Tegucigalpa. 28.06.2025
La jovencita Delia Nahomy Madrid Lagos, originaria de Comayagua, tenía solo 15 años cuando su cuerpo comenzó a enviar señales de que algo no estaba bien.
Sufría de altos episodios de fiebre constante, una palidez casi permanente, pérdida de peso y agotamiento extremo.
Después de semanas de incertidumbre y visitas al médica, recibió un diagnóstico inesperado que cambiaría su vida para siempre: Linfoma No Hodgkin en etapa 4.
Fue trasladada de urgencia al Hospital Escuela en Tegucigalpa, donde comenzó una etapa de hospitalización larga y compleja.
Los primeros días fueron difíciles. Nahomy y su familia enfrentaron no solo el miedo al diagnóstico, sino también las dudas, la soledad y los efectos de una enfermedad que avanzaba rápidamente.
Fue en la sala de oncología pediátrica, donde comenzó su verdadera lucha, donde es sometida a quimioterapias intensas y su cuerpo se fue debilitando.
Pero como toda guerrera, Nahomy empezó a responder al tratamiento de una forma que sorprendió incluso a los médicos.
Cada mañana la visitaban para evaluar su evolución, y día a día mostraba más fortaleza, a pesar de las reacciones secundarias: vómitos, dolores, neumonías y recaídas.

Sus exámenes de salud son excelente
Pasó 2 años y 4 meses en tratamiento, con ingresos frecuentes y citas ambulatorias cada 21 días.
Aunque los exámenes a veces salían bajos y debía volver a casa sin tratamiento, siempre regresaba con fuerza, gracias a la fe que la sostenía y al amor de su familia.
Actualmente, Nahomy tiene 21 años y lleva 4 años y 4 meses libre de cáncer. Asiste a controles cada 6 meses, y sus exámenes son excelentes.
Se ha graduado de secundaria, planea retomar sus estudios universitarios y actualmente trabaja como auxiliar de enfermería en una clínica.
Ella dice que una vez que se gradúe devolverá con acciones lo que un día hicieron por ella, y eso le da una enorme satisfacción.
“El cáncer solo fue un obstáculo que no pudo conmigo,” dice con firmeza, al tiempo que comentó que guarda con cariño el recuerdo de los voluntarios de la Fundación para el Niño con Cáncer (Funhnicer) que llegaban a visitarla.
“En los días más difíciles, ellos traían alegría, motivación y esperanza. La Fundación fue un pilar para nosotras: nos brindó alimentos, hospedaje y tratamiento sin costo alguno. Nos hizo sentir parte de una familia.
Nahomy es una joven creativa, agradecida, que ama leer, pintar y vivir la vida con propósito. “Para mí, este proceso no fue un castigo, fue una lección. Dios me dio una segunda oportunidad, y la voy a aprovechar.”

Fuente: latribuna