
Juan López, el recordado defensor ambiental desde joven entendió que la injusticia social no era accidental, sino el resultado de estructuras de poder que oprimían a los más pobres. Su respuesta no fue la rabia, sino la formación.
Se convirtió en estudiante incansable de filosofía, teología, pedagogía, economía y política, siempre buscó herramientas para liberar, no para someter.
Educador por vocación, Juan decía que “las ideas deben ser nuestras armas”. Su fe cristiana lo llevó a predicar un evangelio de dignidad y justicia, lejos del miedo. Y lo hizo con humildad, desde el barro, caminó con su pueblo.
Hoy, meses después de su asesinato, la organización Aquí y Ahora Mismo Clima Global lo reconoce como “Campeón del Clima” de Honduras.
No es un título menor. Es el eco internacional de una vida que defendió la tierra, el agua, el bosque y la vida comunitaria con absoluta entrega.
Es un reconocimiento a todos los defensores que, como Juan, enfrentan las amenazas del extractivismo y la criminalización.
Este nombramiento lo sitúa junto a líderes indígenas, campesinos y guardianes del planeta que dejan huella. Pero en Honduras, su legado ya era inmortal.
Un defensor que no se dejó intimidar
En un país donde levantar la voz cuesta la vida, Juan López eligió no callar. Tras el golpe de Estado de 2009, se volvió más firme en su lucha contra el modelo extractivista que arrasó con territorios y contaminó ríos.
Denunció públicamente a empresarios mineros y acompañó a las comunidades de Tocoa en la defensa del río San Pedro.
Por oponerse al poder, lo criminalizaron en 2019. Lo encarcelaron tras una protesta pacífica en la alcaldía, pero ni la celda de máxima seguridad ni el desprestigio quebraron su espíritu.
En prisión, abrazó a los privados de libertad y los llamó “mis hermanos”. Seguía siendo el mismo defensor: íntegro, valiente, sereno.
El crimen contra el defensor ambiental Juan López
El 14 de septiembre de 2024, a Juan lo asesinaron a tiros cuando salía de la iglesia en el barrio Fabio Ochoa.
Tenía 38 años. El crimen estremeció a Honduras y traspasó fronteras. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó el asesinato.
También lo hizo el papa Francisco. La ONU pidió justicia. A la fecha, los autores intelectuales siguen impunes.
Poco antes de su muerte, a Juan lo nominaron al Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia.
Su vida era una llama que incomodó. Pero también una guía para los pueblos que luchan sin armas, con dignidad.
Juan López, una semilla en defensa de la tierra en Honduras
Juan López no murió. Se volvió semilla en cada joven que decide alzar la voz, en cada comunidad que se organiza para defender un río, en cada oración campesina que mezcla fe y lucha.
Su legado no se mide en títulos, sino en la fuerza que hoy inspira a cientos de defensores que siguen de pie, sin odio, sin miedo.
Desde Copán hasta Bruselas, desde el Aguán hasta las entrañas del mundo que clama justicia ambiental, el nombre de Juan López se pronuncia con respeto.
Porque vivió con coherencia, murió con dignidad y ahora, por fin, el mundo lo reconoce como lo que siempre fue: un defensor de la vida.
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