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Arq. Fernando Pineda Ugarte, su vida

Para los que nacimos hace ya varias décadas, allá por los sesenta y setenta, el arquitecto don Fernando Pineda Ugarte era una especie de leyenda en la ciudad, pues sin duda era una especie de caballero heredero de aquella Tegucigalpa de finales del siglo XIX y comienzos del XX que se hacía notar cuando caminaba plácidamente por las estrechas aceras de la capirucha, con su bastón en la mano, y sobre todo el aditamento que más lo hacía singular en la ciudad: su famoso “sombrero de safari”, al estilo de los cazadores que veíamos de cipotes en las películas de “Tarzán”. Caminando donairosamente, parecía todo un “dandy” o un “gentleman”, en una ciudad en la que personajes de esa estirpe ya cedían paso a la banalidad de la posmodernidad. Recuerdo bien que era un señor “chelón”, puro español, y algunas veces logré charlar con él cuando me lo topaba en la recién fundada “Librería Guaymuras” en la Avenida Cervantes allá por la década de 1980. Me dijo entre otras cosas que era arquitecto, de los mejores, y que conocía a cada persona de Tegucigalpa con su nombre y apodo incluido. Y efectivamente, creo que nadie como él conocía a mi ciudad natal Tegucigalpa. Este pequeño texto es un pequeño homenaje a él y a su contribución a la historia urbana y arquitectónica de mi ciudad.
El arquitecto don Fernando Pineda Ugarte nació en Tegucigalpa el 1 de febrero de 1894 y falleció casi centenario en la misma ciudad el 28 de febrero de 1993. Perteneció a una estirpe de ilustres personajes del linaje de “los Ugarte”, una familia de origen vasco que se asentó en Tegucigalpa -según Leticia de Oyuela- posiblemente en el siglo XVII-. Entre sus antepasados hubo ilustres hombres de letras y de la política, como el famoso cura Padre Pedro de Ugarte, quien fue a estudiar a México en el periodo colonial, y fue uno de los primeros misioneros que fue a evangelizar a California, y es a quien se atribuye la introducción de la vid a esa región. Su hermano, Juan Ugarte (1882-1730) también fue cura; sus padres lo enviaron a la Nueva España, donde ingresó a la orden de la Compañía de Jesús en la Ciudad de México en el año 1679. Fue maestro de filosofía en el Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo; allí conoció a los padres misioneros Eusebio Francisco Kino y Juan María Salvatierra y los acompañó en la labor misionera que juntos realizaron en la península de Baja California, que por entonces pertenecía a la Nueva España.
Otros ascendientes del arquitecto Fernando Pineda Ugarte fueron don Miguel de Ugarte, nacido en Tegucigalpa en 1834 y murió a finales del siglo XIX, quien fue músico contemporáneo del Padre Reyes; fue filarmónico de la catedral de Tegucigalpa, su instrumento especial fue el violín. Ejecutaba otros instrumentos, como el piano y la guitarra; era el cantante oficial de las misas en la iglesia parroquial y fue posiblemente el más famoso intérprete de música religiosa en la ciudad en el siglo XIX.
Otro antepasado ilustre de don Fernando fue el señor Ángel Ugarte, quien fungió como “Canciller de la República” en varios gobiernos a lo largo del siglo XIX, y es considerado como uno de los primeros diplomáticos hondureños, pues sirvió como embajador en varios países como México e Inglaterra.
También don Fernando fue pariente del legendario Rafael Ugarte, quien posiblemente fue el primer fotógrafo profesional hondureño, y sus colecciones de fotos y tarjetas postales de principios del siglo XX dieron la vuelta al mundo. Parte de su colección fotográfica aún es custodiada en el “Archivo Nacional de Honduras” (ANH).
También perteneció a la estirpe de los Ugarte el distinguido caballero Octaviano Ugarte, quien fue uno de los primeros Rotarios de la ciudad, y fundador de tan benemérita institución.
El hermano de don Fernando -Héctor Pineda Ugarte- fue otro importante intelectual tegucigalpense, quien fue esposo de la famosa doña Merceditas Agurcia Membreño. Don Héctor fue abogado y distinguido profesor de la capital, muy querido por sus coterráneos. Don Héctor además fue famoso porque junto a Carlos Bram, Arturo Bram, Enrique Buck y Samuel Inestroza, fundaron en Tegucigalpa en 1912 el “Club Olimpia”, la entidad deportiva más famosa de la historia hondureña.
Sin embargo, lo más importante de la vida de don Fernando Pineda Ugarte es que es considerado “el primer arquitecto profesional” de la historia de Honduras. No significa que él haya sido el primer constructor, pues es obvio que desde la época colonial la ciudad tuvo “maestros de obra” que hicieron grandes obras arquitectónicas, sin embargo, se podría considerar que don Fernando fue posiblemente el primer, o uno de los primeros graduados universitarios que ejercieron el oficio de “arquitecto” desde una perspectiva profesional.
Los padres de Fernando lo mandaron a estudiar arquitectura en Suiza en los primeros años del siglo XX. Regresó a Honduras en 1921, una etapa de interesantes transformaciones urbanas y arquitectónicas en la entonces joven capital hondureña (recuérdese que apenas había sido declarada capital en 1880).
Entrado el siglo XX, en Honduras, y en especial en Tegucigalpa, la arquitectura ya mostraba algunos signos de renovación artística y urbanística. Efectivamente, durante toda la época colonial y en casi todo el siglo XIX –antes de ser declarada capital-, la ciudad había estado atada a una larga tradición arquitectónica heredada de los estilos barroco y algunas obras del neoclasicismo, lo cual le daba una apariencia desde luego señorial y provinciana a la antañona ciudad, pero carente de las tendencias modernistas, pero la llegada por esas décadas de connotados artistas arquitectos extranjeros, especialmente italianos, franceses y españoles (como los italianos Emilio Montessi, Alberto Bellucci y Augusto Bressanni, el francés Henry Gastón Bourgeois y el español Cristóbal Prats Fonellosa), introdujeron las nuevas tendencias arquitectónicas modernistas y vanguardistas, como la arquitectura de estilo neoclásica, la arquitectura historicista y el Art Deco.
De ese modo, Tegucigalpa, y casi todas las capitales centroamericanas se reconstruyeron bajo los cánones de estas vanguardias, especialmente el neoclasicismo, estilo que encajaba con los ideales republicanos de libertad y modernidad.
En ese contexto de renovaciones estéticas e ideológicas pues, arriba el arquitecto Fernando Pineda Ugarte a Tegucigalpa en 1921 después de cursar sus estudios universitarios en Suiza.
De esa forma, Fernando Pineda Ugarte es el primer hondureño que pone los cimientos para la profesionalización de la actividad de la arquitectura profesional en el país, quienes se aglutinaron con los arquitectos extranjeros que empezaban con sus obras a modernizar el rostro urbano de la capital. Con los años, fueron llegando más hondureños graduados de las escuelas universitarias de arquitectura norteamericana, como el ya legendario Mario Valenzuela, así como otros que fueron a estudiar a universidades brasileñas y mexicanas.
En el caso de Fernando Pineda Ugarte, al haber estudiado en Europa, naturalmente que las corrientes vanguardistas en boga de las que recibe influencia fueron esas corrientes modernistas, especialmente el ideal estético que viene del “Bauhaus” alemán de Loos y Gropius, como lo señala la historiadora Daniela Navarrete en su estudio Modernización urbana después del liberalismo: 1934-1974.
A su regreso a Tegucigalpa entonces, el arquitecto Pineda Ugarte introduce estas tendencias artísticas de vanguardia, recibiendo encargos para construir obras especialmente privadas, como edificios residenciales, para negocios o entretenimiento, como por ejemplo el “Edificio Lázarus” en el Barrio Abajo, el “Cine Clámer” en la Avenida Cervantes y quizá el más conocido fue el edificio de “La Samaritana”, un edificio comercial que estaba ubicado en el costado oeste de la “Plaza Morazán” o “Parque Central”, junto al Banco de Honduras. Todas esas obras entroncaban con las tendencias del “Art Nouveau”, tanto en el estilo como en los materiales de elaboración, que le agregaron un toque moderno a la ciudad.
Sin embargo, quizá la obra más recordada del arquitecto Pineda Ugarte en la ciudad haya sido sin duda ese elegante edificio de “la Samaritana”. Ese edificio, ubicado al costado occidental del “Parque Morazán”, lo encargó el magnate don Santos Soto al arquitecto con el fin de ampliar la influencia de sus negocios alrededor del “Parque Central”. Efectivamente, en la esquina de esa cuadra estaba su legendario “banco de Honduras”, hermoso palacete que había sido construido por el arquitecto italiano Emilio Montessi, y al lado mandó a construir “la Samaritana”, donde además operar una tienda comercial, también instaló las oficinas de la “Casa Soto”, que administraba todos sus negocios. La sólida construcción de piedra rosada de las canteras de la zona oriental de Tegucigalpa. El edificio tenía dos plantas, y en su fachada desplegó una serie de arcos de medio punto que antecedían un espacio para que sirvieran de corredores o pasillos por toda la acera interior, que intentaban rescatar la tradición de las construcciones coloniales de Tegucigalpa, diseñadas con amplios corredores. Con este diseño, el arquitecto Pineda Ugarte intentaba fusionar lo antiguo y lo moderno en la arquitectura vernácula del centro de Tegucigalpa.
“La Samaritana” se convirtió por muchas décadas en una de las tiendas preferidas por los capitalinos, pues vendía artículos importados de Europa y Estados Unidos, siendo considerada en aquella época como los “moles” actuales. Por su parte, el “Cine Clámer” fue uno de los más finos y selectos de la capital en aquellos años, especializándose en exhibir producciones norteamericanas. Mientras tanto, el “Edificio Lázarus” sirvió como residencia particular, pero también como oficinas de alquiler para varias empresas que crecían en la Tegucigalpa de mediados del siglo XX.
El arquitecto Pineda Ugarte introdujo importantes innovaciones para la época tales como las estructuras de concreto armado; sus inicios fueron difíciles, pues a veces sufría atrasos constructivos porque muchos materiales eran importados y a veces tardaban en llegar hasta Tegucigalpa; además, la mano de obra que tenía a disposición no era calificada, pero esos fueron parte de los retos que le tocó afrontar y lidiar. Finamente, su huella quedó grabada en el urbanismo de la capital, dándole un toque de modernismo a su ciudad natal.
Ese negocio “La Samaritana” de don Santos Soto se convirtió en un icónico punto del espacio público de la capital en el “Parque Morazán o Parque Central”. Don Santos Soto Rosales nació en el pueblo de Santa Lucía, Francisco Morazán, alrededor del 1850. Fue hijo de los señores Cornelio Soto Chavarría (1809-1877) y de doña Seferina Rosales Lanza (1819-1877). Sus hermanos fueron: Santiago (1846), María Adela (1855), Isaura (1860), y María Dolores (1862). Sus abuelos paternos fueron Santiago Soto y Josefa Chavarría, vecinos de Comayagua. Y, sus abuelos maternos fueron Juan José Rosales y Juana Antonia Lanza, vecinos de Tegucigalpa.
Don Nahúm Valladares y Valladares nos relata que a mediados del siglo XX, en Tegucigalpa los comercios más importantes eran:
Los almacenes más importantes eran entre otros “La Samaritana”, sede de la Casa Soto, donde se vendía lo más fino en perfumería, ropa para damas, fantasía fina y artículos para el hogar. “Bazar Jerusalén”, de don Jacobo Zablah, “Toño Rosa”, tienda elegante para caballeros y distribuidores exclusivos de los relojes Bulova, el “Bazar Colón” de la familia Martel, frente al Parque “La Merced, “El Capitolio” de don Pedro Asfura, el “Bazar América” de Taufik Mourra con finas prendas para caballeros y distribuidores de las camisas Arrow. “Honduras Eléctrica” de don Ricardo Reyes Noyola, la “Moda de París” y “El Louvre” de los hermanos Hasbun, distribuidores del calzado Florsheim, finos casimires y telas para la confección de trajes para caballeros. “Salvador Schacher”, en la planta baja del Hotel Las Américas, con artículos para caballeros y distribuidores de los mundialmente famosos sombreros Stetson. La tienda de Francisco J. Jones, distribuidor de radios y consolas RCA. Bazar Buenos Aires de Abraham Hilsaca, especializado en la venta de telas para la confección de ropa femenina. “El Au Bon Marché” de don salomón Barjúm con una variedad de artículos para el hogar. Tienda de Mina F. Mahomar especialistas en telas para mujeres y ripa interior para dama. (“Diario La Tribuna”, Valladares y Valladares, Nahúm, Comercio de ayer, Tegucigalpa, Sección Tegucigalpa del Recuerdo, martes 5 de septiembre de 2017, pp. 28-29).
En cuanto a sus actividades, fue un comerciante, banquero, industrial y político muy reconocido en su época. Ha sido uno de los hombres más ricos de Honduras. Se dice que fue el primer hondureño que amasó una fortuna valorada en 1 millón de pesos, una fortuna en aquellos años. Siendo joven y emprendedor fundó la primera librería en Tegucigalpa. Con dicha acción la Alcaldía de Tegucigalpa le condecoró como Benemérito de la Instrucción Pública. También fue diputado a la Asamblea Constituyente de 1894 y a la de 1906. Fue Consejero municipal de Tegucigalpa. Diputado y Secretario del Congreso Nacional. Ministro de Hacienda y Crédito Público. Representante consular en Tegucigalpa de Nicaragua e Italia.
Santos Soto es el fundador del “Banco Centroamericano”, siendo sus socios el colombiano Francisco Sarmiento y el hondureño Ignacio Agurcia Midence. Seguidamente Soto, es socio mayoritario con 400 mil Pesos del “Banco de Honduras” y además con su fotografía ilustró el billete de Diez Lempiras, que elaboraba el mismo banco. También fue accionista mayoritario de la mina “San Juancito” con el abogado Marco Aurelio Soto Martínez; de igual forma fue accionista de la mina de “El Mochito” en Santa Bárbara. Fue tan poderoso económicamente que a los gobiernos constitucionales de turno les prestaba dinero para que pagaran oportunamente los convenios de préstamo.
El señor Santos Soto, se casó en Tegucigalpa el 11 de abril de 1901, con la señorita Camila Midence Soto (1861-1959); hija de los señores Basilio Midence y María Antonia Soto. De este matrimonio nacieron: Tomasa (1902) y Luisa (1904). La señorita Tomasa Camila se casó en Tegucigalpa en 1928 con el joven Carlos Eugenio Fiallos Martínez. La joven Luisa se casó en Tegucigalpa en 1926 con Fidel Adolfo Midence Flores.
Santos Soto murió en la ciudad de San Salvador, El Salvador, en el año 1932. Sus restos descansan en el Cementerio General de Comayagüela, en el famoso “Mausoleo de la familia Soto”.
En suma, la llegada de estos arquitectos extranjeros, así como de los hondureños que estudiaron arquitectura en el extranjero, transformó el urbanismo y los espacios públicos en la Tegucigalpa de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Efectivamente, desde los ideales liberales de los reformistas liberales como Marco Aurelio Soto, Ramón Rosa y Luis Bográn -en que Tegucigalpa se convierte en capital de la nación- se intentó “construir e inventar una nueva capital” que manifestara en su urbanismo los ideales de la modernidad, el progreso y la civilización, por ende, contrataron a muchos de esos artistas para que construyeran obras para el Estado que exhibieran las nuevas estéticas arquitectónicas de vanguardia, como el neoclasicismo y el Art Nouveau; así, se construyeron edificios neoclásicos, o se acondicionaron parques y espacios públicos de tendencia Art Nouveau, mientras las familias de la élite mandaban a construir sus residencias y palacetes en estos estilos artísticos. Este fenómeno complejo transformó a la sociedad tanto política, social y económicamente como también al urbanismo, e incidió en la arquitectura, escultura y en los espacios públicos, pues por medio de este lenguaje de las estéticas vanguardistas como el neoclasicismo, el Art Deco y el modernismo, los reformistas apelaban a la construcción de nacionalismo, identidad nacional y la legitimación del poder mediante la construcción y edificación de obras monumentales que trascendieran el tiempo y la Historia.
REFERENCIAS:
1) Amaya, Jorge Alberto, Contribución de la inmigración italiana al desarrollo artístico y urbanístico de Tegucigalpa, Tegucigalpa, UNAH, Maestría en Historia, 2017.
2) COLEGIO DE ARQUITECTOS DE HONDURAS, Honduras: Guía de arquitectura y paisaje, Tegucigalpa, Colegio de Arquitectos de Honduras/ Junta de Andalucía, Agencia Española de Cooperación Internacional, 2013.
3) Navarrete, Daniela, “Encuentros y desencuentros de la Modernidad en Tegucigalpa”, siglo XIX y XX, En: Revista GEOGRAFARES, Revista do Programa em Geografia e do departamento de Geografia da UFES, Diciembre, 2016, pp. 39-53.
4) Navarrete, Daniela, Modernización urbana después del liberalismo: 1834-1974, El Zamorano, escuela Agrícola El Zamorano (EAZ), 2018.
5) “Diario La Tribuna”, Valladares y Valladares, Nahúm, Comercio de ayer, Tegucigalpa, Sección Tegucigalpa del Recuerdo, martes 5 de septiembre de 2017, pp. 28-29).

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