Más de 30 años ha pasado Robert ‘Buz’ Chmielewski realizando apenas unos pocos movimientos debido a su parálisis por culpa de un accidente de surf. Sin embargo, esto no le ha frenado para querer ayudar en un proyecto científico que podría facilitar su vida y la de otras personas en su misma situación.

Chmielewski se sometió a una cirugía de casi 10 horas en 2019 con la que implantar seis electrodos en su cerebro. Estos le han permitido controlar un par de brazos robóticos y alimentarse de forma casi independiente como hacía años que no podía. El proyecto es obra de la Universidad John Kopkins de Medicina.

«Es genial«, ha descrito Chmielewski, «poder hacer esto de manera independiente y aún poder interactuar con la familia es un gran cambio«. Para este hombre la experiencia ha sido única tras tantos años de tetraplejia. Aunque para muchos nos parezca un gesto sencillo, para él poder dar órdenes a sus brazos con los pensamientos y comer un trozo de bizcocho es todo un logro. «Quería poder hacer más«, dijo.

En este vídeo aportado por la universidad se puede ver el complicado mecanismo que requiere esta tecnología para funcionar. Tres electrodos se conectan a los brazos izquierdo y derecho de Chmeilweki y los otros están conectados a áreas del cerebro que transmiten la retroalimentación sensorial de los dedos protésicos.

Quedó paralizado de los hombros para abajo cuando solo tenía 16 años en un accidente de surf en Maryland. Durante todo este tiempo sólo ha conseguido realizar leves movimientos en las muñecas y los hombros. A los 49 años se presentó voluntario para participar en este programa de investigación.

A los pocos meses de someterse a esta cirugía, Chmielewski ha podido controlar los dos brazos robóticos a través de una interfaz cerebro-máquina desarrollada por el Laboratorio de Física Aplicada Johns Hopkins (APL). Con este sistema, este hombre ha conseguido manipular ambos brazos para sostener el pastel en el plato mientras el otro brazo cortaba el postre con un cuchillo. Después uno de los brazos acercó a la boca de Chmielewski uno de los trozos de bizcocho.

«Al combinar las señales de la interfaz cerebro-computadora con la robótica y la inteligencia artificial, permitimos que el ser humano se concentre en las partes de la tarea más importantes» explica David Handelman, un roboticista senior de APL. Los investigadores aseguran que, a parte de ampliar el número de tareas posibles, los siguientes retos son incluir retroalimentación sensorial adicional a medida que completa las tareas para que no tenga que depender de la visión para saber si está teniendo éxito.