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Arada: su cultura local como alternativa de desarrollo.

Tegucigalpa, Honduras, martes 27 octubre 2020

Debemos reconocer que los nombres de nuestros municipios, van más allá de elementos indígenas o religiosos, pues también existen un número significativo de ellos, que se definen por características geográficas, tal es el caso de Ojos de Agua, Las Lajas (Comayagua), Vado Ancho, Potrerillos (El Paraíso), Arenal (Yoro), Las Vegas, Colinas y Arada en Santa Bárbara para mencionar algunos.

La cabecera municipal de Arada, se extiende sobre un terreno irregular a una altura de un poco más de 430 msnm, en lo que sería uno de los tantos ramales correspondientes a la extensa Sierra de Atima. Arada se localiza a unos 16 kilómetros al sur-oeste de la ciudad de Santa Bárbara y se llega por una vía asfaltada. Fue a inicios de los años 50 cuando se aperturó la carretera que une a Santa Bárbara con Arada. Los ancianos aún recuerdan las enormes dificultades que les tocó enfrentar, sobre todo porque las crecientes del río Ulúa, impedían hasta el cruce de las “balsas de madera”, también recuerdan la llegada del primer automóvil al pueblo, “El Tencoa” que era conducido por el afamado Hipólito Rodríguez.

Antecedentes

Se trata de un municipio creado a principios del siglo XX, anteriormente solo existen referencias de un sitio denominado El Ocotal, que pertenecía a la ciudad de Santa Bárbara. Al parecer sus pobladores buscando mejores tierras para sus labranzas, decidieron establecerse donde ahora se encuentra el casco urbano de “Arada”. Lógicamente el término anterior, nos remite a “tierras preparadas para sembrar”, actividad que se les facilitó por la abundancia de recursos hídricos en sus proximidades, destacándose entre otros el Ulúa y el Palaja, ambos ríos de caudal considerable e importancia significativa.

Pintoresco y desigual

Los vecinos coinciden en que los primeros habitantes de Arada, se establecieron a inmediaciones del otrora barrio “El Culebrón”. Aseguran que donde ahora se encuentra el Parque Central, hubo un enorme árbol de Ceiba, sembrado por Juan Vallecillo en 1906, tan grande que sus ramas cubrían la plaza, de eso solo quedan amplios y mágicos relatos en la memoria de los abuelos y una que otra foto en baúles de antaño.

Sobre una breve planicie

Aquí se distingue la Iglesia Católica, data de la segunda década del siglo XX, un modesto edificio de anchas paredes, inicialmente se trató de una pequeña capilla, ya para el año de 1932 se realizó la actual fachada. El cuerpo rectangular de la iglesia está cubierto con techo de zinc, en su interior y al fondo un crucifijo del Señor de Esquipulas, en los costados los bustos de la Virgen de los Dolores y la Virgen del Tránsito. En los laterales se distinguen imágenes de San Antonio de Padua, la virgen de Suyapa, San Pedro y San Miguel Arcángel, todos en yesería guatemalteca. En su fachada principal destacan tres torres, la del centro es la de mayor altura y porta un viejo reloj de fabricación francesa y que costó ochocientos “pesos”, más dos torres, la del lado derecho tiene una pequeña campana de principios de siglo XX. Se destacan además en el primer cuerpo dos pares de columnas adosadas, una puerta alta con arco de medio punto y algunos escasos detalles geométricos.

Su Parque Central, es pequeño pero acondicionado, se construyó en 1972 durante la administración edilicia de Ovidio Amaya y fue hasta el 2002 cuando se reforestó con las palmeras importadas que luce actualmente. Quizás en un proyecto de ornato posterior nuestros parques y espacios públicos puedan reforestarse con plantas locales, sobre todo con esas que identifican al occidente, como el café y el junco para mencionar algunas. Este atractivo Parque no tiene el acostumbrado homenaje a Morazán o la madre, monumentos repetitivos en el país y que en su mayoría carecen de criterios estéticos.

Se sabe que la primera Alcaldía funcionó en una casa alquilada por el señor Jesús Reyes, ya para 1907 se construyó el primer edificio municipal en el cual se invirtieron “treinta pesos”, bajo la dirección del constructor salvadoreño Caledonio Guandique y el apoyo de Jesús Reyes y José María Ulloa. De la antigua alcaldía municipal no queda más que el lugar inicial, más una serie de importantes documentos históricos que es prioritario conservarlos y son parte de la memoria colectiva. El actual edificio municipal es grande, moderno y con espacios acondicionados.

Murales coloridos

Recientemente en una de sus paredes laterales, se ha realizado un proyecto sobre “murales”, que según los artistas encargados desde sus pinceladas dan cuenta de los principales eventos históricos en el municipio, además que se le rinde homenaje a varios personajes, algunos recordados por su contribución al desarrollo, otros por destacarse y poner en alto el nombre del municipio e incluso algunos por ser parte del paisaje folklórico, entre ellos figuran: Cleofas C. Caballero, Justiniano Reyes, Castorina Flores, Héctor “Queco” Enamorado, Emilia Chávez, Mauro Reyes, Martín Pineda, Matías Figueroa, Francisco Paredes, Victoria “Toya” Rodríguez, José Hernández “Pingüino”, Martín Cardona y Avelino Leiva.

El muralismo bien concebido se convierte en un arte público, más valioso si es orientado a fortalecer la identidad local, quizás recordando nuestras tradiciones, festividades, sitios emblemáticos o recreando episodios del imaginario colectivo.

En el perímetro urbano de Arada, se logran distinguir dos largas avenidas, más una serie de calles que no siempre siguen un plano cuadrado, pero que se adaptan a un relieve antojadizo, bordeando incluso algunas ligeras protuberancias, el crecimiento poblacional es evidente, se extiende en diversos rumbos, por lo que ya es necesario un ordenamiento territorial, sin olvidarse de crear áreas verdes como reservas.

Esta cabecera municipal se compone de los siguientes barrios: El Centro, El Campo, El Farolito, Barrio Arriba, El Tanque, La Pesa, La Vega, Brisas del Sur, El Puente, La Loma, El Carmen (antes Culebrón), El Barrito, La Palca y La Leona. Respecto a sus aldeas, destaca el hecho de que estén bautizadas con nombres de plantas (fitotoponimias) como El Tular, El Palmo, El Ocotal, El Ocotillo, Jimilile, Caulotales. A las anteriores se suman Los Dantos, Buena Vista, Las Marías, Brisas de Oro, Candelaria, Los Planes, La Cuchilla y La Sorca, esta última toma su nombre de la antigua leyenda que sigue contándose en varios pueblos del occidente de nuestro país, donde dicen que La Chorca, “es una ave nocturna de malos presagios que aparecía en los tejados, en las casas donde habían niños recién nacidos, a quienes a través de la “mollera” les chupaba la sangre…” Otros aseguran que se trata de un relato de miedo, para mandar a dormir temprano a los “niños inquietos”. Se creé que el término Chorca evolucionó por uso a Sorca, de ahí el nombre de la aldea.

Fuente:La Tribuna

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