La NASA lleva décadas vigilando los cielos en busca de asteroides potencialmente peligrosos, pero hay algunos factores que el viejo programa de rastreo Sentry no podía tener en cuenta.

Por este motivo, la NASA ha desarrollado el Sentry II, un sistema de segunda generación que permite a los astrónomos calcular las órbitas y las posibilidades de impacto de los asteroides con mucha más precisión.

Los impactos de asteroides pueden ser catastróficos para la Tierra, como bien saben los dinosaurios. Se cree que la roca del día del juicio final, la que terminó con ellos, tenía unos 10 km de ancho, pero incluso un asteroide mucho más pequeño podría causar graves daños.

Se calcula que el meteorito que explotó sobre Cheliábinsk (Rusia) en 2013 solo tenía 20 m de ancho y aun así causó daños a casi 1.500 personas. Una roca de unos cientos de metros podría borrar una ciudad del mapa con una explosión muchas veces mayor que la bomba lanzada sobre Hiroshima.

Con la suficiente antelación, la agencias espaciales internacionales están convencidas de que podría ser posible intervenir y evitar este tipo de Armagedón.

Por este motivo hace unas semanas la NASA lanzó la misión DART, la cual tiene que probar la viabilidad de estrellar una nave espacial contra un asteroide para cambiar su trayectoria, una técnica que podría ser útil si detectamos alguna roca espacial grande con dirección la Tierra.

Pero primero, antes de estar estrellando naves espaciales por ahí, lo que hay que saber es qué asteroides se dirigen al planeta, y ahí entra el Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS), el cual se encarga de calcular la órbita de todos los asteroides cercanos a la Tierra.

Tranquilos, tan sólo se estima que el número total de estos se aproxima a los 28.000 objetos. A continuación, se determina si suponen una amenaza para nuestro planeta utilizando el software Sentry.

Sentry era muy eficaz a la hora de calcular las trayectorias orbitales basándose en cómo un asteroide se ve afectado por la atracción gravitatoria del Sol y los planetas, pero había algunos factores que no podía tener en cuenta.

A la larga, estas incertidumbres pueden convertirse en una bola de nieve de muchas órbitas posibles que pueden impactar o no en la Tierra.

El efecto Yarkovsky, por ejemplo, consiste en que el Sol calienta de forma desigual la superficie de un asteroide mientras gira, creando fuerzas térmicas entre los lados diurnos y nocturnos de la roca que pueden producir empuje.

Otras veces, los asteroides que pasan muy cerca de la Tierra pueden ser empujados a órbitas diferentes por la gravedad del planeta, cambiando las trayectorias de su eventual retorno.

Fuente: computerhoy