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La nave OSIRIS-REx regresa a la Tierra con material prístino de los orígenes del sistema solar

Después de casi cinco años en el espacio, la nave espacial OSIRIS-REx de la NASA ha emprendido el camino de regreso a la Tierra con una gran cantidad de rocas y polvo recuperados del asteroide Bennusituado a unos 300 millones de kilómetros. Cuando llegue, en septiembre de 2023, el valioso material científico casi tan antiguo como el sistema solar podrá ser estudiado durante generaciones y responder preguntas que hoy ni siquiera podemos imaginar.

Exactamente 23 minutos después de la pasada madrugada (hora peninsular española), el orbitador encendió sus motores principales a toda velocidad durante siete minutos, su maniobra más significativa desde que llegó a Bennu en 2018. La nave salió propulsada lejos del asteroide a casi 1.000 kilómetros por hora para comenzar un viaje de dos años y medio que no será precisamente en línea recta. Para alcanzar la Tierra con la inclinación y la velocidad adecuadas, deberá dar dos vueltas al Sol dentro de la órbita de Venus. En total, recorrerá 2.300 millones de kilómetros.

Rebotar como un guijarro

Desde que Bennu quedó en el espejo retrovisor, el objetivo crítico es que la muestra de más de 60 gramos de suelo del asteroide, tomada en octubre de 2020 con un brazo mecánico, viaje de manera segura. Los ingenieros utilizan señales de radio para saber la posición y velocidad de OSIRIS-REx en todo momento. En septiembre de 2023, la nave se situará a unos 10.000 km de la Tierra. Entonces, la cápsula con las piezas de Bennu se separará del resto de la nave y entrará en la atmósfera terrestre. Se lanzará en paracaídas al desierto occidental de Utah, donde los científicos la esperarán para recogerla. Después, la sonda podría dirigirse a otro asteroide, una nueva misión cuya viabilidad será estudiada este verano.

El rumbo de la nave espacial estará determinado principalmente por la gravedad del Sol, pero los ingenieros necesitarán hacer pequeños ajustes ocasionales a través de la propulsión del motor. «Necesitamos hacer correcciones regulares para acercar la trayectoria cada vez más a la atmósfera de la Tierra para la liberación de la muestra, y para tener en cuenta los pequeños errores que podrían haberse acumulado desde la última combustión», explica Peter Antreasian, líder de navegación OSIRIS-REx en KinetX Aerospace, en Simi Valley, California.

El equipo realizará ajustes de rumbo unas semanas antes del reingreso a la Tierra para apuntar con precisión la ubicación y el ángulo para la liberación de la cápsula. Si llega demasiado bajo, la ‘cestita’ podría rebotar en la atmósfera como un guijarro que salta de un lago; demasiado alto y la cápsula podría quemarse debido a la fricción y al calor de la atmósfera. Si OSIRIS-REx no libera la cápsula, el equipo tiene un plan de respaldo para desviarla de la Tierra y volver a intentarlo en 2025.

«Hay mucha emoción dentro del equipo por la partida», dice Moreau. «Creo que todo el mundo tiene un gran sentido de logro, porque enfrentamos todas estas tareas abrumadoras y pudimos lograr todos los objetivos que se nos plantearon. Pero también hay algo de nostalgia y decepción de que esta parte de la misión esté llegando a su fin», añade.

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