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La danesa «Forever» arranca lágrimas a mares a un público sensible al duelo

Tegucigalpa,Honduras miércoles 05 octubre   2022

Frelle Petersen ha traído al Festival de San Sebastián «Forever», una tristísima y contenida película sobre el duelo que ha arrancado mares de lágrimas a parte del público del Kursaal que, por un motivo u otro, se sintió concernido al verla. Ni más ni menos, ha dicho el director, que lo que pretendía.

Esta decisión formal, ha apuntado el productor de la cinta, el danés Jonas Bagger, en el mismo encuentro con la prensa tras su proyección, «es una manera artística de contar la historia, y una vez que entiendes eso, meterse en ella es fácil».

«Lo que nosotros hicimos fue asegurarnos de que no entrara en una maquinaria comercial y le dimos toda la libertad para que pudiera ser consecuente y que prevaleciera su visión calma, lenta», agrega.

Hasta le encargaron el montaje con la única intención, ha añadido Bagger, de que nadie más contaminara su idea: «Para nosotros, tenía todo el sentido, es una película de autor», precisa.

Petersen ha explicado que la película «tiene que ver con distintos procesos de dolor, que quizá sean siempre similares. Yo sólo he experimentado la pérdida de mis abuelos y no quiero ni imaginar el dolor cuando pierdes a una persona joven de tu familia. Sé que la cinta habría sido distinta si muere la abuela, pero incumbe a todos porque es algo que todos vamos a experimentar».

«Forever» comienza mostrando a Egon (Ole Sorensen, el padre) y Maren (Mette Munk Plum, la madre) que celebran un cumpleaños con una bonita tradición: desayunan con sus hijos en la casa familiar aunque ya son mayores y no viven con ellos; su hija Lilly (Jette Søndergaard), incluso, está casada y busca desesperadamente un niño que no llega, por más intentos de fertilización a los que se somete.

Sin mediar palabra, Petersen muestra a esta misma familia recibiendo el pésame por la muerte del hijo, un chico joven y sano que comparte con su padre un negocio de café artesano.

«No quise decir por qué se muere ni de qué porque pensé que si explicaba la causa daría al publico la oportunidad de formar parte de un grupo; saber si había sido un cáncer, una enfermedad, o un accidente no conectaría tanto. Sabía que era una elección atrevida pero sentíamos que era lo correcto».

Lily queda paralizada por el dolor de la muerte del hermano; su padre le crea un pequeño altar casero y se refugia en largas conversaciones a solas con él y la madre opta por intentar seguir su vida, encajando como puede esa muerte, hasta que en un momento dado, no puede más.

«Sentía que tenia que estar muy sola tras la muerte de mi hijo. Maren, como a mi me hubiera pasado, creo que no podía controlar el dolor, por eso intentaba hacer lo mismo que hacía a diario para echar fuera el dolor mientras su marido hacía exactamente lo contrario, era irritante, eso es lo que pensaba ella», explica la veterana Mette Munk Plum.

Ambientado en Jutlandia del Sur, la zona más meridional de Dinamarca, el humor tiene un papel importante. «Necesitábamos ese humor porque es la vida misma, puedes estar triste y cinco minutos más tarde alguien te sorprende y acabas riéndote, o enfadarte. Todo es parte de contar la historia de las personas que están alrededor», explica Petersen.

El interés del director por este tema vino después de que una amiga que había perdido a un hijo le diera las gracias por querer hablar con ella de él. Quiso saber cómo y por qué las personas, incluso dentro de una misma familia, experimentaban el dolor por la pérdida de muy diferentes maneras.

Petersen se documentó mucho para escribir un guion que transcurre con una lentitud inusual para una película moderna; no hay estallidos dramáticos y a nivel interpretativo es la contención lo que manda.

Ole Sorensen desvela en la rueda de prensa que él hubiera querido llorar a gritos a veces, pero Petersen no le dejaba, «me obligaba a contener toda la emoción. Y cuando se acabó la película yo sabia que ese dolor contenido dentro llegaría al público sólo observándonos, mirando la pantalla».

Søndergaard optó por «encajar las sensaciones y meterlas en una caja. Menos mal que nos reíamos de vez en cuando», ha concluido entre bromas.

Fuente: La Tribuna

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