Aunque suene extraño, el universo está inundado de un material prácticamente inexistente en nuestro planeta: el plasma. En realidad, se trata de un estado de la materia, el más común en todo el cosmos. El 99 por ciento de toda la materia ordinaria existente (el término materia ordinaria sirve para diferenciarla de la materia oscura y la energía oscura, dos conceptos que los científicos aún no comprenden muy bien) se encuentra en estado plasmático, incluidas las estrellas y la materia interestelar. Su cantidad sobrepasa considerablemente a los estados sólido, líquido y gaseoso, más comunes en planetas, lunas, asteroides y cometas.
La mayor fuente de plasma cercana a la Tierra está en el Sol. Ahí, esta sustancia se comporta como en el resto de estrellas, en donde la temperatura es muy elevada. Pero el plasma no está solo en el ‘cuerpo’ de las estrellas, también se encuentra en el material que estas expulsan constantemente al espacio, en el denominado viento estelar (viento solar, en el caso de el Sol).
Cada segundo, el Sol expulsa unos 800 kilogramos de materia al espacio interestelar en forma de viento solar, el cual arropa a todos los planetas del Sistema Solar, incluyendo los cuerpos más alejados, los denominados transneptunianos, en donde se destaca Plutón.
Este viento juega un rol fundamental en el denominado clima espacial, las condiciones del medio interplanetario influenciadas por la actividad del Sol. Al interactuar con los planetas, el viento solar es el responsable de fenómenos que los científicos, que podrían considerarse una suerte meteorólogos espaciales, se dedican a estudiar.
En nuestro planeta, el viento solar es el causante de las auroras, y es objeto de interés debido a las consecuencias que puede tener sobre el funcionamiento de equipos electrónicos, especialmente de aquellos que se encuentran en órbita, como los satélites, cohetes y hasta la Estación Espacial Internacional.
Sin embargo, pese al creciente interés en el viento solar, y el plasma que lo compone, este sigue representando un misterio para los científicos. Por esta razón un equipo internacional de investigadores, liderado por el colombiano Jeffersson Andrés Agudelo, estudiante de doctorado en el University College London en el Reino Unido, se dio a la tarea de descifrar uno de estos secretos del plasma: por qué se enfría mucho más despacio de lo que se esperaría a medida que viaja por el espacio.