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Maestras jubiladas siguen educando

20.09.2017

El esmero caracteriza a dos profesoras ejemplares, quienes aún después de haberse jubilado siguen trabajando en la educación de jóvenes y niños de San Pedro Sula.

Ellas fueron elegidas como maestras jubiladas del año por parte del Comité Cívico Interinstitucional Permanente, tomando en cuenta que el pasado domingo se celebró el Día del Maestro hondureño.

Se trata de las docentes Melba Elizabeth Pineda, de 63 años, a quien se le entregará el galardón Maestro Jubilado Gubernamental; y Rosa Amelia Morales Estévez, de 70, elegida como Maestra Jubilada no Gubernamental.

PROYECCIÓN INFINITA

La profesora Melba Elizabeth mostró desde niña su vocación como educadora. Cuando jugaba con sus hermanos, ella era siempre la maestra, y sus hermanos los alumnos. “A ellos los sentaba en las gradas de la casa y yo les daba clases. Siempre me gustó el magisterio. Además, es una vocación que la traigo de familia, ya que mi padre fue maestro en la universidad.

Tengo tías maestras, de ahí la vena de la docencia”, relata Pineda. Ya en su vida adulta fue por 33 años docente del Instituto Primero de Mayo, Técnico Alemán y La Salle de San Pedro Sula, así como en el Unión y Esfuerzo de Villanueva. Además, laboró en la Universidad Católica, Pedagógica Francisco Morazán y Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula (UNAH-VS). “Ser maestra es una gran experiencia en mi vida.

Ha habido desaciertos, pero sobre todo he disfrutado la carrera y tengo muchas satisfacciones”. Hace diez años se jubiló, pero ese no ha sido motivo para no seguir proyectándose en la educación de niños, jóvenes y adultos. “Llegamos al bordo de la Bográn por parte de la Iglesia católica para dar catequesis. Fue así como comenzamos a impartir clases, no solo a niños, sino también a adultos, especialmente a mujeres con el programa Educatodos y hemos graduado a varias personas que han cursado desde el primero a sexto grado. Se les ve el deseo de aprender y su perseverancia, que las ha llevado a ir creciendo”.

La profesora Melba no solo se proyecta con las personas de los bordos, sino que también trabajó en otros proyectos con jóvenes de la colonia en la que reside. “Me siento satisfecha por mi labor con la comunidad, sigo trabajando y aquí tenemos un grupo de muchachos a quienes les inculcamos valores por medio de otras rutinas, ya que yo también practico el taekwondo.

También tenemos un grupo educativo financiero, pues debemos de inspirar a los chicos a que hagan otras cosas, que aprendan a ahorrar a través del trabajo comunitario y eso es parte de la función de un maestro. Tenemos un compromiso de dar lo mejor”.

PREVENCIÓN DE ALCOHOLISMO

Sin duda que la labor realizada por la maestra Rosa Amelia Morales Estévez también es digna de admirar. En 1967 se graduó como maestra en educación primaria, y al siguiente año comenzó a laborar “ad honorem” en la Escuela Manuel Bonilla de La Lima, pero luego logró colocarse en la Escuela Leopoldo Aguilar de San Pedro Sula, ya con una plaza permanente. Su proyección con la comunidad comienza al laborar con niños de la calle del Centro La Gran Familia, dependiente de la municipalidad sampedrana.

Posteriormente, comienza a participar en conjunto con el Ministerio del Trabajo en una campaña de prevención del alcoholismo en estudiantes de primaria en 16 departamentos. “Me enfoqué en la prevención del alcoholismo, debido a que viví en carne propia ese flagelo por parte de mi esposo. Luego de divorciarme le dije a Dios que iba a trabajar para que las personas se alejaran de ese vicio”, recalcó Morales Estévez.

Fue entonces que se especializó en una universidad de los Estados Unidos en prevención de problemas de alcoholismo y drogas. Fungió como directora general de 34 escuelas de la Tela Rail Road Company, donde además supervisaba la realización del festival de prevención de alcoholismo.

Junto a la Fundación Alemana Alexander Valentín trabajaba con niños de la calle en Hogares Manantial. Es fundadora de la ONG JUSive, que trabaja con jóvenes de educación media en terapias ocupacionales como pintura, música, teatro, valores y ecología.

Así como en higiene y salud mental junto con el Consejo Nacional de Juventud dependiente del Ministerio de Educación. Pero además tiene inclinaciones literarias y así fue que plasmó su experiencia en la novela “Historia de una Rosa”, misma que ha sido un gran éxito.

Continuó su labor con un diplomado de jóvenes graduados de diferentes colegios sampedranos para inculcarles valores morales y prevenir situaciones de violencia. “Nuestra labor no termina, Dios me mandó a enseñar y lo voy a seguir haciendo, sobre todo porque nuestros jóvenes necesitan de un gran apoyo.

Muchos no cuentan con ese soporte en sus hogares y es necesario escucharlos. Es agradable encontrarse con los muchachos y que me digan que compartieron conmigo en el diplomado o en otro de los programas de prevención”.

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