
Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – En agosto de 2023, el entonces comandante en jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, vicealmirante José Jorge Fortín, sorprendió en un discurso castrense al increpar a sus ex antecesores en el cargo: no más golpes de Estado. “General, Romeo Vásquez, no más golpes de Estado”, arengó el militar señalando a quienes consideró fueron actores directos o estuvieron ligados con los hechos acontecidos en junio de 2009 que llevaron a la salida del poder del entonces presidente Manuel Zelaya por impulsar una ilegal consulta popular con fines continuistas, al margen de la Constitución.
Un mes después, en septiembre, Fortín negó haber acusado a X o Y general en retiro por el golpe de Estado de 2009, solo intentaba con su discurso “salvar” la institución castrense, aseguró. Pero su mensaje fue levantado inmediatamente por el gobierno para colocarlo en anuncios propagandísticos en el ecosistema mediático en contra de la oposición. El vicealmirante Fortín fue designado viceministro de Defensa al dejar el cargo militar y luego fue nombrado comisionado de la Copeco. Ese fue su paso como máximo jerarca de la institución castrense.
El discurso de Fortín fue el primer asomo que avistaba el rumbo político partidario que tomaba la institución, superado por el ahora sucesor y nuevo jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Roosevelt Hernández, considerado como el “constructor” de unas nuevas Fuerzas Armadas: obedientes, políticas y deliberantes.
En agosto de 2024, el general Hernández comenzó a definir la ruta política que tomaría la institución castrense: en pleno auge y cuestionamiento por el robo electoral que el régimen de Nicolás Maduro hizo al pueblo venezolano, apareció en Caracas en una reunión con el ministro de Defensa venezolano, el general Vladimir Padrino, señalado de narcotraficante por Estados Unidos y por quien existe una recompensa ofrecida por Washington por su captura. Padrino es sindicado de ser parte del cártel de drogas venezolano denominado como “Los Soles” y que tiene entre uno de sus brazos represores a la llamada banda criminal conocida como “Tren de Aragua”.
El general Hernández, acompañado por el entonces ministro de la Defensa, José Manuel Zelaya—hijo de Carlos Zelaya—intentó justificar su presencia argumentando que atendían una invitación deportiva. Las críticas no se hicieron esperar, al grado que el oficialismo construyó una narrativa de que el general Hernández podría ser objeto de interés de Washington y podría ser pedido en extradición, y ese fue uno de los argumentos de la presidenta Castro para denunciar el tratado de extradición que meses después se vio obligada a recular al asumir el poder en Estados Unidos, el presidente Donald Trump.
José Manuel Zelaya tuvo que renunciar al cargo de ministro de Defensa, luego que su padre se viera envuelto en el narco video en donde aparece negociando con capos hondureños sobornos para la campaña de Libre en el 2013. El narco video, según el fiscal general, por ser tan viejo es difícil que se pueda concluir en una investigación contundente y en tono molesto cuando la prensa le pregunta, les responde: eso tiene un interés político.
Nada se ha movido sobre el narco video y el exdiputado y exsecretario del Congreso Nacional, Carlos Zelaya, ha reaparecido en la escena pública celebrando el triunfo de su movimiento, el M-28, en los comicios primarios e internos de Libre, el partido en el poder.
El general “constructor” de las nuevas FF.AA.
Pero la renuncia del entonces ministro de la Defensa, no detuvo la “construcción” de las nuevas fuerzas armadas a cargo del general Hernández. Esa se encontraba en marcha. En octubre de 2024, el general Roosevelt Hernández, se decanta en un discurso público a favor de la polémica ley de Justicia Tributaria y fustiga a las elites políticas, privadas y mediáticas del país. Su discurso, altamente aplaudido por el oficialismo, mostró una institución castrense que empezaba a asumir la estrategia de las Tres P del gobierno de Castro: polarización, populismo y posverdad.
La aparente neutralidad pública que había caracterizado a las Fuerzas Armadas de Honduras empezó a desdibujarse. El general Roosevelt Hernández, en cada discurso o micrófono que tenía enfrente, hablaba de las oligarquías, de las organizaciones civiles anticorrupción, de la voracidad privada, del injerencismo de otras potencias, entre otros, señalando que su discurso no llevaba ningún tinte político a favor de un partido político en especial, pero “macho que respinga, chimadura tiene”, ripostaba.
En el marco del estado de excepción, cuando salieron denuncias y publicaciones sobre los abusos policiales y de la Policía Militar del Orden Público, el general montó operativos de mitigación de imagen, visitando zonas calientes y aparecía conversando con la gente en las pulperías o canchas de fútbol, redoblaba sus brigadas militares de salud en señal de cercanía de las gloriosas con el pueblo. Aprovechaba también sus espacios en los batallones o escuelas de formación militar para rendir homenajes o reconocimientos a personas que fueron víctimas de la doctrina de seguridad nacional que esa institución castrense impulsó en los años ochenta del siglo pasado. Los homenajeados, en sus redes sociales, mostraban sus diplomas y decían “éstas son otras Fuerzas Armadas”.
Y ya en el fragor de la precampaña política electoral, las Fuerzas Armadas no se sintieron incómodas porque videos oficiales de visitas de reconocimientos sobre radares en zonas calientes de tráfico de droga, fueron subidos en las redes sociales de la campaña de la ministra de Defensa y ahora virtual candidata presidencial del oficialismo, Rixi Moncada. Actividades oficiales se usaron con fines propagandísticos proselitistas a favor de su jefa, sin que los militares llamaran a diferenciar la actividad político- partidaria de las funciones propias de la defensa y soberanía del Estado.
Fuente: Proceso Digital
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