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‘Fosfinagate’: la polémica por la detección de esta molécula en Venus

Venus

Un estudio publicado en la prestigiosa revista Nature a mediados de septiembre puso en modo ‘hype’ no solo a la comunidad científica y a quienes siguen de cerca los últimos avances en investigación interplanetaria, sino a miles de personas de a pie que tuvieron la oportunidad de leer las noticias en los medios de comunicación.

No era para menos: investigadores  de una colaboración internacional integrada, entre otros, por la Universidad de Cardiff, en el Reino Unido, y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), anunciaban la detección en el planeta Venus de fosfina, una molécula que si bien en la Tierra es tóxica, en el segundo planeta podría significar un biomarcador, es decir una sustancia producto de la actividad biológica anaeróbica.

Para detectar la presencia de la fosfina en las capas superiores de la atmósfera de Venus, los científicos, liderados por la astrobióloga Jane Greaves, de la Universidad de Cardiff, hicieron observaciones en el rango del espectro conocido como ‘submilimétrico’, o microondas.

Para esto, emplearon dos radiotelescopios: el Alma, en Chile, y el James Clerk Maxwell Telescope, en Hawái (EE. UU.).

Aunque el anuncio fue interpretado por medios de comunicación como un paso determinante en el camino a responder la pregunta sobre si estamos solos en el universo -hubo algunos que, incluso, afirmaron como un hecho comprobado la presencia de vida en Venus-, con el paso de los días y de las semanas, el optimismo se ha ido transformando, por decir lo menos, en escepticismo.

Todo por cuenta de una serie de estudios publicados en la página web arXive.com, donde los científicos publican los ‘preprints’ o  avances preliminares de sus investigaciones que aún no han sido sometidos a la revisión de pares académicos.

Dichos documentos desestiman el hallazgo de la fosfina en Venus desde distintos puntos de vista.

Estos investigadores utilizaron observaciones del Telescopio Infrarrojo de la Nasa (IRTF) para buscar huellas de la fosfina en Venus a partir de este tipo de luz. Sus resultados fueron negativos.

Según indicaron los autores, «el nivel de detección en espectroscopía infrarroja es 4 veces inferior al detectado en radio. Para explicar estas medidas se necesitaría que la fosfina esté presente en la mesosfera a niveles no observables del infrarrojo o que esta sea variable».

El astrofísico colombiano Julián Rodríguez explica que para llevar a cabo observaciones desde la Tierra de materiales como la fosfina en otros planetas, los telescopios en la Tierra deben ‘atravesar’ la atmósfera de nuestro planeta, proceso durante el cual los análisis pueden contaminarse.

«Eso abre la puerta a que se puedan cometer errores en la interpretación de los resultados por la forma como se hace la observación desde la Tierra o inducidos por errores instrumentales», indica Rodríguez.

Posteriormente, un nuevo estudio alojado en arXiv y sometido a la evaluación de la revista Astronomy and Astrophisics expone serias dudas sobre la calidad de las mediciones hechas por Greaves y su equipo.

En este trabajo los autores tomaron el conjunto de datos de Alma. Solo que esta vez usaron los datos sin procesar, repitieron el ejercicio de limpiar de ruido la información y repitieron el proceso de Greaves. El resultado: no encontraron ningún rastro de fosfina», añade Rodríguez.

«Ellos concluyen que o bien Greaves falló en la tarea inicial de limpiar el ruido, lo cual los llevó a una falsa detección o, sí trabajaron bien los datos, pero no son capaces de repetir los pasos y llegar  a la misma conclusión de Greaves, sino a una cantidad significativamente inferior de fosfina».

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