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Nuevas tecnologías de captura de carbono podrían salvar al planeta

Nuevas tecnologías de captura de carbono podrían salvar al planeta

Mi colega divulgador, el polifacético Jorge Mira, me llamó la atención con su último artículo y después, en conversación con él, sobre un reciente avance en el campo de las tecnologías de secuestro de CO2. Un tema muy querido para mí que, pese a ello, estaba tardando en abordar.

Sin lugar a duda, el CO2 es una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo.

El carbono es uno de los fundamentos de la vida en la Tierra y nuestra interferencia en su ciclo natural es cosa para hacer con tino. Se puede volver en nuestra contra. De hecho, ya lo está haciendo.

Todos sabemos que el CO2 atmosférico produce calentamiento global. Es transparente en el segmento visible del espectro electromagnético, pero opaco en dos bandas pertenecientes al segmento de infrarrojo. Dos de las cuatro formas en las que la molécula de CO2 vibra, absorben la radiación en dichas bandas y la transforman en movimiento microscópico, esto es, en calor.

Con ello, parte de la radiación infrarroja que la superficie de la Tierra refleja, en vez de salir despedida al espacio, es retenida y transformada en calor en la atmósfera. El de sobra conocido efecto invernadero.

Por eso, saturar la atmósfera de CO2 es un mal negocio. Incrementa la cantidad de energía almacenada en el sistema climático y, como resultado, por un lado, suben las temperaturas promedio y, por otro, hay mayor cantidad de energía disponible para mayores y más frecuentes fenómenos atmosféricos extremos.

Hasta hace muy poco los seres vivos y la geología tuvieron la exclusividad en la gestión de CO2 atmosférico.

La fotosíntesis vegetal se encargaba de fijarlo (de convertirlo en hidratos de carbono), mientras la respiración animal se ocupaba de volverlo a liberar. Y, por su parte, la geología se iba encargando de almacenar remanentes de CO2 lejos de la atmósfera, mediante el enterramiento de masas de organismos muertos y su posterior conversión en lo que para nosotros son combustibles fósiles.

Pero ese monopolio se les terminó cuando los seres humanos caímos en la cuenta de la cantidad de energía fácil que las fuerzas naturales habían puesto a nuestra disposición.

Durante los últimos dos siglos, los combustibles fósiles han sido una suerte de ‘subsidio energético’ gracias al cual la humanidad ha podido dar una vuelta de tuerca tecnológica a su mundo y, según pensamos, progresar.

Pero resulta que ese subsidio no era del tipo ‘ayuda a fondo perdido’ sino, más bien, del tipo ‘préstamo con carencia’. Y ahora la Tierra y sus ocupantes (los prestamistas, en parte, nosotros mismos) nos empiezan a exigir el pago de intereses. Y para que estos no crezcan de forma alarmante, sería bueno que también empezásemos a devolver el principal del préstamo.

¿Por qué no, mejor hoy que mañana, por un lado, empezamos a retornar el carbono otrora almacenado en depósitos fósiles a largo plazo a unos almacenes similares y, por otro, dejamos de liberar más?

Pues de eso van las tecnologías de las que vamos a hablar en este artículo: tres avances en diferentes líneas de investigación con resultados muy prometedores en dos de las estrategias tecnológicas que nos permitirán empezar a gestionar el carbono a plena satisfacción de nuestros ya soliviantados acreedores.

Y en el diseño de estas estrategias, es mucho lo que la sociedad humana tiene que aprender de la Tierra: de la biología creadora de cementerios de carbono, de la fotosíntesis vegetal y de la respiración.

Por tal motivo, si me permite, empecemos dedicando unos instantes a la historia esa de la fotosíntesis y la respiración.

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