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El origen de la peste negra, situado en el mapa por primera vez

Excavación del sitio KaraDjigach, en el valle Chu de Kirguistán, en las estribaciones de las montañas Tian Shan. Esta excavación se realizó entre los años 1885 y 1892

 

La peste negra, la peor pandemia que haya conocido la humanidad, se llevó por delante a hasta el 60% de la población europea durante la Edad Media. En las urbes devastadas ni siquiera quedaban vivos suficientes para enterrar a los muertos. Y a principios del siglo XIX, las vidas cobradas sumaban los diez millones. A pesar de las dimensiones de la catástrofe -difíciles de imaginar incluso después del azote del Covid-19-, los orígenes geográficos de lo que se conoce como segunda pandemia de peste, que duró casi 500 años, no han estado claros. Algunos los situaban en China; otros, en el oeste de Eurasia.

Ahora, un equipo internacional de investigadores cree haber encontrado esa ‘zona cero’ de la muerte negra en el lago Issyk-Kul, en el actual Kirguistán, corazón del continente asiático.

El equipo analizó los dientes de los esqueletos de siete individuos enterrados en el año 1339 en los cementerios de la región de Tian Shan, cuyas tumbas incluían inscripciones de ‘pestilencia’ en idioma siríaco, para descubrir que, en efecto, las lápidas no mentían. Los restos de tres de ellos contenían ADN de la mortífera bacteria de la peste, Yersinia pestis.

La lápida de Sanmaq, una de las víctimas de la peste (su genoma no está secuenciado). El epitafio de su lápida, escrito en siríaco, dice: «Esta es la tumba del creyente Sanmaq. [Él] murió de pestilencia»
La lápida de Sanmaq, una de las víctimas de la peste (su genoma no está secuenciado). El epitafio de su lápida, escrito en siríaco, dice: «Esta es la tumba del creyente Sanmaq. [Él] murió de pestilencia» – AS Leybin, agosto de 1886

«Finalmente pudimos demostrar que la epidemia mencionada en las lápidas fue causada por la peste», afirma Philip Slavin, historiador de la Universidad de Stirling, Reino Unido, y uno de los autores principales del estudio publicado este miércoles en la prestigiosa revista ‘Nature’. El trabajo es fruto de una minuciosa investigación que reúne la paleogenética, la historia y la arqueología.

La peste no es una enfermedad de los humanos. La bacteria sobrevive en poblaciones de roedores, en los llamados reservorios de plagas. Según explica Slavin a este periódico, la cepa que provocó la epidemia alrededor del lago Issyk Kul probablemente se originó «en un reservorio de plaga de marmotas» en las montañas de Tian Shan. Dado que las cepas actuales en la región están estrechamente relacionadas con la antigua, «es muy plausible» que la peste apareciera de forma local en vez de proceder de una región lejana.

El investigador cree que las comunidades cercanas se expusieron a las marmotas infectadas y, en algún momento, la plaga pasó de los animales a los humanos. Pero, ¿cómo consiguió la muerte negra saltar del centro de Asia a Europa? La explicación puede estar en el comercio a larga distancia.

La Ruta de la Seda

Dos comunidades cristianas (nestorianas) no lejos de Issyk Kul llamadas Kara-Djigach y Burana estaban situadas en el corazón de la famosa Ruta de la Seda, una ruta comercial internacional de larga distancia. Por lo tanto, algunos de sus habitantes se dedicaban sin duda al comercio internacional, como demuestran los objetos encontrados en sus tumbas: perlas recolectadas en aguas lejanas -el Golfo Pérsico o los océanos Pacífico e Índico-, corales y conchas de Marginella (recogidos, muy probablemente, en el mar Mediterráneo), objetos de metales preciosos y no preciosos, telas de seda y brocado dorado…

Además, Slavin recuerda que los yacimientos se encontraron un gran número de monedas que demuestran ese comercio a larga distancia. «La mayoría de las monedas procedían de Bukhara, Termez (la frontera entre Uzbekistán y Afganistán), Samarcanda y Otrar (sur de Kazajstán)», recuerda. También hay piezas de Badakhshan, Shash (actual Tashkent), Almaliq (en la frontera entre Kazajstán y China), Taraz (en la frontera entre Kazajstán y Kirguistán) y Soltaniyeh (la capital del estado de Ilkhanid, en el norte de Irán). Las dos comunidades incluso tenían sus propias casas de moneda. Todo esto pudo haber contribuido a la propagación de la fatal enfermedad durante el siglo XIV.

Según Slavin, el estudio «pone fin a una de las preguntas más grandes y fascinantes de la historia y determina cuándo y dónde comenzó el asesino de humanos más notorio e infame».

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