Santa Ana. 31.08.2018
Una enorme boca se abre entre el imponente cañón que más que tragarse nuestra atención quizá se embute la historia. De un lado se puede apreciar un mundo lleno de luz -buena o mala, no lo sé del otro, la oscuridad abre la ronda de misterio y asombro.
Hoy estamos en Las Cuevas de Ayasta y no hemos tenido que viajar muy lejos desde la capital. Entre Santa Ana y San Buenaventura, se esconde un boquete que guarda una de las colecciones de arte rupestre más significativas de Honduras, pero a la vez tan irrespetadas por la ignorancia que nunca deja de ser atrevida.
Predominan sobre las paredes calizas el antropomorfismo (dibujos de humanoides, intentos sicológicos de plasmar las visiones que guarda el cerebro cuando ven algo por vez primera), lienzos cuyos farallones, peñascos y, sobre todo, abrigos rocosos como grutas, únicos elementos de entonces para contarle a la historia que el humano pasó por aquí.
Fuente:wwwhondudiario.com