
22.11.2025
A orillas de la carretera de la capital a Valle de Ángeles, en el kilómetro 15, las manos de Leticia Gómez cuentan una historia, que no aparece en estadísticas, ni discursos oficiales. Son manos que aman la madera y que la convierten en muebles para el hogar. Cada tallado lleva su sello creativo y la satisfacción de ganarse la vida dignamente. Con el apoyo de “Pablito”, su compañero de vida, Leti mantiene un negocio que es, tanto sustento, como arte. Con pulidora y taladro en mano, su día comienza a las 5:00 de la mañana y se prolonga hasta que el sol se rinde, detrás de las verdes montañas. Maneja serrucho y martillo con la misma firmeza con la que ha enfrentado su historia: antes fue ama de casa, vendió elotes, cocos y de todo lo que le generaba ingresos. Jamás se inclinó ante los golpes de la vida, aun siendo madre soltera de seis hijos. Para Leti, los debates sobre feminismo o las discusiones de género son palabras huecas como las promesas de créditos gubernamentales que nunca llegan hasta su puerta. Su lucha no está en los discursos, sino en la madera que transforma cada día, con una determinación que sigue siendo su herramienta más poderosa.
–¿Cómo empezó?
En aquellos tiempos, hace 16 años, empezamos, primero, con madera de pino, cuando mucha madera se malogró por el gorgojo, empezamos a recoger troncos y luego a inventar cosas, como sillas, rodajas, armábamos las mesitas, de todo para no desperdiciar la madera.
–¿Sigue recogiendo esa madera?
Claro, y ahora usamos madera de color, que la conseguimos en los ríos y quebradas. Las corrientes arrastran mucha madera y otra la conseguimos en construcciones cuando cortan los árboles, con los permisos, claro, y entonces, vienen y nos avisan que van a construir y nos regalan los palos, lo mismo pasa con los árboles que bota el viento y los deslizamientos en invierno, nosotros vamos a recogerlos.
–¿De dónde saca todos estos diseños?
Inventos míos, usted sabe que uno tiene que ingeniárselas y más en este oficio, que se necesita mucha creatividad y arte.
–¿Usted maneja todo el proceso de la madera hasta el producto final?
Todo, desde recogerla en los ríos o en los predios. Comencé aprendiendo por usar el martillo para clavar, la necesidad le hace a uno aprender de todo, hasta trabajos, como este, que siempre han sido para hombres, pero yo aquí le serrucho, le corto, le pulo, le sello y le armo, a parte que los diseño.
–¿Quién más le ayuda?
Mi pareja actual, Pablito, él es carpintero, desde siempre ha trabajado la carpintería. A veces, cuando la demanda es grande, buscamos otros ayudantes, pero es difícil hallarlos, no es que no hay trabajo, lo que pasa que a la gente no le gusta trabajar.

–¿Qué comunidad es esta?
Aquí estamos ubicados en Quebrada Honda, Valle de Ángeles, kilómetro 15, antes de llegar a Tequila, para el que nos quiera visitar nos pueden llamar también al 8794-7148.
–¿Qué es lo más complicado de este trabajo?
Mire, todo el trabajo en sí es complicado, porque se trata de madera, trozos muy pesados y hay que tener cuidado con las herramientas y, sobre todo, no echar a perder el trabajo si no está atento.
–¿Ha sufrido algún accidente?
Ninguno que haya sido grave, pero, al principio, la pulidora casi me corta, me distraje por estar platicando y no me fijé que me enrolló toda la blusa, por suerte no pasó a más porque grité y me vinieron a ayudar.
–¿Cuáles son los muebles que más le piden?
Me compran de todo, pero ahora lo que se está vendiendo son las jardineras rústicas, también las “chuletas” porque las pueden armar para diferentes decoraciones en la casa. Lo mismo que las sillas y bancos, son de buena calidad y llevan un tallado bonito.

–¿Cómo están los precios?
Hay de todos los precios, pero la madera es cara, usted sabe, así que hay muebles de dos mil y hasta seis mil lempiras, como esos mesones, las maceteras son más cómodas, según el tamaño, también podemos diseñar al gusto del cliente, lo que ellos quieran nosotros tratamos de hacerlo, ahora tenemos encargos de un juego de sillas al gusto del cliente.
–¿Ha recibido apoyo del gobierno?
El gobierno no le ayuda a nadie, solo a sus activistas. Yo, por ejemplo, quisiera ampliar este taller, diseñar mejores productos, comprar herramientas, hacer puertas, por ejemplo, pero no tengo presupuesto, las herramientas son caras, y los préstamos en los bancos son muy caros, una vez vino un banco a ofrecerme un préstamo pequeño, pero me salía muy caro, uno hace sus cuentas, no es tonto, y esos préstamos de los bancos no resultan, porque los intereses son altos.
–¿Y los políticos le han ofrecido apoyo?
No, menos estos que están ahora en el poder, en el gobierno de Juan Orlando Hernández nos estuvieron dando, al menos, unos bonos, pero estos de ahora no me han dado nada.

–¿Cómo le ha ido en el amor?
Ja, ja, ja, mal, la verdad, me fui con un muchacho a los 17 años, era prácticamente una niña y a esa edad uno es bien tonto, solo me embarazó y me dejó. Me volví a juntar con otro hombre y lo mismo. Ahora, estoy bien con mi pareja actual y me ayuda mucho en el taller.
–¿Cómo le hizo para criar a sus hijos?
Trabajado, luchando, como siempre, nadie me ha mantenido, muchas mujeres quieren todo en la boca, no les gusta trabajar, pero ese no ha sido mi caso, porque siempre he trabajado. Con decirle que tengo seis hijos, algunos ya mayores, y me tocó a mí sola crecerlos y nunca le rogué nada a un hombre.
–¿Qué piensa del feminismo?
Yo no entiendo nada de eso, usted, esa palabra es para otras mujeres, para mí no existe nada de eso, yo solo sé que tengo que trabajar, porque si no trabajo, no como.
–¿Ha tenido otros trabajos?
De todo, honradamente, claro, vendí elotes hasta antes de meterme en el negocio de la madera y cuando la temporada está mala aquí, viajo a traer cocos para vender, porque no me gusta estar sin hacer nada. Es que la verdad, yo trabajo desde niña.

–¿Alguna vez pensó irse a vivir a Tegucigalpa?
Yo trabajé mucho tiempo en Tegucigalpa de ama de casa con varias familias, me pagaban 60 lempiras mensuales en aquellos tiempos. La familia Anduray de la Kennedy fue la última familia con la que trabajé y me pagaban 300 lempiras, me trataron muy bien.
–¿Por qué se regresó a Valle de Ángeles?
Es que allá es bien caro todo, para todo lo que usted ocupa tiene que pagar y como en ese tiempo también andaba alquilando, mi mamá decidió darnos a cada quien un pedazo de tierra donde vivir y yo me vine aquí y pienso que fue lo mejor.
–¿Aquí nació?
Aquí nací, precisamente, en esta casa, me crie con mis papás, ellos también eran de aquí, ya murieron, así que aquí me crecí toda la vida con mis hermanos, somos 9 pero todos nos fuimos a buscar, como dicen, nuestra propia vida y solo yo regresé.

–¿Algún tallado en especial para Navidad?
Lo que quiera el cliente, solo nos tiene que llamar, por ahora, tenemos pasteleras para poner pascuas, máquinas, desayunadores, sillas, mesones para la familia, hasta 16 personas. Tenemos venados navideños, bateas y otros artículos.
–¿Qué expectativas tiene de las elecciones?
Ninguna, al final, todos son iguales, peores, unos más que otros, como le decía, yo no he recibido ese apoyo que necesito para hacer crecer mi negocio y así hay muchos emprendedores que por eso fracasan por falta de apoyo en préstamos.

ELLA ES…
Norma Leticia Gómez Salgado nació en Quebrada Honda, Valle de Ángeles y tiene 49 años. Hizo estudios primarios en Tegucigalpa y en los últimos 16 años se ha dedicado al tallado de madera en su pequeño taller en el kilómetro 15 hacia ese pintoresco municipio. Para pedidos llamar al 8794-7148.
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