Tegucigalpa. 22.12.2023
El camino que lleva al Niño Dios en esta Navidad está en el sector 5 de la colonia El Hato de Enmedio de la capital. Para ser más preciso, en la casa de “Ponchorolo” como lo conocen sus vecinos a don Marco Antonio Sierra. Este ferviente católico ha montado el nacimiento en toda la sala para no perder una tradición ya casi extinta en esta ciudad corroída por la frivolidad del consumismo.
Don Marco quiere, además, cultivar en sus hijos y nietos la misma herencia de su abuela, ya fallecida, María del Carmen Sierra, cuando él apenas tenía ocho años. Entonces, recuerda, la capital se lucía de nacimientos por doquier. Hoy, lamenta, apenas quedan, de los que él sabe, uno en la colonia Buenos Aires, otro en la Maradiaga y en la Miraflores. Recuerda que la alcaldía municipal, durante el mandato de doña Nora de Melgar, financiaba el montaje de los nacimientos, pero sus sucesores dejaron de hacerlo, lo que a su juicio, fue un error. También critica que los medios de comunicación prefieran destacar solo el consumismo de la Navidad en lugar de las tradiciones como las suya, a través de las cuales se fomenta, fe y las buenas costumbres. “Dios es necesario en nuestros corazones y mis mejores deseos es que haya paz en todas las familias hondureñas”, subraya.
DESDE LOS OCHO AÑOS
El amplio pesebre está lleno de cientos de muñequitos y figuras, que don Marco ha ido juntando desde que tenía ocho años. Muchas de estas piezas sobrevivieron a un voraz incendio cuando él todavía vivía con su abuela en el barrio Guanacaste. Otras las trajo en sus viajes al extranjero. Para el caso, la Virgen María la compró en México y otros juguetes en El Salvador. El Niño Dios, en cambio, lo adquirió en Tegucigalpa, hace más de 20 años. Y de este modo, con su propio pecunio, ha ido haciendo un pesebre maravilloso con el que crecieron muchos niños del vecindario desde que se pasó a vivir al Hato de Enmedio en 1982. Estos niños se fueron de la colonia, pero regresan, ahora adultos, solo por contemplar la creación de “Ponchorolo”.
Desde entonces, no ha parado de hacerlo. Ni siquiera en pandemia o enfermo. Este año logró terminarlo antes del 23 de diciembre, como ha sido la tradición, tras largas jornadas hasta la una de la madrugada con ayuda de sus hijos y nietos. En estos días previos a la Navidad, sus vecinos desfilan permanentemente por su casa para compartir un rato de fe y amistad.(EG)
Fuente: latribuna.hn