial insertar a Nueva Frontera, Protección y Naranjito, sus habitantes también se identifican como “pateplumas”. Difícil es olvidar las múltiples leyendas sobre el cerro Guatemalía, las ruinas de las iglesias del viejo Celilac y Santiago de Posta, la vistosa iglesia de San Antonio de Suchitepeque, la antigua aldea de Macholoa, aun con las escasas reliquias. Numerosas cuevas naturales; como Yamala, El Macical, el Malín y Pencaligue, aguas termales, sobre el río Jicatuyo. Los restos prehispánicos de Gualjoquito y el vallecito de Tencoa.

Hago mías las palabras del poeta Alex Darío cuando expresa sobre Santa Bárbara: “Me encanta este pueblo; en él nací, crecí, amé. Lo habito y me habita. En él he vivido¸ y acá, me encantaría sentarme a esperar la muerte, si sus calles, rincones, placitas y casonas, no estuvieran pintadas de tantos adioses en mi memoria”.

Nueva York, El Níspero, Santa Bárbara, febrero 2019

*Director de Gestión Cultural en el Centro Universitario Regional de Occidente de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Docente investigador en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, en la ciudad de Santa Rosa de Copán. Historiador, egresado del doctorado en Antropología Cultural, en Salamanca, España. Ensayista y fotógrafo. Miembro de Número de la Academia de Geografía e Historia. Correo rubenga1934@yahoo.com

 

Fuente: La Tribuna

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